Decenas de 'náufragos' despiden a Ramón Lobo en el cementerio de la Almudena de Madrid
Familiares, compañeros de oficio y lectores han acudido a despedirse del periodista fallecido el 2 de agosto en un recorrido capitaneado por Nieves Concostrina entre las tumbas de las personalidades que admiraba.
El silencio que reinaba en el crematorio del cementerio de la Almudena de Madrid se ha roto esta mañana con aplausos cuando el ataúd que transportaba los restos del periodista Ramón Lobo ha salido del coche fúnebre. La mañana fue mucho más fresca de lo habitual y decenas de personas, entre ellos muchos compañeros de profesión de Lobo, se han acercado hasta el camposanto para recordarle y despedirse de él. Pero sobre todo a recordarle.
Había muchos amigos de Ramón entre los presentes, como Guillermo Altares, quién fue el encargado de escribir el artículo en El País en el que se daba cuenta de la muerte por cáncer de uno de los reporteros de guerra más brillantes y bonachones, según todos los que le conocían personalmente, de las últimas décadas. Sin abandonar esa rama, también presente estaba Gervasio Sánchez, compañero también de Lobo y que también le dedicó un texto que vio la luz durante los últimos días de vida del periodista: Antes de que anochezca, querido Ramón.
Dentro del crematorio, Javier del Pino, locutor del programa A vivir que son dos días de la Cadena SER, en el cual participaba Ramón Lobo como colaborador habitual, ha leído un texto del fallecido del cual se reproduce un fragmento a continuación:
[...] La suerte está echada. La percepción de la inminencia del final ilumina el camino andado y le da sentido. No arrastro demasiado equipaje porque aprendí a moverme ligero, sin ataduras [...]. Ahora escribo, medito y sueño en busca de materiales que me permitirán esculpir algo parecido a un epitafio. Somos solo eso, una frase, un párrafo corto. El resto, es artificio.
Tras la lectura, Del Pino se ha acercado a tocar el féretro en señal de despedida. Posteriormente, la sala quedó en silencio hasta que los asistentes empezaron a salir, tocaba iniciar el paseo. Pero no sin antes coger las flores de las coronas que había junto al crematorio. "Hay que robarlas, que es lo que quería Ramón", comentaron algunas de las personas presentes. La periodista e historiadora Nieves Concostrina ha sido la encargada de guiar el recorrido, que se ha iniciado en el cementerio civil. La primera parada, la sepultura de Vintila Horia. Y ahí ha empezado el humor.
Concostrina ha aclarado, antes que nada, que Vintila Horia era un "fascista", pero también había sido profesor de Lobo y que le "tenía mucho cariño", por lo que lo mejor era empezar por ahí y así "quitárselo cuanto antes". Lobo dejó bien claro cómo quería que fuera este día, y sus colegas y amigos han cumplido su deseo a rajatabla. Vintila Horia incluido.
Pasado el trago fascista, Concostrina, en todo momento acompañada por María, la compañera de Ramón, ha guiado a las decenas de personas presentes por las tumbas de fusilados por el franquismo como Timoteo Mendieta, la tumba de Almudena Grandes, la del histórico dirigente de CCOO Marcelino Camacho o las de Pío Baroja, Nicolás Salmerón, Pablo Iglesias, Carmen de Burgos, Giner de los Ríos o el teniente Castillo, entre otras. Todas ellas en el cementerio civil.
Las últimas paradas del paseo han sido en el cementerio católico donde, ante la tumba de Antonio Fraguas de Pablo, más conocido como Forges, viñetista de El País, Concostrina ha recordado el día que conoció a Lobo, precisamente cuando enterraron a Fraguas tras su fallecimiento el 22 de febrero de 2018. Llegado a ese punto, Concostrina no ha podido ocultar su emoción.
La penúltima parada fue en el memorial a las 13 rosas, que recuerda a las trece mujeres que el franquismo fusiló el 5 de agosto de 1939 en las tapias del mismo cementerio. El recorrido se ha cerrado finalmente en el memorial a las víctimas de la represión, que se encuentra en un estado de conservación bastante precario y con marcas de pegamento de cuando el Ayuntamiento de Madrid decidió arrancar las placas con los nombres de los miles de fusilados por el franquismo en la capital entre 1939 y 1944.
Llegado ese momento, a Concostrina le ha embargado la emoción al dar por finalizado el último deseo de Lobo y no ha podido reprimir el llanto mientras los asistentes la arropaban con aplausos. Ramón Lobo murió el 2 de agosto, coincidiendo, ironías del destino, con el aniversario de la invasión de Kuwait por el Irak de Sadam Hussein en 1990 y tres días antes del aniversario de los fusilamientos de las 13 rosas.
Ramón Lobo ha muerto, pero hasta el último momento estuvo dando lecciones de vida, fiel a su estilo de celebrar aunque a veces todo duela, aunque el Todos náufragos que dio nombre a uno de sus libros pueda describir una sociedad marcada por el maltrato, la inestabilidad y la precariedad. Celebrarlo todo, a pesar incluso de la muerte, como han hecho decenas de náufragos amigos de Lobo este viernes en el cementerio de la Almudena.