Las niñas merecen la oportunidad de alcanzar sus sueños
¿Cómo puede, cualquier país, asegurar una prosperidad duradera si se descuida o, peor, se prohíbe el uso de sus habilidades a la mitad de su población? ¿Cómo podemos sentirnos bien en un mundo en el que las niñas se enfrentan a estos tipos de injusticia?
Adondequiera que vayas en el mundo encontrarás a niñas con grandes sueños. Niñas como Fátima, que sueña con ser científica para que sus experimentos inmortalicen su nombre. Niñas como Simrah, que sueña con ser nadadora olímpica porque los entrenamientos de atletismo le han enseñado que "la única dirección que debo seguir es hacia delante". Niñas como Areeba, que sueña con hacerse diplomática, pues "si creemos en nosotras mismas, todo el mundo creerá también". Niñas que nos inspiran con su seguridad, valentía y compromiso. Niñas cuyo talento, energía y talentos pueden cambiar el mundo.
Niñas cuyos sueños - y determinación para conseguirlos- revelan un gran coraje y determinación, en un mundo en el que la búsqueda de algo mejor para sí mismas puede poner literalmente sus vidas en riesgo. Así como la ganadora del Premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai nos ha inspirado con su fortaleza, hay chicas en ciudades, pueblos y aldeas rurales de todo el mundo que están luchando por sus propios sueños peligrosos. El sueño de obtener una educación. El sueño de casarse cuando elijan. El sueño de controlar sus cuerpos y sus vidas. El sueño de convertirse en todo lo que saben que pueden ser, sin importar los obstáculos o riesgos.
Estas son las niñas -y sus sueños- que homenajeamos el Día Internacional de la Niña, el 11 de octubre de 2014. Si ayudamos a más niñas a realizar sus sueños, el impacto será transformador. Cuando a las niñas se les otorga autonomía por medio del acceso a la educación, la salud y la justicia, experimentan un progreso extraordinario, ayudando a edificar sus comunidades y construyendo un futuro mejor para todos nosotros.
Uno de los ejemplos que más me han inspirado es el de Humaira Bachal, de 27 años, que comenzó a ser una líder en la educación para niñas ya de niña. Humaira creció en un barrio paupérrimo de las afuera de Karachi, en Pakistán. Aunque su padre se oponía a que ella fuera a la escuela, Humaira estaba convencida de que ir a la escuela era la clave para una vida mejor y, aspecto crucial, su madre era de la misma opinión. A los 12 años, Humaria, junto a unas amigas, comenzó a enseñar a niños de otro barrio. Primero lo hizo fuera de su entorno y luego, al aumentar el número de alumnos, alquiló con su propio dinero un espacio que convirtió en sendas aulas.
Humaira, incansable, comenzó a retar prácticas culturales muy arraigadas, exhortando a las madres a no perpetuar el analfabetismo en sus hijas o a no inducirlas a bodas de niñas y otras injusticias que ellas mismas habían sufrido; así mismo instaba a los padres a que permitieran que todos sus hijos fueran escolarizados, ejerciendo su derecho. Para junio de 2013, ella y sus compañeras se encargaban de la educación de unos 1 200 niños y niñas y, según iban graduándose en el programa, se llevaban el modelo a otras comunidades.
Era la historia de un éxito increíble, pero los sueños de Humaira no habían hecho más que comenzar. Tenía planeado crear una escuela moderna con patio y todo, una biblioteca y ordenadores; un lugar en el que las niñas y los niños locales pudieran comenzar a ver el mundo más allá de su horizonte.
Durante el concierto Sound of Change Live del pasado verano presentado por CHIME FOR CHANGE, compartimos la historia de Humaira con el mundo con la proyección de Humaira, la Cazadora de Sueños de la directora de cine premiada con un Oscar Sharmeen Obaid Chinoy. Madonna dio un paso adelante con una importante donación y apremió a la comunidad CHIME FOR CHANGE a que se uniera a ella, lo que hicimos posible por medio de las tecnologías crowdfunding, utilizando el poder de las redes sociales para cambiar el mundo. Gracias a la apabullante respuesta que tuvo, la Escuela de los Sueños de Humaira se ha terminado de construir este verano. Ha pasado de ser un sueño a ser un sueño hecho realidad, y en palabras de Humaira, el edificio en sí mismo "simboliza de modo muy visible lo que una niña puede lograr".
La Escuela de los Sueños de Humaira es una prueba tangible de que cada uno de nosotros podemos marcar la diferencia. Pero soñar no es suficiente; además, tenemos que actuar. Cada uno de nosotros tiene una voz. Cada uno de nosotros puede hacer una contribución. Tú puedes encontrar un lugar para participar, para hablar de ello, para ser parte de algo más grande que tú. Nuestras acciones son las que nos definen. Y estas acciones se van sumando -una persona, un paso, un dólar, un euro, un peso, un rial cada vez- al igual que las voces solitarias se convierten en el movimiento de muchos, demasiado poderoso para ser ignorado.
Pero no hemos de esperar. Porque no se trata solo de lo que ganamos cuando damos autonomía a las niñas. Se trata también todo lo que pierde la sociedad cuando no lo hacemos. ¿Cómo puede alcanzar Nigeria todo su potencial cuando se rapta a colegialas en medio de la noche que siguen sin aparecer más de cinco meses después? ¿Cómo puede esperar Siria reconstruirse cuando hay tantas mujeres y niñas desplazadas que están siendo tratadas cruelmente y vejadas con violencia sexual, abuso doméstico y bodas precoces? ¿Cómo puede, cualquier país, asegurar una prosperidad duradera si se descuida o, peor, se prohíbe el uso de sus habilidades a la mitad de su población? ¿Y cómo podemos sentirnos bien en un mundo en el que las niñas se enfrentan a estos tipos de injusticia?
Los alumnos de la escuela de Humaira tienen una oración: "Que mi vida sea tan brillante como una vela ardiendo". En este día, el Día Internacional de la Niña, protejamos y demos nuestro apoyo a los sueños de las niñas; ayudemos asimismo a estos millones de tímidas llamas a convertirse en un sol que ilumine el cielo.