El arquitecto del puente colgante más largo del mundo tira la toalla sin acabar la obra

El arquitecto del puente colgante más largo del mundo tira la toalla sin acabar la obra

Venera Leto ha decidido abandonar la Orden de Arquitectos de Messina.

El Estrecho de Messina, en una imagen de archivoVicki Jauron, Babylon and Beyond Photography vía Getty Images

Venera Leto, uno de los arquitectos implicados en el proyecto del que pretende ser el puente colgante más largo del mundo, el puente del Estrecho de Messina (que uniría la isla italiana de Messina con la región de Calabria), ha decidido tirar la toalla.

Leto ha anunciado, a través de una carta abierta, que va a abandonar la Orden de Arquitectos de Messina después de estar durante casi 20 años formando parte de ella. El motivo, tal y como recoge el medio italiano StrettoWeb, es precisamente la postura que ha adoptado la mencionada Orden en el asunto del Puente del Estrecho de Messina.

Hace unas semanas, el presidente de la Orden de Arquitectos de Messina, Pino Falzea, realizó una intervención señalando que “quienes tienen un papel institucional deben dejar las protestas a otros y comprometerse a que lo que está previsto en las leyes sobre el puente, si el proyecto obtiene las aprobaciones necesarias, pueda devolver a las comunidades una región más competitiva en el comercio mediterráneo, una ciudad metropolitana más atractiva para los inversores en comercio y turismo”.

Es decir, según Pino Falzea, la isla de Messina debe ser la única protagonista de la obra de este esperado puente, un proceso en el que no caben protestas de ningún tipo, ni siquiera por parte de los arquitectos.

La carta de Venera Leto

Esas declaraciones han llevado a Venera Leto a poner fin a su etapa en la Orden de Arquitectos de Messina. Esta es la carta completa de Leto en la que justifica su marcha de la Orden:

Después de las declaraciones del Presidente de la Orden de Arquitectos en nombre de la categoría sobre el Puente del Estrecho, me cuestioné profundamente mi condición de arquitecto y mi presencia en esta ciudad. “Dejemos las protestas para otros”, empezó diciendo el Presidente, haciendo hincapié en su papel institucional: pero ¿quién si no? ¿Quién si no los arquitectos deberían protestar contra una obra tan descontextualizada con respecto a nuestro territorio, una obra tan devastadora con respecto al paisaje y tan distractora con respecto al ya frágil equilibrio medioambiental y social? Soy arquitecto y no dejo las protestas en manos de otros, precisamente porque tengo la sensibilidad, la cultura y las competencias para comprender la magnitud de los estragos que se están causando en la ciudad. De mi ciudad.

¿No es el papel del arquitecto escuchar las necesidades de una comunidad y ser su portavoz, transformándolas en realidad? ¿No deberíamos revisar el papel ya más que anacrónico del archistar y abandonar definitivamente las obras de gran envergadura y volver a una arquitectura más sencilla y a veces incluso inmaterial? ¿No deberíamos más bien poner en práctica la participación social reforzando las redes y las relaciones? ¿No deberíamos ser facilitadores de una ciudadanía activa y educarla para que cuide de sus lugares y paisajes? ¿No deberíamos dejar de construir en una ciudad ya sobrecementada? ¿No deberíamos mejorar las infraestructuras deficientes, desde el agua hasta el transporte? ¿No deberíamos mejorar y crear espacios verdes y restaurar los existentes? Esto es lo que debería hacer un arquitecto en una ciudad como Mesina y, desde luego en mi opinión, no apoyar el puente y las obras conexas.

Es una sensación dolorosa que en este despilfarro de dinero público que lleva décadas produciéndose, mi categoría espere hacerse con unos céntimos. Obras, trabajos colaterales, subcontratación: desgraciadamente es la única oportunidad que se me ocurre. Una promesa de trabajo para una profesión hoy humillada y degradada por el color político. La institución debe representar el interés de la profesión, pero también su profesionalidad y dignidad. Y conozco de cerca ese deber institucional porque durante cinco años fui consejero de la Orden y también por eso siento la urgencia de posicionarme.

Mi categoría no me representa y solo puedo discrepar negándome a pertenecer a ella. Por eso opto por darme de baja en el orden profesional después de casi 20 años (hubiera sido en 2026) de pertenencia: porque tengo una dignidad profesional y una responsabilidad moral para con esta ciudad y su futuro. Confío en que estas reflexiones mías sirvan de ejemplo o al menos de objeto de reflexión para otros, y concluyo citando las palabras de Lèon Krier: «Precisamente porque soy arquitecto, no construyo».