Por qué no voy a dejar de ir a los mercados de Navidad de Berlín
Querido Facebook: el lunes por la noche, pasadas las diez, querías saber si estaba bien. Qué pregunta tan estúpida. Un camión había arrollado un mercado navideño a sólo 2 kilómetros de mi casa. Intenté convencerme a mí mismo de que no tenía que cundir el pánico. Pero, a medida que pasaban las horas, quedó claro que no se trataba de un trágico accidente. Querido Facebook: no, no estaba bien.
Querido Facebook: el lunes por la noche, pasadas las diez, querías saber si estaba bien. Qué pregunta tan estúpida.
Un camión había arrollado el mercado navideño situado frente a la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm de Berlín. Según las primeras noticias, había varios heridos y un fallecido. Luego se confirmó que habían muerto varias personas.
Vivo a algo más de 2 kilómetros del lugar en el que tuvo lugar la tragedia. Durante el verano, pasaba todos los días en bicicleta por esa plaza en la que perdieron la vida tantas personas. Evidentemente, esperé al comunicado de la Policía. Intenté convencerme a mí mismo de que no tenía que cundir el pánico. Pero, a medida que pasaban las horas, empezó a parecerme que estaba claro que no se trataba de un trágico accidente.
Querido Facebook: no, no estaba bien.
Mientras tanto, no paraban de llegarme notificaciones. A las once de la noche, ya había recibido alrededor de unas 100 notificaciones de amigos que habían confirmado estar "bien después del ataque en Berlín". Me alegré mucho de que ningún conocido estuviera en el mercado navideño en ese momento.
Espero que los heridos se recuperen pronto. Y quiero mostrar mis condolencias a todos aquellos que hayan perdido a un ser querido.
No era capaz de lidiar con esos "ha confirmado que está bien" de mis amigos de Facebook. Mis seres queridos se vieron en la situación de tener que confirmar que estaban bien en mi propia ciudad: este acto violento me hizo sentir de todo menos seguro. No voy a tolerar este tipo de cosas.
Querido Facebook: no estoy bien. Hay mucho odio ahí fuera.
Y esa frase se la dedico a todos los ciudadanos a los que les faltó tiempo para culpar a la comunidad musulmana por lo que había pasado en la plaza de la Iglesia Memorial. Aquel día fue una prueba más de la locura mundial generalizada.
Delante de cámaras de televisión, un policía asesinó al embajador ruso en Turquía, Andrey Karlov, en Ankara. Y, para justificar el ataque, citó las atrocidades que se habían cometido contra los civiles en Alepo, con aire victorioso y la adrenalina por las nubes, como una versión moderna del Che Guevara.
Hubo un tiroteo en una mezquita de Zúrich en el que resultaron heridas tres personas.
A la ONU le gustaría vigilar la evacuación de personas en Siria. Pero es demasiado tarde. Durante años, la comunidad internacional hizo la vista gorda con el dictador Bashar al-Assad, que lideró una guerra contra su propio pueblo, junto con sus amigos de Irán, Líbano y Rusia.
Y luego está el hecho de que Donald Trump haya salido elegido presidente de Estados Unidos por el Colegio Electoral. El rumbo que tomará la política internacional en el futuro se desconoce por completo.
Es verdad, no he resultado herido, pero estoy de todo menos bien. Tenemos que hacer algo para combatir todo este odio antes de que engulla al mundo entero. Podemos hacer mucho.
No podemos rendirnos ante aquellos que quieren implantarnos a la fuerza su perspectiva llena de odio. Tenemos que encontrar un camino que lleve a la libertad. No podemos dejar que se salgan con la suya aquellos que quieren convertir Alemania en un pueblo Potemkin; hay quienes repiten eslóganes que prometen seguridad, pero, si los analizamos detenidamente, veremos que no son más que una gran mentira. Lo único que quieren es que nos despidamos de valores como la amplitud de miras y la tolerancia.
Por encima de todo, tenemos que seguir aferrándonos a nuestra propia libertad. Sin duda, seguiré yendo a los mercados navideños de Berlín.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición alemana de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.