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Elon Musk, el elefante en la cacharrería de la geopolítica mundial

Elon Musk, el elefante en la cacharrería de la geopolítica mundial

El hombre más rico del mundo, y de la historia, interfiere en la política de cada vez más países. Además, desde enero podrá hacerlo estando al cargo de un departamento en la Administración de Donald Trump.

Elon Musk, entre el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump (izquierda), y el vicepresidente electo, JD Vance (derecha).Kevin Dietsch/Getty Images

Hay algo peor que un autócrata, y es un autócrata sin Estado pero con capacidad para influir sobre el conjunto del globo. O como diría el periodista Fabio Chiusi, autor de L’uomo che vuole risolvere il futuro. Critica ideologica di Elon Musk, “un jefe de Estado cuyo Estado no tiene fronteras”. Nos referimos, sí, a Elon Musk, el hombre más rico del mundo, la primera persona en la historia en haber logrado reunir una fortuna de más de 400.000 millones de dólares. El dueño de X, de SpaceX, de Tesla. El amigo de Donald Trump. Si el mundo fuera una cacharrería, Musk es el elefante.

Estados Unidos, Reino Unido, Venezuela, Rusia, China, Israel, Palestina, Ucrania, Rusia, Brasil, Argentina, Italia, Francia... Cada vez son más las chinchetas que el magnate clava en el corcho de países en los que interferir de una u otra manera. Musk ya no es solo un multimillonario con el sueño distópico de invadir Marte. Es un actor geopolítico con un peso que será mayor cuando por fin ocupe su cargo en la nueva Administración de Donald Trump, quien le pondrá a cargo del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental. Al margen del Gobierno, eso sí, por muy extraño que resulte. El periodista británico Gideon Rachman lo definió en el Financial Times como “un misil geopolítico sin dirección, cuyos caprichos pueden reconfigurar los asuntos mundiales”.

Un ejemplo real de su poder de intervención pudo verse en la guerra entre Ucrania y Rusia. Al principio, cuando Ucrania se quedó sin apenas acceso a internet, Musk puso a su disposición Starlink para que las tropas del Ejército ucraniano pudiesen mantener sus comunicaciones. Pero hasta cierto punto. Según desveló el periodista Walter Isaacson en su libro Elon Musk, el multimillonario impidió su uso sobre la provincia de Crimea. Temía, se defendió, ser un colaborador necesario de una probable escalada. A Kiev no le sentó nada bien. ¿Y qué fue lo que hizo para evitarse mala prensa? Diversificar el negocio. Creó, cuenta Isaacson, “algo llamado Starshield” y lo vendió al Ejército de Estados Unidos. “Decidió permitir que la tecnología se pusiera en manos del ejército estadounidense, de modo que no fuera solo su decisión”, detalló el autor en una entrevista con El País.

Pasó algo parecido en Israel y Palestina. Aunque Elon Musk anunció en un primer momento que Starlink daría cobertura a “organizaciones de ayuda reconocidas internacionalmente” en la Franja de Gaza, cambió de parecer tras reunirse con el primer ministro Benjamin Netanyahu. Su red de satélites solo permitiría el acceso a internet siempre y cuando contara con la aprobación del Ministerio de Comunicaciones de Israel.

Puede que Musk sea un personaje estrafalario acostumbrado a soltar lo primero que se le viene a la cabeza, pero su poder geopolítico es real. Tan cierto como peligroso. “Si a menudo habla y actúa como si fuera más poderoso que cualquier Gobierno, puede ser porque, en ciertos aspectos, eso es cierto”, advertía Rachman. Puede que Donald Trump sea impredecible y sus políticas generen temor, pero al menos le han elegido en unas elecciones. ¿Quién ha escogido a Musk? Por lo pronto, él mismo se ha creado un lugar ya no solo en el Gobierno de Trump. Se ha hecho un hueco hasta en su propia familia. Kai Trump, una de las hijas de Donald y Melania Trump, ya le ha puesto un sitio en el árbol genealógico de Mar-a-Lago. “Elon se convierte en tío”, escribió Kai en sus redes sociales como pie de foto a una imagen de los dos.

Lo que pase o no en la familia Trump daría igual si no fuera porque trasciende las puertas del domicilio. Desde que el presidente electo ganó las elecciones, Musk es una suerte de siamés del mandatario. No hay lugar en el que esté Trump que no cuente también con su presencia. Ya sea en llamadas o reuniones con jefes de Estado, donde ejerce como un interlocutor más, viendo campeonatos de UFC o en cualquier evento. Musk acompañó a Trump, de hecho, en su primer viaje oficial fuera de Estados Unidos: a París para la reapertura de Notre Dame. Casi podría decirse que viven juntos. ¿El precio? Haber sido el mayor donante del republicano en la campaña, invirtiendo 227 millones de dólares. ¿Las consecuencias? Inimaginables.

