"Más Teresa no interesa": cómo el intento del PP de boicotear a Ribera causa una crisis sin precedentes en la CE

"Más Teresa no interesa": cómo el intento del PP de boicotear a Ribera causa una crisis sin precedentes en la CE

El Partido Popular Europeo se ha sumado a la estrategia de presión de Feijóo, que pone en riesgo la coalición proeuropea que sustenta a las instituciones. Por ahora, hay retrasos en el nuevo equipo Von der Leyen, pero el daño puede ser más hondo.

La vicepresidenta española Teresa Ribera, el 12 de noviembre de 2024, en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas, antes de su examen.OLIVIER HOSLET / EPA / EFE

"Esto es ridículo. Una campaña muy coordinada de la derecha española ha llevado a una competente candidata de centroizquierda para la nueva Comisión Europea, Teresa Ribera, a ser interrogada sobre los fracasos de la derecha española (el fracaso de [Carlos] Mazón a la hora de preparar a Valencia para la inundación a pesar de las amplias advertencias)". En apenas un tuit, Jeremy Cliffe, director editorial del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, resume la crisis sin precedentes por la que navega la Comisión Europea desde esta semana. 

Una aspirante que sabe de lo suyo, internacionalmente reconocida, aplaudida por los medios comunitarios como el perfil más válido del nuevo equipo de Ursula von der Leyen, puesta a los pies de los caballos por una pelea doméstica, nacional, levantada sobre informaciones turbias que las pruebas van desmontando poco a poco. Un encarnizamiento que ha superado la polarización española para dividir al Parlamento Europeo, poner en tela de juicio la Comisión que se está formando y hacer peligrar la coalición demócrata y europeísta (derecha tradicional, socialdemócratas y liberales) que sostiene las instituciones desde hace décadas. Los ultras, regocijándose al fondo. 

Pongamos el caso en contexto. El líder del Partido Popular español, Alberto Núñez Feijóo, ha conseguido el apoyo del alemán Manfred Weber, al frente del del Partido Popular Europeo, para bloquear a Ribera, actual vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico en nuestro país. La también alemana Von der Leyen, presidenta de la Comisión, la eligió en verano -tras negociar con sus aliados socialistas y centristas- para ser la nueva comisaria de Transición Limpia, Justa y Competitiva, con rango de vicepresidenta ejecutiva. 

El freno, al menos temporal, se pactó el lunes, en una videoconferencia en la que el PP insistió a Weber en que Ribera no ha estado a la altura de sus responsabilidades en la DANA que ha azotado a la Comunidad Valenciana y a Castilla La Mancha, dejando más de 200 muertos. Algunos círculos del PP sugirieron esta semana que no se opondrían a un candidato socialista español para el puesto de comisario per se (que es lo que reclama Vox), sino que preferirían otros nombres, como el del ministro de Agricultura, Luis Planas, de larga experiencia en la burbuja de Bruselas y en la política de la UE.

Llegó el martes y, con él, el examen a Ribera en el Parlamento Europeo. "Circo", "casa de locos", "espectáculo terrible", "vergonzoso", son algunas pinceladas de las crónicas de esa noche, en la que hubo un ataque con artillería pesada contra la aspirante a ser la socialista con más poder de la CE. No es extraño que el principal partido de la oposición en España se oponga al candidato planteado por La Moncloa, sea del color que sea, pero el test de Ribera superó todo eso. 

No fue sólo el PP español el que golpeó, sino que se le unieron compañeros del PPE, sumándose a la crítica de que es "inmoral" que Ribera se lleve un "premio" cuando "aún hay muertos" por localizar, en palabras del eurodiputado Esteban González Pons. Un conservador portugués, Sebastião Bugalho, llamó al presidente Pedro Sánchez "el Orbán ibérico", en referencia al iliberal primer ministro de Hungría. Los términos y el tono superaban el choque nacional ya conocido.

