Un vaso es un vaso y un plato es un plato
En España, la nacionalidad se obtiene por sangre, es decir, si tienes madre, padre o ambos españoles automáticamente eres español, aunque hayas nacido en la Cochinchina. ¿Qué significa eso? Que todos los residentes en una hipotética Cataluña independiente que hayan nacido en cualquier autonomía española, así como sus hijos serán españoles siempre y cuando no rechacen esa nacionalidad.
Tener a Mariló Montero de presidenta del Gobierno no debe de ser muy diferente a lo que tenemos ahora, con la diferencia de que a nuestro querido Mariano, cuando se ve acorralado, le tiemblan las piernas y le parpadea un ojo incontroladamente, mientras que la presentadora sale airosa de la más ridícula de las meteduras de pata.
Lo último de nuestro presidente ha sido la demostración de su desconocimiento de la Constitución española, ese texto que tanto sirve para un roto como para un descosido, y su ignorancia de en qué consiste tener nacionalidad española, y sobre si un vaso deja de ser vaso aunque lo pongan en el mueble de los platos. Por su puesto, no ha faltado quién le echara un capote, como el ministro Margallo o Arcadi Espada, para interpretar las leyes. Pero por mucho que se empeñen, la realidad no va a cambiar.
En España, la nacionalidad se obtiene por sangre, es decir, si tienes madre, padre o ambos españoles automáticamente eres español, aunque hayas nacido en la Cochinchina. También te puedes nacionalizar si cumples ciertos requisitos, como rechazar tu anterior nacionalidad si no existiera ningún acuerdo que reconociera la doble nacionalidad entre tu país de origen y España. ¿Qué significa eso? Que todos los residentes en una hipotética Cataluña independiente que hayan nacido en cualquier autonomía española, así como sus hijos -es decir, más o menos la mitad de los habitantes de Cataluña-, serán españoles siempre y cuando no rechacen esa nacionalidad.
Por otra parte, aquellos que hayan nacido en Cataluña y tengan padres catalanes, podrían perder automáticamente la nacionalidad si el Estado español entiende que ya no tienen origen español (Art.11.2. de la Constitución. Ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad). Pero esto, evidentemente, implicaría el reconocimiento de la independencia de Cataluña, porque lo que no se puede hacer es no reconocer a un hipotético Estado catalán y al mismo tiempo rechazar a los ciudadanos de ese Estado al que no se reconoce.
Claro que todo esto son solo palabras y que las leyes los Gobiernos las modifican y las interpretan en función de sus intereses. Así, si en el día de mañana un Gobierno decide que solo puede ser español el que tenga la misma cara de plato que nuestro presidente, pues así será.