Cómo ha ganado las elecciones 'el Donald Trump' filipino
Su afición por el lenguaje soez y por no callarse las cosas casi acabó con su campaña. Se hizo viral un vídeo en el que bromeaba a costa de una australiana que había muerto tras haber sido brutalmente violada: "Era tan guapa...". Sin embargo, parece que los votantes filipinos no sólo le han perdonado; le han llevado a la presidencia con un entusiasmo indiscutible.
Manila (Filipinas) - El pasado 9 de mayo, Filipinas eligió al decimosexto presidente de su historia. Con casi el 90% de los votos escrutados (estimación extraoficial), Rodrigo Duterte Jr., el alcalde de Dávao, una ciudad del sur del país, se llevó un 38% de los votos con una diferencia de un 15% con su rival más cercano.
Duterte tomará las riendas del país durante los próximos seis años. Con una democracia frágil marcada por un sistema de partidos políticos débil, la estabilidad política del país depende de la fuerza y de la popularidad del presidente. Será el principal político, el jefe que disfrute de poderes infinitos y el comandante de las fuerzas armadas encargadas de disuadir las dos rebeliones internas, un puñado de grupos terroristas que buscan debilitar la democracia y emprender una defensa creíble de las fronteras del país. Duterte debe asegurar la continuación del crecimiento económico y del reparto de riquezas, especialmente entre el 25% de la población que vive en situación de pobreza.
Hay nuevas dificultades: el cambio climático y la adaptación, la subida del precio del petróleo y el peligro al que se enfrentan los filipinos que están trabajando fuera (especialmente los que se encuentran en Oriente Medio), la crisis económica global y las incursiones por parte de China en el mar de Filipinas. Duterte tendrá que lidiar con todas.
Un lugareño fuerte entre candidatos convencionales
A Duterte se le ha comparado con Donald Trump por su retórica rápida, sus chistes de mal gusto -que en ocasiones llegaban a sorprender al público-, y por su afición por defender la existencia de atajos judiciales. El parecido con Harry el sucio es innegable: se trata de un líder que consiguió el cariño de los davaoeños con un enfoque eficiente para conseguir paz y orden. Ha acabado con el crimen de la ciudad después de los misteriosos y controvertidos asesinatos de más de 1000 delincuentes. Ha prometido hacer lo mismo en todo el país en menos de seis meses si sale ganador de las elecciones. Cree que los problemas del país se pueden reducir a una falta de voluntad política de los líderes, que él podrá proporcionar.
Duterte presentó su candidatura después de un drama político provocado por la sustitución del anterior candidato del partido conocido por el acrónimo PDP-Laban. Contaba con la experiencia de haber sido el alcalde de una de las ciudades más avanzadas del sur. Además, introdujo en campaña su reputación de político en contra del crimen y la reclamación de la isla Mindanao -pobre, pero rica en recursos- contra la Manila "imperial".
Superó a un grupo de candidatos muy variado.
Entre el resto de candidatos se encuentra la senadora Grace Poe, la hija adoptiva del difunto Fernando Poe, probablemente el actor más famoso del cine filipino. Fernando Poe murió después de perder las controvertidas elecciones presidenciales de 2004.
También se ha presentado a las elecciones el ex secretario del Interior y del Gobierno local, Manuel Roxas II, que estudió en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos). Roxas es un inversor tecnócrata y el heredero de un imperio enorme de propiedades y negocios. Es el nieto del presidente Manuel Roxas, el primer presidente de la República independiente de Filipinas que surgió de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial.
El siguiente candidato, el vicepresidente Jejomar Binay, lleva en campaña desde 2012 y fue alcalde de Makati. Por último, la senadora Miriam Defensor Santiago fue candidata a la presidencia en 1992 y todavía cree que el ganador de las elecciones de ese año, el presidente Fidel Ramos, llegó al poder haciendo trampas.
Por lo tanto, las bases estaban sentadas para una campaña marcada por ataques duros y, a menudo, personales.
A Binay se le acusó de corrupción en Makati y ahora se enfrenta a una investigación. Se acusó a su familia de ser una dinastía política.
A Poe, que fue adoptada, se le acusó de no cumplir con los requisitos constitucionales necesarios para ser candidata porque no es una "ciudadana de Filipinas de nacimiento", sino una "ciudadana americana" que adoptó esa nacionalidad al casarse con su marido en Estados Unidos. Tiene la doble nacionalidad. También se le acusó de no cumplir con el requisito constitucional de haber vivido 10 años en Filipinas. El Tribunal Supremo la proclamó candidata cualificada para optar a la presidencia. También fue criticada por ser una neófita en la política.