  Elon Musk (derecha), con la familia Trump.KAI TRUMP

En Europa, donde tanto preocupaba la victoria de Trump, sobre todo por sus posicionamientos respecto a la guerra en Ucrania, ya miran a Elon Musk. La Unión Europa, para empezar, pretende competir con Starlink. Bruselas quiere poner en órbita antes de 2030 un total de 300 satélites para proporcionar “comunicaciones resilientes, seguras y rápidas a los Gobiernos de la UE, las empresas y los ciudadanos europeos”. Se trata de lo que han llamado “constelación IRIS2”. Según Timo Pesonen, director general de Industria de Defensa y Espacio de la Comisión Europea, el proyecto responde a la “necesidad imperiosa de la Unión de disponer de conectividad autónoma y segura”. Por su parte, Josef Aschbacher, director general de la Agencia Espacial Europea (ESA), ha declarado que, “en un mundo geopolítico cada vez más complejo, es esencial garantizar unas comunicaciones gubernamentales resilientes, seguras y rápidas”. Nadie habla de Musk, pero todos piensan en Musk. Claro que la competición está muy lejos del equilibrio. Mientras Europa quiere lanzar 300 satélites, el magnate piensa en 100.000.

¿Pero y qué pasa con España? Por extraño que resulte y más allá de X, cuyos cambios algorítmicos benefician a la extrema derecha a nivel global, Elon Musk todavía no se ha pronunciado sobre la política española. Es más, la única intervención del magnate sobre el país fue en relación con la energía solar. "España tendría que construir un gran parque solar. Podría alimentar a toda Europa”, opinó Musk en Twitter en 2022, un comentario al que respondió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. “Ya estamos aplicando el plan más ambicioso hacia un sistema energético eficiente y sostenible. Todos los sectores participan. Maximizando las oportunidades, la digitalización y la cadena de valor para un éxito duradero. El momento es ahora. Hagámoslo bien. Ven y lo verás. Damos la bienvenida a los inversores en España”, escribió Sánchez casi invitándole a que trajese parte de su fortuna. La relación, o más bien el intercambio, terminó ahí.

Por ahora, Musk parece no querer interferir en la política española. Tampoco siquiera hace demasiado - en realidad ninguno - caso a VOX o a Santiago Abascal, aunque estos sí le han alabado en varias ocasiones, tratando de llamar su atención. Ahora, Musk ha puesto el punto de mira en el Reino Unido, donde los laboristas han ganado con mayoría absolutísima. El magnate se ha reunido en la residencia de Trump, dónde si no, con Nigel Farage. Según dejó caer el político británico de extrema derecha, están en plenas negociaciones para conseguir una donación multimillonaria. La obsesión de Musk contra los laboristas empezó en el mismo momento en el que ganó Keir Starmer, el actual primer ministro. El dueño de X no ha dejado de amplificar desinformaciones para atacar a su Gobierno y fue partícipe de los bulos que desencadenaron los pogromos contra inmigrantes en las calles del Reino Unido. Según informó The Guardian hace unas semanas, de hecho, el Parlamento británico citará a Musk para comparecer en la Comisión que investiga los disturbios que comenzaron el pasado mes de julio.

  Elon Musk (derecha), con Donald Trump en un combate de la UFC.Jeff Bottari/Zuffa LLC

En Italia, el país de su amiga Giorgia Meloni, su presidente, Sergio Mattarella, pidió a Musk hace unas semanas que respetase la soberanía de su país. “Quien está a punto de asumir una importante función de gobierno en un país amigo y aliado, debe respetar su soberanía y no puede atribuirse la tarea de dictarle recetas”, dijo Mattarella después de que el magnate criticase a los jueces que habían suspendido las deportaciones de personas migrantes a los centros de detención en Albania. Sobre Alemania, dijo directamente que el país solo se salvaría si ganase la ultraderecha de AfD.

Elon Musk se cree imparable y con la prerrogativa de interferir allí donde se le antoje. Pero los Gobiernos olvidan que todavía tienen la sartén por el mango. “Conservan un poder clave que todavía se le escapa a Musk: la capacidad de crear y hacer cumplir la ley”, recordaba Rachman en el Financial Times. Quizás el mejor ejemplo está en Brasil, donde el juez Alexandre de Moraes ordenó el cierre de X, incluso el embargo de las cuentas de SpaceX. El magistrado investigaba desde hace tiempo la reproducción de discursos de odio y que terminaron con un intento de golpe de Estado en Brasil. De Moraes solicitó la suspensión de varias cuentas de la red social, a lo que Musk no solo se negó, sino que cerró sus oficinas en Brasil y despidió a todos sus empleados, dejando a su empresa sin un representante legal que pudiera intermediar con las autoridades brasileñas, algo que contradice la legislación del país latinoamericano. ¿Qué hizo el juez entonces? Pues eso, bloquear X hasta que Elon decidiese cumplir la ley. Y no tuvo más remedio que hacerlo.

La gran duda, sin embargo, es qué pasará a partir de enero, cuando Musk se haga cargo del departamento gubernamental que le ha regalado Trump. ¿Actuará como siempre solo en nombre propio o en nombre del Gobierno de Estados Unidos?