Hugo Chávez al vitriolo

Hugo Chávez al vitriolo

Huguito es corajudo y bravucón. Para unos, Huguito es un búfalo desatado, un gorila rojo, pura sangre brava. Para otros, un militarote, un populista, un histrión. Todos, sin embargo, coinciden en que Huguito es socialista, feo y libertador.

Huguito es corajudo y bravucón. Para unos, Huguito es un búfalo desatado, un gorila rojo, pura sangre brava. Para otros, un militarote, un populista, un histrión. Todos, sin embargo, coinciden en que Huguito es socialista, feo y libertador.

Huguito ha leído a Marx, o eso dice, y se ha estudiado la vida y milagros de Simón Bolívar, el padre de Venezuela y, por ósmosis, de toda América Latina. Huguito es un militar de clase humilde, enardecido revolucionario y fervoroso creyente. Huguito invoca el manifiesto comunista y la vigencia de la fe en la Milagrosa. Para Huguito, Jesucristo, el primer socialista.

A Huguito le gustan los mapas, por eso cuando sale en la televisión siempre va con uno. Hay quien sostiene que Huguito se pierde por los mapas, los mapas políticos, sí, los del cole, esos inocentes mapas que siempre agarra con una mano mientras los emborrona con un rotulador rojo, Huguito siempre tan simbólico. "Mete zoom", le dice Huguito al camarógrafo. "Figúrense, mis panas, aquí está Maracaibo", dice señalando un punto en el mapa, "lo que hay que hacer es venir por aquí y a la que venimos tenemos que exportar cemento a Caracas y, de esta forma, aprovechamos los viajes del barco", remata ufano, alumbrado por una sabiduría divina, Huguito. Una voz, la del vicepresidente del Partido, Diosdado, ubicuo donde los haya, farfulla: "En Caracas ya hay cementera, mi comandante". Huguito se encabrona un poco: "Yo sólo doy la idea, Diosdado, yo la lanzo y ustedes la desarrollan". Todos aplauden. Huguito es un iluminado.

Huguito es como un niño grandón, se encabrona con pasmosa facilidad si se le lleva la contraria, bufa como un mamut. Huguito pasó por la milicia, conspiró en torno al Samán de Güere y protagonizó un golpe de Estado y un breve exilio en las islas venezolanas. Ahora Huguito es presidente perpetuo de la República y sale en la tele con sus mapitas, tan cándido, tan de andar por casa, tan desvalido que ninguno de sus asesores se atreve a llevarle la contraria o es que, acaso, los asesores saben menos que Huguito. Cada vez que acaba su discurso, ante la plebe encendida, Huguito se repite como un mantra: "Hasta la victoria siempre". Los demás le replican: "Venceremos".

Huguito se ha modernizado: ahora anuncia los ministros por Twitter, también las nacionalizaciones de la banca y de las harineras para hacer las arepas socialistas. Huguito esculpe sus glosas en menos de 140 caracteres ("Exprópiese") y arenga, a través de la red social del pajarito azul, a los ranchitos que salpimentan las colinas y los valles de Caracas, donde cada vez que llueve las torrenteras de agua arrasan las calaminas de las chabolas y dispersan los revólveres y los cadáveres del pueblo sufriente; Huguito, el probo de los pobres, otorga cargos en la Administración a etarras como Cubillas y a su esposa Odriozola. Hace llamados de apoyo a las concentraciones del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), airea en alocuciones inacabables los millones de barriles que destina a los países afines (Bolivia, Cuba, Argentina) y proclama su pasión por la música llanera en los platós cutres de Aló, Presidente, donde utiliza lapiceros con goma de borrar y guijarros a modo de pisapapeles. Huguito siempre tan campechano y tan pedestre.

Huguito, que es de ascendencia humilde y de familia sin recursos, acaba de ganar las elecciones de nuevo y, con su esfuerzo y su honradez en el Gobierno, ¡oh sorpresa!, ha hecho que el ominoso clan familiar acumule un patrimonio de casi 140 millones de dólares en los Estados Unidos, donde parece ser que la familia de Huguito dispone de cinco cuentas bancarias en instituciones financieras del Imperio (¡será posible!), casi 140 millones de billetes que llevan garabateados el rostro de George Washington y no el de Simón Bolívar (¡oh, qué patraña!). El hermano Adelis encabeza la lista con 90 millones de dólares, seguido de Adán Chávez (gobernador del estado de Barinas) con 18.

Lo más emotivo o conmovedor es que la mamá del ilustre presidente, Elena Chávez, tan trabajadora y tan plebeya, tiene en su cuenta más de 16 millones del odiado billete verde. Los otros hermanos poseen el resto. ¿Será posible tamaña injuria? ¿Qué corporación o grupo de militares o endiablados políticos del malvado Imperio se esconden detrás de esta perversa y capitalista ignominia? ¿Se nos habrán convertido el comandante Huguito y toda su familia en una panda de escuálidos de esos que tanto critican?

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