Cuando las mujeres no llaman...
La disminución de actuaciones para combatir la violencia de género es coherente con las políticas de recorte en derechos que practica el PP, respecto de las que están alertando muchas organizaciones españolas, pero también instituciones internacionales como la OCDE, porque suponen un retroceso en igualdad de más de 30 años.
Finalmente llegó la noticia, no querida aunque sí esperada: las llamadas al 016 se desploman en octubre, son casi la mitad menos que en 2011.
Es el primer dato que nos muestra algo que ya es evidente, y es que las mujeres acuden menos a las Administraciones Públicas en busca de ayuda para afrontar su ruptura con la violencia de género.
Pudiera ser porque buscan ayuda en otros lugares, sin embargo la realidad nos dice que es más acertado pensar que sencillamente no rompen con la situación. Por ese motivo, también disminuyen las denuncias, así como el porcentaje de mujeres asesinadas que habían denunciado previamente.
¿Qué está pasando? nos preguntamos, y ante ello podemos aventurar algunas respuestas:
la situación actual está dejando sin expectativas a las mujeres ante las dificultades para recomponer una vida en la que probablemente necesitan empleo, vivienda, y apoyo social, especialmente si tienen hijos e hijas. Además, en su huida del violento, las mujeres requieren cambio de domicilio y de lugar de trabajo. También necesitan apoyo social y escolar, protección policial, etc.
Sin embargo, la realidad es que las políticas de los Gobiernos del PP en el Estado y en las Comunidades Autónomas están dejando sin recursos a las mujeres.
Lamentablemente hemos pasado de tener un Gobierno que llamaba a las mujeres a salir de la situación de violencia con mensajes y campañas permanentes, a otro Gobierno que denomina realidad al sufrimiento que causan sus medidas de ajuste y nos pide resignación ante la adversidad. Sin decírselo directamente a quienes sufren violencia, lo dice indirectamente cuando aplica recortes a las medidas dirigidas a luchar contra esta lacra social.
Desde que la ministra Ana Mato calificara las campañas de sensibilización como propaganda, el Gobierno ha venido desarrollando políticas que están condicionando enormemente la vida de las mujeres. Muchos son los ejemplos: la reforma laboral -responsable del incremento reciente del desempleo femenino, así como de la eliminación de derechos laborales y para la conciliación de la vida familiar y laboral-, el desmantelamiento de la Ley de Dependencia, el ataque a la sanidad y la educación públicas, la reducción de ayudas a escuelas infantiles y a comedores escolares, la eliminación de programas para fomentar el empleo femenino... En este contexto, salir de la violencia de género se convierte en un lujo que pocas mujeres pueden permitirse.
Si a esto sumamos la reducción brutal de presupuestos específicos contra la violencia de género, y la reducción o eliminación de los programas de sensibilización, información, asistencia jurídica, Centros y Casas de Acogida, en Comunidades Autónomas como Castilla-La Mancha, Extremadura, Cantabria, Baleares, Comunidad Valenciana, etc., etc... entendemos los motivos por los que las mujeres tienen más dificultades para iniciar un camino que no saben si tendrán que recorrer en solitario.
La disminución de actuaciones para combatir la violencia de género es coherente con las políticas de recorte en derechos que practica el PP, respecto de las que están alertando muchas organizaciones españolas, pero también instituciones internacionales como la OCDE, porque suponen un retroceso en igualdad de más de 30 años. La violencia de género es una manifestación brutal de la desigualdad, por eso atacar la igualdad es la mejor manera de seguir reforzando la violencia dentro de las relaciones de poder de los hombres hacia las mujeres.
Incluso antes de que nos lo recordara Wert, sabíamos que el PP aplica estas políticas por motivos ideológicos, por eso los ciudadanos y ciudadanas deberíamos tener cuidado con las ideologías que fomentan la desigualdad en la convivencia, que prefieren la inseguridad de las personas antes que aceptar la libertad para decidir, que imparten doctrinas contrarias a los derechos y a la vida. Esa ideología, que defiende la derecha ultraconservadora que nos gobierna, también deja a las mujeres bloqueadas y sin recursos a los que agarrarse ante la necesidad de salir de la violencia en defensa de su salud y su vida.