Obama: una agenda modesta
Acaba de terminar el sexto discurso sobre el estado de la nación del presidente Obama y no ha habido grandes sorpresas. Tal y como se esperaba no ha presentado planes ambiciosos y se ha limitado a desgranar algunas propuestas modestas, que en muchos casos no necesitaran de la aprobación del Congreso. La falta de ambición parece confirmar la debilidad de Obama, que ha fracasado en casi todas las promesas que avanzó en su discurso del pasado año.
Acaba de terminar el sexto discurso sobre el estado de la nación del presidente Obama y no ha habido grandes sorpresas. Tal y como se esperaba no ha presentado planes ambiciosos y se ha limitado a desgranar algunas propuestas modestas, que en muchos casos no necesitaran de la aprobación del Congreso. La falta de ambición parece confirmar la debilidad de Obama, que ha fracasado en casi todas las promesas que avanzó en su discurso del pasado año.
El discurso ha repetido las características que ya se han convertido en tradición: desde la pompa durante la entrada del presidente en al Cámara, la retórica grandiosa sobre la historia del país, al constante aplauso por parte todos los miembros del Congreso y el Senado, pasando por las referencias a las experiencias de ciudadanos concretos (que inevitablemente están invitados al evento y la cámara les enfoca cuando el presidente esta describiendo su historia) con el fin de personalizar y hacer más próxima cualquier propuesta que se presenta, y a la exaltación de los hombres y mujeres que sirven en las fuerzas armadas (ha puesto a llorar a la mitad del hemiciclo con la historia de un soldado herido en Afganistán que estaba presente y al que han aplaudido de pie durante minutos).
El eje central del discurso ha sido sobre la desigualdad, que se ha convertido en los últimos meses en una asunto candente y una fuente de debate en Washington entre Republicanos y Demócratas. El aumento de las desigualdades y la destrucción de las clases medias es probable que se conviertan en uno de los ejes de las próximas elecciones legislativas de noviembre. Obama hablo extensivamente sobre las razones del aumento de las desigualdades y de las crecientes dificultades de las clases medias, y propuso medidas para tratar de reducir estas desigualdades y promover el crecimiento económico, incluyendo reformas fiscales, educativas, de patentes, y energética.
También ha dedicado tiempo a la formación profesional como instrumento para crear empleo y mejorar la competitividad, a criticar las desigualdades salariales por género y enfatizar el papel clave de las mujeres en la economía, y también ha hecho una defensa vehemente a favor de extender el seguro de desempleo para proteger a los que pierden sus trabajos y sus familias. Ha pedido a los empresarios que suban los salarios mínimos de sus empleados para aumentar la productividad y al demanda ("¡dar a América un aumento!"), y ha criticado que haya personas que trabajan a tiempo completo y vivan en la pobreza. Por último ha defendido su reforma de sanidad, que ya ha dado cobertura a miles de personas que hasta ahora no tenían seguro médico, y ha pedido a los Republicanos que dejen de tratar de eliminar el Obamacare.
Como era de esperar ha habido muy poco sobre política exterior. Se ha congratulado de su decisión de retirar a todas las tropas de Iraq, y ha confirmado su decisión de retirar todas las tropas de Afganistán el próximo año, comprometiéndose a asegurar que los terroristas no usaran el país para atacar a EEUU. Ha pedido al Congreso que se cierre Guantánamo. Ha reafirmado su apoyo a Israel, y ha expresado su deseo de continuar trabajando con sus aliados para tratar de llegar a un acuerdo con Irán para que no fabriquen armas nucleares. Ha recordado que si Reagan podía negociar con la Unión Soviética, debe de ser posible negociar con Irán, y ha prometido vetar cualquier iniciativa legislativa para aumentar las sanciones mientras duren las negociaciones. Si fallan, ha reafirmado que considerará todas las opciones para evitar que Irán construya un arma nuclear. Ha metido un puyazo a Putin cuando ha recordado el compromiso del país con la defensa de la libertad de orientación sexual que se reafirmara con la representación de EEUU en las olimpiadas Sochi. Ni palabra de Europa.
Sin embargo, dada la falta de apoyos en el Congreso, donde los Republicanos se han opuesto a casi todas sus propuestas, el discurso ha desgranado una seria de propuestas que en muchos casos no necesitaran de la aprobación del Congreso. Esto refleja no sólo la dificultad de alcanzar acuerdos con los Republicanos, sino también la aceptación de los límites del poder de la presidencia. Cuando le preguntaron a Obama hace tiempo que le había sorprendido al asumir la presidencia, respondió que la falta de poder del presidente. Quizás es algo que no se percibe tan claramente desde fuera de EEUU donde los gobiernos suelen tener mayorías parlamentarias (solos o en coalición) que les permiten aprobar cualquier propuesta legislativa. Pero aquí el principio de división de poderes, la falta de disciplina de voto en el Congreso, y la creciente polarización ideológica entre los dos grandes partidos hacen mucho más difícil avanzar cualquier propuesta legislativa. El gran poder del presidente reside en su capacidad de usar de forma efectiva el púlpito (o el teléfono) para movilizar a los votantes (y/o a los grupos de interés) a favor de sus iniciativas, y su poder para ejercer el poder ejecutivo en áreas que no requieren la aprobación parlamentaria.
