De José Luis Perales a la inflación: cómo afectan los bulos y medias verdades a la democracia
Las noticias e informaciones inexactas o falsas campan a sus anchas al calor de un modelo de negocio digital que busca el clic masivo y favorece la expansión de ideologías extremistas.
Fernando Savater y José Luis Perales murieron y resucitaron el lunes. El filósofo y el músico fueron a principios de semana las últimas víctimas de noticias falsas de celebridades fallecidas que, en realidad están hasta más vivos "que nunca", como llegó a afirmar Perales en un vídeo que publicó en su cuenta de Twitter para desmentir el bulo, que se quemaba como pólvora viral por las redes sociales. En el pasado sucedió también con el expresidente Felipe González o el escritor Arturo Pérez-Reverte.
Martín Becerra, investigador de Conicet y profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Quilmes, aclara que este extremo es el reflejo de la combinación entre cómo los "grandes medios de comunicación privilegian el clickbait" y al mismo tiempo el periodismo se hunde en la "precarización" porque los profesionales de la información están "mal pagados y deben resolver en poco tiempo la edición de una cantidad ilógica de contenidos".
Por tanto, el "caldo de cultivo" de la desinformación, indica Becerra, pasa por que "las compañías dueñas de plataformas digitales y de grandes medios de comunicación privilegian la difusión masiva de falsedades para conseguir más audiencia. El problema se hace más grave aún cuando este tipo de prácticas se combinan con las aspiraciones de corrientes políticas extremistas, advierte el experto.
Medias verdades
Cuando Manuel Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (UPO), se topó en Twitter con el bulo de la muerte de Perales, en un primer momento lo creyó, llegando a retuitear una publicación que anunciaba el fallecimiento del cantante. Poco después tuitearía con alegría que se trataba de una fake new.
Pero el mismo lunes, además, Hidalgo firmó en el diario económico Cinco Días, un artículo titulado Inflación, horas trabajadas y la honestidad de usar bien los datos. En el mismo, este experto se afanó en desmontar varios bulos que trataban de dar la vuelta al IPC de julio y a los de empleo que alumbró la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de 2023, que determinó que se habían creado 603.900 empleos.
En el mismo, Hidalgo cargaba contra algunas figuras del ámbito económico y ligadas a la derecha política que trataban de utilizar los datos para crear lo que Becerra define como "adulteración de la realidad". El experto de la universidad bonaerense expone que una noticia falsa como las de las muertes de Perales o Savater son fáciles de desmontar al ser "más sencillo contrastarlas", las medias verdades podrían más difíciles de desactivar.
"Una media verdad podría presentarse como más 'legítima' porque hay núcleos en ella que no son falsos, a pesar de que en la mezcla con otros que sí lo son, terminan tergiversando el sentido de la información", sostiene Becerra. Estas cuestiones entroncan de manera directa con el concepto de "posverdad", que no es otra cosa que la "distorsión de la realidad" y la "presentación de sentencias con atractivo emocional" para confirmar los "prejuicios de los destinatarios". Es decir, apuntalar una posición política creando un relato alternativo al real.
Los extremos que Hidalgo desmonta en su artículo van, precisamente, en esa línea. El profesor de la UPO se centraba en cómo esos perfiles neoliberales de derecha afirmaban que se maquillaba el dato de inflación. Pero la acusación parte de una premisa errada de base, ya que la diferencia no es interesada, sino que se basa en que los criterios del INE y del Eurostat no son los mismos. Por otra parte, con una revisión más a fondo de los datos, Hidalgo demuestra que ninguno de los dos son erróneos.
Otro ejemplo reciente de medias verdades se produjo durante la campaña de las pasadas elecciones generales del 23 de julio, cuando durante la última semana el candidato del Partido Popular Alberto Núñez Feijóo, por entonces favorito en las encuestas, fue desmentido en directo por la periodista Silvia Intxaurrondo cuando este afirmó que el PP había subido las pensiones siempre por encima del IPC. "No es correcto, señor Feijóo", le espetó la periodista, y desde ese momento al popular las cosas se le pusieron más y más complicadas en lo que respectó a sus afirmaciones.
Carme Colomina, periodista e investigadora del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) es otra de las figuras que ha advertido sobre cómo la información puede ser un "bien público, instrumento democrático y arma arrojadiza" en uno de sus artículos más recientes, de julio de este año: "Las redes sociales son una plataforma para la movilización ciudadana y la creación de conciencia colectiva; pero también es el espacio multiplicador de un «desorden informativo» hecho de desinformación, falsedades, descontextualizaciones, filtraciones interesadas, campañas orquestadas o censuras".
Típico (aunque no exclusivo) del autoritarismo
Todos estos ataques a la verdad no son nuevos, ya que en los diálogos de Platón ya se departía sobre cómo diferenciar lo "verdadero de lo verosímil", advierte Becerra, pero también señala que la capacidad de viralizar un mensaje ha encontrado en las redes unas "condiciones tecnológicas, políticas, económicas y sociales inéditas".
Aunque no son "exclusivas" de ellos, prosigue Becerra, "la mentira y la desinformación son armas típicas de proyectos autoritarios". Los nazis y el franquismo lo hicieron con los judios, comunistas y masones, así como las dictaduras latinoamericanas y demás regímenes. La cuestión es que a través de esa tergiversación se persigue crear un "chivo expiatorio" que pueda señalarse como causa "de problemas graves cuya solución exige la cesión de esferas de autonomía de las personas".
¿Cómo se pueden combatir las noticias falsas y bulos?
Para una persona de a pie, ajena al mundo de la comunicación o el periodismo, no es sencillo contrastar cada información que se cuela en las pantallas que ve cada día. "El ejercicio de verificar cada contenido que se recibe por servicios de mensajería, por el buscador, por redes sociodigitales y otros medios, en muchos casos es incompatible con el resto de compromisos y deseos", abunda Becerra.
El Estado sí puede "mediante comunicaciones claras, directas y precisas", continúa el argentino, fomentar entorno en el que los rumores, las medias verdades y las noticias falsas no tengan mucho recorrido. Eso conseguiría "reducir la incertidumbre" y aliviar la "angustia colectiva" que provocan las falsedades. Por contra, hay que tener en cuenta que si los estados y sus gobiernos caen en manos de personalidades extremistas como Donald Trump o Jair Bolsonaro, esa iniciativa se vuelve más complicada.
Al mismo tiempo, como el individuo medio no es responsable de creerse los bulos, el estado tampoco debe ser entendido como el principal garante de la defensa frente a los mismos. Los actores más responsables en esa lucha son los propios medios de comunicación: "Las compañías dueñas de plataformas digitales, de los medios de comunicación, los gremios periodísticos y el sector académico tienen mayor responsabilidad para generar un ambiente en el que la circulación de noticias con diversas fuentes, con verificación de los hechos que se narran, tengan mayores incentivos para la circulación masiva que las operaciones de desinformación".
La posverdad y la mentira actúan como un "tsunami", concluye Becerra, y si se convierte en un actor prevalente, el debate público acaba siendo anulado y la democracia arrasada.