A la espera del desenlace, Feijoo cree que tiene los números para desbancar a Ribera de la vicepresidencia de la Comisión y va a por todas, con Weber de aliado. "No lo damos por perdido", dice la delegación española del PP. El argumento clave que están transmitiendo a sus "colegas" europeos es que la socialista tendrá en el futuro "serios problemas con la Justicia” por su gestión de la DANA, lo que también pondría en un brete a la nueva Comisión Europea. "Feijóo no va a parar", ha trasladado el PP europeo a Von der Leyen.

Sin embargo, no todos los eurodiputados populares creen que la estrategia vaya a funcionar. "Esto forma parte de un pacto mucho más amplio. Bruselas no es Madrid, aunque se haya intoxicado de ella”, aseguran algunas fuentes consultadas por El HuffPost

Pero, pase lo que pase, en Génova hablan de éxito porque con su órdago han logrado poner el foco en Ribera, cuando estaba instalado en el presidente valenciano, Carlos Mazón. “Salen magullados tanto ella como Sánchez”, dicen.

La tensión, en todo caso, pone en riesgo el equipo ya conformado por Von der Leyen. Los diputados decidieron aplazar no sólo la votación sobre la idoneidad de Ribera, sino de un comisario más y otros cinco vicepresidentes, hasta que se recomponga el consenso. Ya hay 19 de los 26 aspirantes a la Comisión que han pasado el filtro. 

Pero, en lo que resta, la cosa está difícil: hay problemas con el aspirante a comisario de Salud y Bienestar Animal, el húngaro Olivér Várhelyi, el hombre de Orbán, criticado por su visión restrictiva de los derechos de las mujeres, y también con el candidato italiano a vicepresidente de Cohesión y Reformas de la Comisión Europea, Raffaele Fitto, propuesto por la radical Giorgia Meloni, al que se le da mucho poder en el nuevo equipo.  

Todo el gabinete de Von der Leyen había sido pactado por los tres principales grupos del arco parlamentario, tapándose la nariz con los casos de Várhelyi y Fitto, ultraderechistas. Sin embargo, si ahora se cae Ribera, el Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas se negará a apoyar a estos dos y se desmoronará lo acordado. El PPE, grupo mayoritario, aún podría sacar estos nombramientos adelante con apoyo de dos grupos ultras, los Conservadores y Reformistas Europeos (liderados por Meloni) y Patriotas para Europa (de Orbán). Se supone que con ellos no deberían ir ni a la vuelta de la esquina, en otro tiempo. 

En busca de consenso

Von der Leyen está teniendo reuniones aceleradas con el PPE, los socialistas y los liberales, con la ayuda de la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola (del PPE) como mediadora, para que no llegue la sangre al río, las reticencias de los derechistas sean sólo temporales, Ribera y los demás salgan elegidos y la nueva CE eche a andar en el plazo previsto. 

La semana próxima es clave. Se espera que el miércoles todas las partes se citen, ya con los consensos reafirmados. Hay muchos nervios. El PPE ha dicho que estaría dispuesto a tragarse a Ribera si se dan dos condiciones: que garantice que dimitirá de la CE si acaba estando judicialmente implicada por la DANA (lo cual deja a la UE en manos de un juez español, quién sabe si permeable al lawfare) y que dé explicaciones convincentes en el Congreso, algo que se espera para el mismo miércoles. 

El 28 de noviembre es la fecha tope para tener todo atado y que la Comisión, en esta décima legislatura, tome posesión el 1 de diciembre. Si hay retrasos, nos ponemos en el nuevo año seguramente, lo que ralentiza la toma de decisiones comunitarias y, también, los preparativos ante la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, con el impacto que eso tendrá para la UE.

El portavoz de Von der Leyen, Eric Mamer, dijo el jueves que la presidenta está "en contacto continuo" con sus interlocutores en los grupos políticos de la Eurocámara: el miércoles se reunió con Weber y con las jefas del grupo socialista, Iratxe García, y liberal, Valérie Hayer. "La nueva Comisión tiene mucho trabajo que hacer, (…) hay un contexto internacional y dosieres prioritarios en cuanto a competitividad o cambio climático. La nueva Comisión tiene que poder responder lo más rápido posible, pero hay un proceso en marcha y obviamente lo respetamos y veremos cuándo puede empezar el mandato", en rueda de prensa.