Por ello no sorprende que Obama haya dejado de lado grandes propuestas legislativas a favor de modestos cambios incrementales que le permitan avanzar su agenda en los tres últimos años de su mandato. Sus propuestas se han centrado en la creación de empleo; la inversión en la industria; la educación y formación profesional para mejorar la competitividad; la mejora e las condiciones de vida de las clases medias; la educación pre-escolar; el facilitar el acceso a la educación superior; la lucha contra el cambio climático; y el aumento del salario mínimo.
La estrategia parece ser en trabajar con el Congreso cuando sea posible, y puentearlos cuando no lo sea, usando su autoridad ejecutiva y buscando acuerdos fuera del Congreso. El problema es siempre el de la financiación pública de cualquier iniciativa, que tiene que ser aprobada por el Congreso. Pero no todo tiene que pasar por el Congreso. Por ejemplo, en los últimos meses Obama ha usado fondos disponibles para crear nuevos centros de innovación industrial, y ha movilizado a los presidentes de universidades para ayudar a los más vulnerables a acceder a la educación superior. También planea presionar a los estados para que aumenten los salarios mínimos, a los empresarios para que expandan los programas de formación profesional, y a los filántropos para que financien programas de educación pre-escolar si el Congreso rehúsa hacerlo.
Una de las cosas que ha llamado la atención ha sido la gran indiferencia que ha rodeado al discurso. En décadas anteriores había grandes expectativas y la prensa y los analistas políticos se pasaban los días antes del discurso tratando de prever lo que se iba a anunciar. Sin embargo, las audiencias de estos discursos siguen bajando (el año pasado fueron las segundas más bajas en 20 años), y este año el desinterés ha sido el reflejo de la creciente desilusión con Obama tras un año muy difícil marcado por el desastre de la implementación de la reforma sanitaria, el fracaso en pasar una reforma migratoria o legislación para controlar el uso de armas de fuego, así como el flip-flop sobre Siria (sus tasas de popularidad están en torno al 46%); y el ambiente negativo que se respira en Washington.
Aunque parezca increíble, porque aún quedan tres años, la atención ya esta en las próximas elecciones presidenciales, y en particular sobre Hillary Clinton que se está convirtiendo en la favorita prohibitiva para ganar las primarias del Partido Demócrata, si al final decide presentarse de nuevo. Obama ha perdido gran parte del lustre que le llevó a la presidencia y los medios ya están a la búsqueda de nuevas estrellas. Lo sorprendente en este caso es que Clinton es el gran símbolo de la vieja guardia que representa lo más tradicional de Washington, es parte de una generación anterior a la de Obama, y que fue derrotada claramente en 2007 (Obama representaba un cambio generacional, y gano bajo la promesa de romper la trayectoria bipartidista de confrontación de Washington). Pese al desprecio que se tenían (tras derrotarla Obama llego a decir en privado que si Hillary Clinton le sucedía a él como presidente significaría que él "había fracasado"), ahora van los dos de la mano: Obama la necesita para salvaguardar su legado, e Hillary le necesita porque si las cosas le van mal a Obama en los próximos tres años le será muy difícil a ella ser elegida como Demócrata.
Al final mucho de lo que pase este año va a depender de la capacidad del presidente de negociar con sus oponentes del Congreso (hasta ahora tienen un mal record de llegar a acuerdos). El reciente acuerdo sobre el presupuesto invita a ser cautelosamente optimistas. Los dos grandes asuntos en los que puede ser posible encontrar puntos de acuerdo son la inmigración y los tratados de libre comercio con Europa y el Pacífico. La inmigración es un tema capital para los Republicanos que necesitan desesperadamente recuperar el voto hispano si quieren mejorar sus expectativas electorales.
Los acuerdos de libre comercio han sido tradicionalmente apoyados por los Republicanos. La principal dificultad para Obama será convencer a su propio partido de los beneficios de los acuerdos comerciales. Para tener éxito es imprescindible que consiga la autorización de fast track del Congreso que le permitiría negociar y firmar acuerdos que solo podrían ser ratificados o rechazados por el Senado (pero sin modificaciones). Acaba de introducirse una propuesta legislativa para conseguir esa autorización, pero de momento no parece tener suficiente apoyo por parte de los Demócratas que se quieren asegurar de que estos acuerdos tengan salvaguardas para los trabajadores y el medio ambiente.
Tras cinco años en la presidencia este discurso nos ha mostrado un presidente más realista y menos ambicioso, cada día más consciente de los limites de su poder y del horizonte temporal cada vez más reducido que tiene para poder conseguir sus objetivos. Nos ha dejado claro que el resto de su mandato va a estar marcado por pequeños avances y no por grandes victorias legislativas. Además hay que recordar que la segunda parte de su presidencia va a estar muy condicionada por el resultado de las elecciones legislativas del próximo noviembre. Ahora mismo, de acuerdo con las encuestas, parece que se mantendrá el estatus quo con los Republicanos en control del Congreso y los Demócratas del senado. Pero nueve meses en política es una eternidad y puede pasar de todo. Hasta entonces no caben esperar grandes avances en los temas pendientes.