Camina por el bosque y tropieza con una piedra que le pone en bandeja un increíble descubrimiento con un animal del siglo XIX

Camina por el bosque y tropieza con una piedra que le pone en bandeja un increíble descubrimiento con un animal del siglo XIX

Un simple tropiezo que le permitió 'establecer' relación con la existencia de un conejo 140 años después.

Dos personas caminando por un bosqueGetty Images

La vida está llena de casualidades y coincidencias que si se analiza fríamente, la probabilidad de que se produzcan es una entre cientos de millones. Pero ocurren de forma diaria, y aunque no les demos importancia, en ciertas ocasiones estas coincidencias suponen un hecho totalmente mágico e inexplicable.

Una sensación parecido debió sentir Sid Saunders, un hombre británico que iba caminando por el bosque de Marline Valley, en Inglaterra, hace más de una década, y al que un tropiezo 'cambió' la vida. No de forma literal, pero sí de manera espiritual.

La historia es muy simple, y podría haberle ocurrido a cualquiera. Saunders iba andando tranquilamente por el bosque cuando de repente, en un intento por esquivar un charco, se tropezó con lo que en un primer momento le pareció una piedra. Pero nada más lejos de la realidad.

Al mirar hacia abajo y quedar extrañado por la rara forma de la supuesta piedra, Saunders la cogió y miró con detenimiento hasta que se dio cuenta de que lo que había encontrado no era una piedra, sino una lápida de finales del siglo XIX. Pero para más sorpresa, no era una lápida normal, sino la de un conejo que murió hace más de 140 años.

El protagonista de la historia lo supo ya que en la lápida se podía leer "En memoria del pequeño Douchie", al lado del dibujo de un conejo. Al lado de dicho dibujo se leía "nacido en agosto de 189. Fallecido en diciembre de 1882".

Durante aquel día, Saunders no pudo quitarse de la cabeza lo que había encontrado y la importancia que tenía, por lo que decidió ir al día siguiente y tratar de encontrar más información al respecto.

Titania
Titania
Santander

Al día siguiente se presentó en el lugar y limpió la lápida hasta dejarla impoluta y le quitó las hojas y el musgo que la rodeaban. Todo ello le hizo reflexionar acerca de la vida, el paso del tiempo y la insignificancia de cada uno de nosotros. Desde aquel momento, cada año acude allí al menos una vez para limpiarlo, homenajearlo y así mantener vivo el recuerdo del conejo y de la familia que lo tenía.