El problema es que hemos pasado de una crisis por Ribera a algo más hondo, de fondo. Los socialistas, ante esta andanada, amenazan con negarse a "seguir blanqueando" al Partido Popular Europeo, porque ya no lo consideran un socio fiable. Una cosa es la crítica y otra, la defenestración; más aún, apoyándose en los extremistas. Así que hay dos consecuencias extra de la pelea española: que el calendario se ha alterado y que la base sobre la que nació este mandato se tambalea. 

El PPE ya ha dado señales de acercamiento a los ultras de la mano de Weber. Con ellos han votado en estos primeros meses de trabajo parlamentario enmiendas al presupuesto comunitario, la posición común ante las elecciones de Venezuela o, esta misma semana, una rebaja en la ambición de la norma UE contra la deforestación. 

En la campaña de cara a las europeas, Von der Leyen fue la primera en abrir la puerta a colaborar con los ultraconservadores, un guiño por si las cosas iban mal en las urnas. Éstos se llevaron, al fin, uno de cada cuatro europarlamentarios, pero se logró mantener vivo el bloque de partidos que sí creen en Europa. Entonces, la alemana cambió su discurso y, en la noche electoral, ya se acercó de nuevo a sus socios de siempre y hasta a Los Verdes. "Hay una mayoría de centro que apuesta por una Europa fuerte y que aguanta", dijo en caliente. Era su apuesta, pero no la de su paisano y líder del PPE. 

Iratxe García, Ursula von der Leyen, Manfred Weber y Valérie Hayer, reunidos en el despacho de la presidenta de la CE.Dati Bendo / European Commission

Mar de fondo

Si no hay acuerdo la semana que viene, Europa se verá abocada a un escenario desconocido. En Bruselas saben mucho de noches eternas negociando nombres y votos, pero sin riesgo real de ruptura. Si acaso, se acumulan retrasos y se cosechan roces y enemistades para el futuro. Esto es otra cosa, inesperada. Y la clave está especialmente en un solo hombre, en realidad.

Quien alienta el choque brutal entre los dos grupos más numerosos del Europarlamento, el suyo propio, del PPE, y el de los socialistas, es Manfred Weber. Zorro viejo en el Europarlamento, en el que lleva desde 2004, al que llegó tras iniciarse políticamente en Baviera, es miembro de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), exactamente como Von der Leyen, pero ha demostrado que no tiene empacho en acercarse a posiciones radicales si desde ellas llega un sol que calienta más. 

En 2019, en la anterior formación del Ejecutivo comunitario, su nombre se presentó para la presidencia pero no gustaba, precisamente por radical, irascible, poco dialogante. Von der Leyen era aquel verano ministra de Defensa en Alemania y ni por asomo pensaba en regresar a la ciudad que la vio nacer -su padre fue un alto funcionario en Bruselas-. Su nombre surgió como alternativa, Francia la avaló y el resto es historia: hoy es la primera mujer en el cargo y el verdadero rostro reconocible de Europa. 

Desde entonces, Weber y Von der Leyen mantienen un pulso personal. Va más allá de que Ursula sea algo más abierta a las políticas verdes que Manfred o que pidiera antes que él que echasen a Orban del grupo común. Llegaron las elecciones europeas de junio pasado y, de nuevo, Weber se tuvo que aguantar y ver cómo su rival revalidaba la candidatura y, al final, el cargo. Le puso las cosas complicadas internamente, incluso cuando era la aspirante incontestable. Fue feo. 

Ahora, el líder del PPE ha visto en el caso Ribera una oportunidad doble: para desgastar a Sánchez, como quiere Feijóo, y, a la vez, a su correligionaria Von der Leyen. De ahí su apoyo al "Teresa no interesa". La duda estos días es hasta dónde se estirará la cuerda, porque dice el dicho que al final se puede romper, si es demasiado.

