El triunfo del bulo: cómo la desinformación es cada vez más protagonista
2024 ha estado marcado, informativamente, por el bulo. Un fenómeno que no es nuevo, en absoluto, pero que este año ha embarrado de falsedades y teorías de la conspiración muchos de los asuntos más relevantes y de interés.
En el parking de Bonaire no había centenares de muertos. A Mateo no lo mató un magrebí. La boxeadora argelina Imane Khelif no era un mujer trans. Y los inmigrantes no comen perros y gatos en Springfield (EE.UU.)
2024 ha estado marcado, informativamente, por el bulo. Un fenómeno que no es nuevo, en absoluto, pero que este año ha embarrado de falsedades y teorías de la conspiración muchos de los asuntos más relevantes y de interés. Ni siquiera una tragedia monumental como la DANA del pasado 29 de octubre, que dejó más de 220 muertos, se ha librado de la nueva conjura que algunos voceros mediáticos utilizan para influir políticamente, ganar protagonismo y sacar rédito económico.
El motivo es evidente. Investigadores de varias universidades estadounidenses han comprobado que las noticias que contienen información errónea provocan más indignación moral que las que contienen información fidedigna, y eso facilita la propagación de la desinformación. Además, según este reciente estudio publicado en Science, la gente comparte las fake news sin leerla previamente.
Este es el caldo de cultivo que facilita la difusión masiva de un contenido que, en algunas ocasiones, abre la veda a los discursos xenófobos, machistas u homófobos. Ya se sabe, los inmigrantes traen enfermedades, obtienen numerosas ayudas públicas o hay más delicuencia en España por culpa de los extranjeros. Las mujeres, además, ponen denuncias falsas por violencia machista a los hombres (en realidad, son el 0,001%) y la ley trans permite que "hombres" violen a mujeres en baños públicos y gimnasios.
Y estos ataques tienen consecuencias directas. En 2024 se registró un aumento de la circulación de bulos racistas en Europa en comparación al pasado año, según constatan los informes del Observatorio Europeo de Medios Digitales (EDMO). Por su parte, la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+) denunció hace un mes que los mensajes de odio contra el colectivo han crecido más de un 130 % en redes sociales mientras que se reducen los de apoyo.
Tras el crimen de Mocejón (Toledo), que las redes atribuyeron a un inmigrante que después resultó ser un vecino del pueblo nacido en España, el fiscal jefe de Delitos de Odio, Miguel Ángel Aguilar, propuso una reforma del Código Penal para que los condenados por delitos de odio en la redes tengan que mantenerse un tiempo alejados de ellas, además de mostrarse partidario de que todos los usuario de estas tengan que estar identificados. Dichas propuestas, por el momento, no se han aprobado.
Lo que sí aprobó el Consejo de Ministros hace unas semanas fue una modificación de la ley del derecho de rectificación para obligar a que los usuarios “de especial relevancia” en redes sociales (aquellos que tengan más de 100.000 seguidores en una plataforma o más de 200.000 en el conjunto de todas ellas) estén obligados a rectificar las informaciones o noticias falsas que divulguen por estos canales. "Hay profesionales del bulo y de la mentira que todos los días enfangan nuestro debate público con mentiras y con falsedades", defendió el ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños.
Esta iniciativa forma parte del paquete de medidas para la regeneración democrática que el Gobierno ha ido impulsando este año, y que recoge puntos como la independencia y transparencia de los medios de comunicación o cambios en la Ley de Publicidad Institucional. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dijo con estas medidas buscar la "fortaleza de la democracia" con una serie de medidas a favor de una prensa "libre" para combatir los "bulos y la desinformación".
Por fortuna, el 'bulo' sobre la muerte del niño Mateo en Mocejón no provocó graves altercados en España como sí los hubo en Reino Unido por similares fechas. Un menor británico de padres ruandeses asesinó a tres niñas e hirió a otras diez personas con un arma blanca en Southport, una localidad situada al noroeste de Inglaterra. Horas después del incidente, se desataron diferentes protestas racistas al propagarse por redes sociales y webs de información de poca credibilidad que el asesino era un inmigrante ilegal musulmán, que estaba vigilado por terrorismo y que las autoridades le estaban protegiendo. Incluso, se dieron datos concretos de ese sospechoso: se llamaría Ali Al Shakti, era un inmigrante que había pedido asilo para vivir en Reino Unido y llegó al país cruzando el canal de la Mancha.
El bulo, que llegó por X o Instagram a más de 15 millones de personas, sirvió para que agitadores de extrema derecha marcharan por diferentes ciudades saqueando comercios, agrediendo a musulmanes o asiáticos e incluso intentando quemar edificios en los que se alojaban refugiados, como un hotel cercano a Rotherham que fue asaltado. Más de 400 personas fueron detenidas por estos incidentes.
En España, el agitador Alvise Pérez dijo a través de su cuenta de Telegram que los vecinos de Mocejón se habían quejado de numerosos "robos y violaciones" desde que un grupo de menas se hospedaban en un hotel muy cercano al pueblo. Poco más se necesitó que para que usuarios anónimos en redes sociales arengaran a la ciudadanía a salir a las calles para repetir la espiral de violencia que se vivió en Inglaterra. Se hablaba abiertamente y sin tapujos de matar a musulmanes y quemar mezquitas. El clima de odio empezó a ser tal que hasta el portavoz de la familia del niño asesinado, Asell Sánchez, fue insultado por estos mismos perfiles al pedir públicamente que no se señalara a ninguna etnia o colectivo.
Pero algo ha demostrado 2024 es que la estrategia del bulo puede resultar eficaz. Basta ver los tres eurodiputados y los casi 800.000 votos que Se acabó la fiesta supo reunir en las elecciones europeas del pasado 9 de junio. Aunque algunos medios de comunicación lo vieron como un ejemplo más del crecimiento de la extrema derecha en España, diferentes politólogos consultados por El HuffPost señalaron que su expansión se debía, sobre todo, al apoyo de "gente muy antipolítica, abonada a los bulos y a las teorías de la conspiración, y que creen en aquello de que 'cuanto peor, mejor'".
La tragedia de la DANA, por su parte, ha evidenciado que nos encontramos también ante una desinformación organizada y orquestada, que va más allá del interés particular de un grupo de personas. De nuevo, detrás había el impulso de desacreditar al sistema, las instituciones y al propio Estado, bases principales de nuestra democracia. El lema "Sólo el pueblo salva al pueblo", al que se adhirió tanto la izquierda como la derecha, ahondaba en ese clima de la antipolítica con el fin de generar una sensación de desgobierno y caos.
De ahí surgió que el Gobierno engañaba con la cifra de fallecidos (teoría de la conspiración que se mantiene vigente dos meses después de la tragedia) o que las inundaciones fueron consecuencia de la destrucción de presas, algo a todas luces falso. De fondo, igualmente, la negación de una influencia del cambio climático que sigue siendo la principal fuente de desinformación y un mantra al que se acogen partidos políticos con gran peso en el Congreso de los Diputados como Vox.