El candidato Roxas fue acusado de no hacer bien su trabajo en el Gobierno. Se le echó la culpa del mal funcionamiento de los aeropuertos, del mal estado de las redes de tranvía, del horrible tráfico de Manila, del fiasco a la hora de repartir matrículas y carnés de conducir y de la lenta velocidad de Internet. También se le culpó por la mala gestión del asedio de los rebeldes en Zamboanga, por cometer errores a la hora de lidiar con desastres naturales como el supertifón Haiyan, por no gestionar bien los planes de rehabilitación y por el aumento de los índices de criminalidad y de consumo de drogas en los núcleos urbanos.
El resto de candidatos no prestó mucha atención a Defensor Santiago, debido probablemente a su salud, a su ácida retórica y a la baja puntuación que recibía en las encuestas.
A Duterte, que irónicamente es abogado de profesión, se le acusó de haber organizado los asesinatos extrajudiciales que tuvieron lugar en Dávao, por asociación con varios grupos de rebeldes, por corrupción y por obtención ilícita de bienes. Sin embargo, a los votantes les cautivó con su actitud campechana, con sus bromas groseras, con su firme actitud ante el crimen y las drogas y con su predilección por las soluciones rápidas: normalmente recurre a vacíos legales y esquiva los trámites burocráticos.
El fenómeno Duterte
Duterte consiguió la atención de los votantes al prometer soluciones rápidas para los problemas de la nación. Más que nada, se convirtió en el símbolo antihéroe de la frustración, de la desesperanza y, hasta cierto punto, de la desesperación de los ciudadanos en lugar de la despreocupación, el fracaso e incluso la arrogancia que muestra la élite política del país -entre la que se encuentra la administración de Benigno Aquino- ante las miserias diarias del país.
En Filipinas se percibe una falta de voluntad política para lidiar con los problemas de drogas, criminalidad, pobreza, corrupción, altos precios e inestabilidad laboral y para proporcionar servicios básicos como el transporte, las comunicaciones, la sanidad y la educación. El Gobierno actual en particular fue una decepción para muchos por no asegurar un crecimiento más incluyente y por emprender medidas anti corrupción sólo contra sus enemigos políticos.
En las elecciones de 2016, muchos votantes pensaron que ya habían tenido suficiente. La mayoría de ellos votaron por el cambio: cuanto más radical, mejor. Duterte y Poe representaron esa actitud para atraer a los ciudadanos y no dejaron de alternar la primera posición de las encuestas.
Pero fue Duterte quien siguió en la cresta de la ola gracias a este voto de protesta. Empezó a alejarse del resto de candidatos a finales de abril. La prensa empezó a utilizar el término "fenómeno Duterte".
Su afición por el lenguaje soez y por no callarse las cosas casi acabó con su campaña. Se hizo viral un vídeo en el que Duterte hacía un "chiste" a costa de una australiana que había muerto en 1989 tras haber sido brutalmente violada: "Era tan guapa... ¡El alcalde debió haber sido el primero! Menudo desperdicio". La consiguiente condena por parte de sus oponentes, de grupos defensores de los derechos de las mujeres, de activistas defensores de los derechos humanos, de la Iglesia, de la familia de la víctima y de los embajadores de Australia y de Estados Unidos hizo que se pusiera a la defensiva. Después de eso, muchos votantes pusieron en duda su capacidad para ser presidente.
Sus oponentes, conscientes de su debilidad, se abalanzaron sobre él con nuevas acusaciones de riqueza oculta y de comportamiento psicótico. Roxas apeló a la continuidad familiar en comparación con el cambio desconocido de Duterte.
Después de un corto periodo de cabezonería -en el que incluso llegó a negar la disculpa que publicó su partido- pidió perdón personalmente. Aparentemente, los votantes filipinos le han perdonado. Le han llevado a la presidencia con un entusiasmo indiscutible.
Sin lugar a dudas, a la élite política le costará aceptar a un intruso (y antihéroe local). Pero, por suerte o por desgracia, los votantes le han dado las riendas para que defina a Filipinas, una nación que sigue en transición.
Este post fue publicado originalmente en 'The WorldPost' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.