María Jesús Montero, la voz 'con mucho acento' que nadie apaga
La actual ministra de Hacienda en funciones dio el salto a la política nacional en 2018 y desde entonces ha sido una figura clave para Pedro Sánchez. Seguirá siéndolo.
Decir María Jesús Montero es decir PSOE. Sevillana, de Triana para más señas, Marisu —así le llaman en familia— es santo y seña del histórico 'granero' socialista, el andaluz. Una sangre que muestra en cada intervención, haciendo de su acento otro de sus signos de identidad y el foco de los constantes ataques que recibe. Desde este lunes es, además de ministra de Hacienda, vicepresidenta.
A sus 57 años, ninguno de esos golpes bajos le mueven un ápice. Tampoco las sucesivas crisis de gobierno y remodelaciones post-electorales desde que se subió al barco de Pedro Sánchez recién llegada de Andalucía. Aquello ocurrió en 2018, justo tras la victoria del candidato socialista en la moción de censura contra Rajoy.
Cinco años y medio largos, muy largos, que han dado para todo tipo de aventuras y desventuras como titular de Hacienda y también, durante 18 meses, como portavoz del Gobierno. En plena pandemia, nada menos.
Pero Montero no es sólo la política de amplísima trayectoria que se conoce al sur y al norte de Despeñaperros. En los "pocos ratos" que reconoce tener fuera de la agenda gubernamental, se declara seguidora del estándar de aficiones de casi cualquier persona. Ya se sabe, aquello de "leer, viajar, el cine, la música, el deporte...", aunque lo concreta un poco más. Conocida es su pasión por Sting o las óperas de Puccini.
También, su amor por la bicicleta "aunque me han robado seis o siete", confesó en su día a El Intermedio (laSexta). Tanto le gusta el ciclismo que no descartaba entonces y entre bromas, acabar comentando La Vuelta a España. No sería la primera; hace muchos años otro ministro, que llegaría a presidente, acabó haciéndolo en las ondas junto a José María García.
Más allá de anécdotas y alguna confesión humana en sus muchísimas entrevistas, poco se sabe de su vida privada. Tiene dos hijas fruto del matrimonio con su ya expareja Rafael Ibáñez, histórico sindicalista de CCOO y miembro de Izquierda Unida en Andalucía. Ambas viven en Sevilla y allí regresa Montero "cada vez que puede". Viajes privados, lejos del constante rumor que le sitúa como aspirante al liderazgo del PSOE-A en un intento por reconquistar el Palacio de San Telmo y que la ministra no deja de rechazar.
Ese capítulo aún no está escrito en el particular diario de esta licenciada en Medicina que nunca ejerció con la bata. Siempre ligada a las cuentas, pronto orientó su carrera hacia los despachos, donde tras especializarse en Gerencia Médica logró situarse en puestos de máxima responsabilidad en importantes hospitales sevillanos.
Cargos a caballo entre lo sanitario y lo administrativo, con un importante ascendente político. Un mix que acabó abriéndole las puertas de la Junta de Andalucía. Bajo el mandato de Manuel Chaves, Montero asciende hasta recibir el encargo de encabezar la Consejería de Sanidad y Consumo en 2004. Nada menos que ocho años al frente de la sanidad andaluza, que en realidad fueron nueve incluyendo un breve periodo como titular de Salud y Bienestar Social, la nueva denominación del área en unos tiempos de escándalos y cambios en la Junta.
Cambio de vida (doble)
Ese contexto de arenas movedizas provocó el que habría de ser el comienzo de su nueva vida. De Sanidad a Hacienda, responsabilidad que empezó a cargar en 2013, ya con José Antonio Griñán como presidente. Cinco años, hasta que en 2018 recibió LA LLAMADA. Difícilmente se dice que no al presidente del Gobierno si te ofrece un ministerio. Hacienda, otra vez, pero ahora en Madrid. Billete de AVE de ida... la vuelta era mejor dejarla abierta.
El 7 de junio María Jesús Montero se presentó como nueva ministra de Hacienda (posteriormente Hacienda y Función Pública). Nadie esperaba calma en una sociedad aún en shock por el cambio acelerado de signo político, tampoco ella. Pero la doctora Montero ya sabía manejarse bien con altas pulsaciones.
Los continuos maremotos que han rodeado a los gobiernos socialistas se han llevado por delante figuras de gran peso político, pero que no ha podido con ella, en gran parte por sus éxitos a la hora de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Mérito mayor vistos los antecedentes de prórrogas en las postrimerías del Gobierno de Rajoy. Los gestos de cariño con Pedro Sánchez y otros miembros del Ejecutivo evidencian su peso en una tarea crucial para haber mantenido la coalición con buena salud.
En todo este tiempo en Madrid sí asume una 'derrota', hasta cierto punto esperada tras tocarle dar la cara en el año y medio más cruel de pandemia. Dejar la portavocía del Ejecutivo podía entenderse como un paso atrás que no fue tal; apenas un año más tarde, Sánchez impulsaba su figura como vicesecretaria general del partido. Nada menos que la número dos de los socialistas.
Un activo fundamental en la aritmética parlamentaria
No era un nombramiento de cara a la galería. Montero no es sólo un activo en Moncloa o de puertas para adentro en Ferraz. Hábil conversadora y de verbo muy fácil, como evidencia en cada intervención sea ante las cámaras de los medios o ante las cámaras parlamentarias, la trianera ha sido y es parte de los equipos negociadores del PSOE en los muchos pactos que se han visto obligados a sellar desde aquel lejanísimo 2018.
El más sonado, el alcanzado con Unidas Podemos para dar forma al que sería el primer gobierno de coalición de la democracia, también tuvo parte de 'María Jesús'. Su papel fue más allá que participar de las conversaciones; la sevillana ha sido una de las figuras de mayor nexo entre ambas formaciones en estos tiempos.
Recientemente, ha vuelto a ser clave. En solitario, firmando el acuerdo junto a la líder del BNG para asegurar el voto positivo del diputado gallego a la investidura de Sánchez. Y precisamente acompañando al presidente en la última gran alianza, con el PNV hace una semana.
En Madrid hay Montero (María Jesús) para rato.