Incluso aunque se pase esta crisis, su acercamiento a los grupos ultras está haciendo mella en el PPE, donde hay conservadores de muchos espectros, tan variada es Europa. Puede llevar a la UE a un problema serio de estabilidad en un plazo medio, o hasta corto. La confianza se ha quebrado y quedan cinco años de mandato por delante, con políticas esenciales por abordar

Como explica POLITICO, los grupos europeístas que apoyan al PPE temen la que llaman nueva "mayoría venezolana", bautizada así porque el primer momento en el que el PPE y los ultras se unieron fue para defender a Edmundo González como ganador de las elecciones venezolanas. Creen que va más allá del coqueteo, porque Weber no tiene miedo a nada que le rente. "El juego que está jugando Weber es peligroso y perjudicial para la sostenibilidad del proyecto de la UE", afirma Giacomo Filibeck, secretario general del Partido de los Socialistas Europeos. 

La gente de Weber lo niega, de palabra. "El PPE está liderando la lucha contra los antieuropeos, como lo demuestran, por ejemplo, los resultados electorales de Donald Tusk o la afiliación al PPE de la oposición. Hemos definido claramente nuestras líneas rojas", dijo su portavoz en un comunicado. "No habrá cooperación con los radicales que rechacen o violen cualquiera de nuestros tres principios básicos: pro-Ucrania, pro-Europa y pro-Estado de derecho. Esto se aplica a los partidos de derecha y de izquierda. Seguimos nuestras convicciones políticas y programáticas", cita el medio norteamericano, en su edición europea. 

Alberto Núñez Feijóo, Ursula von der Leyen, Manfred Weber y Esteban González Pons, el 29 de junio de 2023, en una reunión del PPE en Bruselas.GREGORY DE LEEUW / PPE / Flickr

La pregunta, más allá de la animadversión por Von der Leyen, es por qué Weber hace esto en el caso concreto de Ribera y el PP español. ¿Es una cuestión ideológica, quiere una mayoría alternativa? No. La respuesta la han dado en La Matinal Europea, una página de análisis elaborada por veteranos corresponsales en Bruselas, que han indagado en el misterio hasta aclararlo: todo tiene que ver con él mismo y su poder, dicen. 

Al parecer, Weber busca el apoyo de Feijóo de cara al congreso del PPE, que se va a celebrar en Valencia, el próximo abril. El PP no es un partido de Gobierno, aunque ganase las elecciones en 2023, y por eso no es especialmente poderoso en Europa, pero tiene 22 eurodiputados (de 189) y peso de país. Los analistas exponen que necesita ayudas porque el germano y su gente "se han hecho numerosos enemigos dentro del grupo y del partido PPE", con críticas internas por su manera de llevar las cosas y las amistades que se está buscando, y no es descartable que surjan candidaturas alternativas, más moderadas, que le peleen el liderazgo. 

Se perfila un nombre, el del austríaco Johannes Hahn, actual comisario europeo de Presupuesto y Administración, y se citan otros de jefes de Gobierno, como el griego Kyriákos Mitsotákis y el polaco Donald Trusk, que le han pedido cuentas por escorarse a la derecha. Este último está especialmente molesto, porque a ver si no cómo vende su mensaje en las presidenciales del año que viene, en las que quiere vencer al radical Ley y Justicia. Sería, como poco, contradictorio decir una cosa en casa y otra en Europa. 

También hay elecciones en Alemania, adelantadas a febrero por la crisis de la coalición en el Gobierno de Olaf Scholz, que se espera que sirvan para que la CDU regrese al poder. Friedrich Merz puede ser el nuevo canciller, pero posiblemente necesitará apoyos y éstos se le pueden complicar si el PPE sigue pactando con la derecha radical: en el país de Weber, el cordón sanitario a los ultras se mantiene en vigor, por razones históricas obvias, aunque él se haya olvidado en apariencia. 

Titania
Titania
Santander

La Matinal Europea explica que Weber ha intentado controlar el PPE todo lo posible, forzando despidos y renuncias, forjando un equipo de "leales". La derecha de Francia, Italia y Rumanía está con él ya. Y eso quiere de Feijóo, también lealtad. Por eso ha autorizado la "toma de rehenes" de Ribera, sin importar que se acreciente la polarización general y que se traslade a Europa el tono bronco de la política española, nada edificante. Por ahora, se ve "intocable", por eso fuerza. Nadie sabe hasta dónde y con qué consecuencias.