Reabrir o no la cueva de Altamira: una historia para no dormir
Es escandalosa la forma que tiene este Ministerio de tomar el pelo a los ciudadanos con el tema de la reapertura de Altamira, a pesar de haberse gastado un millón de euros en un estudio que ahora nadie sabe bien para qué servía, y cuando numerosísimos científicos de prestigio se han manifestado contra la posibilidad de volver a abrir la cuevas al público.
Leo estupefacta una nota de prensa del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de este país, el departamento en manos de José Ignacio Wert. En este PDF adjunto en mi correo se indica que las investigaciones realizadas por el equipo del ingeniero suizo Gäel de Guichen, desde agosto de 2012, y que han costado un millón de euros, trataban de "garantizar su conservación sostenible", y que aunque se ha estudiado la influencia de la presencia humana en la cueva, cerrada desde 2002, "por ello no se puede deducir que el estudio estuviera dirigido a abrir la cueva al público".
Lo leo y no doy crédito, pues he aquí que en su misma página web publica lo contrario (Programa de Investigación para la Conservación Preventiva y Régimen de Acceso de la Cueva de Altamira). Es escandalosa la forma que tiene este Ministerio de tomar el pelo a los ciudadanos, aunque éstos sean prestigiosos investigadores, como los que han enviado una carta a la UNESCO esta semana, o como los que se reunieron en un workshop sobre Arqueología en abril del año pasado en Sevilla, que ya se quejaban de la posible apertura.
Gäel de Guichen, en la presentación de resultados en el Museo Arqueologico Nacional.|ROSA M. TRISTÁN
Es más, ¿a cuenta de qué dejaron entrar en la cueva a cinco personas todas las semanas, desde febrero de 2014 hasta febrero de 2015, si no se quería abrir? Ya entonces publicaba en este blog mi extrañeza ante esa medida, cuando poco antes se me aseguraba desde el Museo de Altamira que no se podía entrar a grabar una película en 3D, una propuesta que se lanzó también en este Laboratorio, porque con la copia era más que suficiente... Y aumentaba mi extrañeza el hecho de que se contratara a un científico extranjero como director del equipo de investigación, cuando investigadores españoles, del CSIC para más señas, llevaban 10 años dentro de la cueva investigando. Eso sí, ellos eran firmes defensores de que no se abriera. Había que quitárselos de encima...
Con aquellas primeras visitas experimentales hice la cuenta: a cinco a la semana, para que el 10% de los españoles pudieran entrar en la cueva se necesitarían 800.000 semanas (14.000 años), ni más ni menos. ¡Gran medida para fomentar el turismo a Cantabria! Sin sonrojo alguno, la futura apertura se vendió a bombo y platillo en la Feria FITUR 2014, cuando aún faltaba para tener las conclusiones. Es lo que se llama vender la piel del oso antes de cazarlo. A no ser que lo dieran por hecho...
Y llegó la primavera pasada, y en una jornada en el Museo Arqueológico Nacional, De Guichen por fin presentó, casi dos años después del inicio de su trabajo, los primeros resultados, que hasta entonces eran un misterio. Allí fuí a ver qué nos contaba. Y allí pude escuchar al director general de Bellas Artes del Ministerio, Jesús Prieto, asegurar literalmente: "Hay una tensión social grande reclamando la apertura de Altamira". No hay más que salir a la calle para verlo, es lo que más pide la sociedad española. Y añadía que "el Patrimonio debe favorecer el enriquecimiento", como podéis leer en esa crónica.
Por cierto, ese día el investigador suizo ya adelantaba que el mal de las cuevas, cerradas en 2002 porque las visitas las perjudicaban, se debía a factores naturales, pero a la vez reconocía que faltaban datos para probar el impacto de las visitas.
El plan de reapertura, entregado
El caso es que la UNESCO recibió en noviembre pasado el plan del Gobierno de España de reabrir controladamente las cuevas, que por cierto, son Patrimonio de la Humanidad. Y lo hizo aunque apenas un mes antes la institución de la ONU había avisado de que reabrir Altamira era un riesgo para su conservación. Es la misma razón por la que están cerradas las de Chauvet o Laxcaux (Francia), y curiosamente en la última, trabajó De Gäel.
Hace unos días, y temiéndose que las elecciones autonómicas podían acelerar el proceso de apertura, un grupo de prehistoriadores de la Universidad Complutense publicaba una carta dirigida a la UNESCO, que en buena parte recoge todo lo anterior y que abunda en el escaso prestigio científico del suizo, conocido por promover siempre aperturas públicas de monumentos. Esa misiva era la expresión de una indignación monumental, larvada pero real, que desde 2012 he podido captar en cuantos arqueólogos e historiadores he preguntado... Salvo entre los de Cantabria, debo reconocer.
Donde dije digo....
Tras la carta, el presidente cántabro no ha tardado en señalar que los científicos españoles son irrespetuosos con sus colegas. Qué patético que trate de conseguir votos jugándose el futuro de algo que no le pertenece... Y, en todo caso ¿no fue irrespetuoso el Ministerio de Cultura con los investigadores del CSIC que estuvieron 10 años trabajando en la cueva, cuyo informe no ha querido hacerse público, y que fueron desplazados por otros, más proclives a hacer lo que los políticos quieren? ¿Y no lo fue su Gobierno cuando en FITUR vendía en el stand de Cantabria la apertura de Altamira a todo trapo, aún antes de tener las conclusiones?
Por eso, cuando leo la nota de prensa con la "Postura Ministerio sobre Altamira" (ver al final del post), no doy crédito a tanta desfachatez. Porque ahora resulta, dicen, que los trabajos últimos que, repito, han costado un millón de euros, no se destinaban a abrir las cuevas, sino a conocerlas mejor. Es curioso que con el equipo de Gäel de Guichen igual las conozcamos mejor, pero ha sido sido en un estudio de un grupo de investigadores españoles donde se ha revelado que Altamira es un 20% más grande de lo que se pensaba, y eso sin llevarse ese dineral.
Este post fue publicado inicialmente en la web de la autora