Euskadi: otro frente abierto
Los nacionalistas están dispuestos a llegar al Gobierno a cualquier precio. Cuatro años en la oposición han sido un duro aprendizaje en el que no piensan reincidir ni de lejos; quienes se dedican a la fontanería lo tienen muy claro. En el caso de que HB-BILDU fuese la lista más votada, tendrá todo tipo de obstáculos.
Los hechos son tozudos; para gozo de unos e ira de otros, Euskadi es nacionalista. Quedó bien claro tras las elecciones municipales del pasado año. Cuando en la recta final de la campaña, todavía el 30% de los votantes vascos no han decidido por quién van a decantarse, la diferencia entre los dos partidos nacionalistas (PNV y EH-BILDU), se estrecha más de lo que apuntaba el sondeo del CIS, hace una semana. Esa diferencia inicial entre ambos de seis escaños, que auguraba como ganador al PNV, ahora podría ser de tan solo dos. La suma de ambos supondrá el triunfo del nacionalismo en un Parlamento donde quien logre el mayor número de escaños está condenado a pactar, porque cualquiera que conozca un poco la realidad sociológica del país, sabe que un pacto estable, -que no puntual- entre ambos es impensable. Lo que sí está claro es que casi dos tercios de la cámara vasca será nacionalista.
Si el PNV opta por gobernar en solitario, como hay quien lo afirma, no tendrá más remedio que estar negociando de forma constante durante toda la legislatura para aprobar leyes, o nombrar cargos públicos como el director general de EITB que tendrá que serlo por mayoría absoluta. Algo que le provocará un desgaste en poco tiempo. Si por el contrario, opta por suscribir un acuerdo de Gobierno estable, tendrá que hacerlo con un partido que le proporcione la mayoría absoluta; únicamente podría obtenerla pactando con el PSE-EE la novia, en principio, con más probabilidades. Solo que esta vez alcanzar los 38 escaños (de un Parlamento de 75 escaños) que se necesitan sumar para poder gobernar con tranquilidad los próximos cuatro años, pueden tener un precio muy alto. Si el PNV no llega a un acuerdo con los socialistas o éstos no obtienen el número suficiente de escaños para que el PNV obtuviese la mayoría absoluta, el PP está dispuesto a echarle una mano al PNV con tal de que HB-BILDU no llegue a Ajuria Enea: un apoyo en la investidura de Iñigo Urkullu como Lehendakari a cambio de nada, pero que por otro lado incomodaría a buena parte del electorado del PNV.
Los nacionalistas están dispuestos a llegar al Gobierno a cualquier precio. Cuatro años en la oposición han sido un duro aprendizaje en el que no piensan reincidir ni de lejos; quienes se dedican a la fontanería lo tienen muy claro. Desde Sabin Etxea, se pactará con quien haga falta con tal de llegar a Ajuria Enea de nuevo. El problema es que ahora con HB-BILDU presente en una campaña electoral en la que su candidata tiene un perfil suave, y un currículo más competente que muchos parlamentarios que hoy ocupan un escaño en la cámara de Vitoria, es obvio que la balanza se puede inclinar hacia cualquiera de los lados.
En el caso de que HB-BILDU fuese la lista más votada, tendrá todo tipo de obstáculos para alcanzar la presidencia del Gobierno Vasco. En realidad, puede que incluso no le interese todavía gobernar, pero sí demostrar al país su fuerza. De lo que no hay ninguna duda es que con los datos que arrojen estos dos partidos el 21 de octubre, se abrirá una nueva página en el parlamento de Vitoria donde el nacionalismo, de un signo u otro, condicionará cualquier iniciativa. Una legislatura en la que Moncloa tendrá otro frente abierto, a no ser que los asesores del presidente sepan hacer una lectura acertada de la realidad de una comunidad pequeña, pero demasiado compleja como hacer interpretaciones simples.