Desafección y frustración: ¿hacia dónde va ahora el independentismo catalán?

Desafección y frustración: ¿hacia dónde va ahora el independentismo catalán?

La Diada apenas reúne este año a 70.000 personas en las calles de Barcelona y los partidos que lideraron el procés están divididos y en proceso de renovación. Expertos analizan para El HuffPost si el secesionismo agoniza o está rearmándose.

Banderas independentistas, durante la última DiadaUrbanandsport

El independentismo catalán sufrió este pasado miércoles un duro revés al sólo reunir a unas 70.000 personas en la marcha de la Diada del Once de Septiembre en Barcelona, que transcurrió desde la Estación de Francia hasta el Arc de Triomf. Esta cifra, aportada por la Guardia Urbana, se quedó muy lejos de los casi dos millones de manifestantes que se concentraron en 2014 y que supuso la mayor demostración de fortaleza de un movimiento que, ahora, se enfrenta a su crisis más importante en los últimos años en un clima de división interna, desafección y frustración.

Ante la falta de movilización, las entidades independentistas convocantes repitieron el modelo de 2016, 'descentralizando' la manifestación en cinco localidades diferentes y añadiendo a las consignas de la marcha la problemática de la vivienda, lo que revela la admisión implícita de que la idea exclusiva de la secesión ha dejado de movilizar a las masas. Y mientras hace diez años el recorrido en Barcelona superaba los 11 kilómetros, esta vez apenas se transitó por una longitud de unos 500 metros. 

Decisiones, todas ellas, tomadas para intentar esconder la profunda desilusión que azota al secesionismo y que ha 'vaciado' las calles de esteladas mientras los partidos que lideraron el procés están enfrentados entre sí y en proceso de renovación a la espera de sus respectivos congresos. De ahí que la ANC, Òmnium Cultural y otras asociaciones vinculadas al independentismo civil sí aprovecharon la manifestación para abroncar a Junts, ERC y la CUP por sus "disputas electoralistas" y para exigirles "unidad" estratégica.

Porque tras la celebración del referéndum ilegal del 1-O y haber declarado de forma unilateral la independencia, la hoja de ruta del procés está en blanco y los tiempos políticos juegan en su contra. Las elecciones del pasado 12 de mayo fueron las primeras en cuarenta años en las que que el nacionalismo/independentismo no sumó mayoría absoluta en el Parlament. De hecho, el bloque constitucionalista se impuso tanto en votos como en escaños. Como resultado, el socialista Salvador Illa asumió la presidencia de la Generalitat con el apoyo de ERC, un acuerdo sustentado en la promesa de un denominado 'concierto económico' para Cataluña que entre parte del independentismo se vio como una "traición" a la "patria". "El pacte de la vergonya" ("El pacto de la vergüenza"), se podía leer en algunas de las pancartas que portaban los manifestantes de la Diada. Algunos miembros republicanos, entre ellos su líder, Oriol Junqueras, también fueron recibidos entre pitos y abucheos a su llegada a algunos de estos actos. "Podéis gritar, gritad más si os parece. Venga, que no os oímos. Porque mientras vosotros gritáis, nosotros trabajaremos para llevar a este país a la libertad", respondió ante insultos como "botiflers" ("traidores") la secretaria general adjunta del partido, Marta Vilalta.

  Manfiestantes de la Diada portan carteles en contra del pacto entre PSC y ERCUrbanandsport

En este clima de desunión y crispación, la desconexión con la ciudadanía resulta cada vez más evidente. En el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión, publicado por la Generalitat el pasado mes de julio, el "no" a la independencia batía récord y alcanzaba su mayor ventaja sobre el "sí". En concreto, el 53% de los catalanes se muestra actualmente en contra de la independencia de Cataluña, mientras que sólo el 40% está a favor. Además, únicamente el 31% apuesta por la fórmula de un Estado independiente.

La bajada del 'fervor' independentista es palpable en todos los grupos de edad, aunque especialmente entre los jóvenes. Según los datos del mismo estudio, el apoyo a la secesión entre las personas de 18 y 35 años ha pasado del 52% al 40% desde finales de 2017, una caída mayor que el del global de Cataluña (del 48,7% al 40%).

Menos independentistas que hace diez años, pero más que hace veinte

  Un manifestante lleva una gorra con los colores de la estelada y unas gafas de solUrbanandsport

Tras esta radiografía, sustentada en las cifras y en la realidad reflejada en la calle, cabe preguntarse: ¿agoniza el independentismo en Cataluña? ¿la sociedad ha dado la espalda al procés? O directamente: ¿se han vuelto españolistas los catalanes?

Oriol Bartomeus, director del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS), advierte en su respuesta a estas preguntas que una cosa es el independentismo y otra la cifra de manifestantes que salen a las calles en cada Diada. "La preferencia por la independencia ya no registra las mismas cifras que antes, pero siguen siendo elevadas", asegura en una conversación teléfonica con El HuffPost

Al igual que los datos del CEO, sus propios estudios también demuestran una bajada significativa de los defensores de la secesión en estos últimos años. Pero, igualmente, se mantiene en tasas mucho más elevadas si las comparamos con las registradas en los años 90 y principios de los 2000. "Hace veinte o tres años, el apoyo a la independencia no superaba el 20%. Ahora, es casi el doble. Podemos decir que el procés ha muerto, pero el independentismo, no. La gente sigue defendiendo esta opción, aunque ahora ya no esté tan dispuesta a salir a la calle", sostiene.

Para el politólogo y profesor asociado de la Universidad de Barcelona, el procés consiguió que una parte de la gente que nunca había militado políticamente y que no se había movilizado se acabara adhiriendo a esa reclamación de libertad nacional que se les prometía. "Todas esas personas se subieron al carro y estuvieron muy presentes en las calles y en el 1-O, hasta que cambiaron sus prioridades y empezaron a quedarse en casa", sostiene Bartomeus.

Uno de los elementos fundamentales para esa desconexión, según él, fueron los indultos concedidos en 2021 por el Gobierno de Pedro Sánchez. "Llegó un momento en el que lo único que mantenía conectada a esta gente era el hecho de que había personas en prisión por defender la independencia. Eso se veía como algo intolerable. Pero una vez que se conceden los indultos y los dirigentes políticos salen de las cárceles, esa motivación desaparece. Ya no hay un objetivo a corto o medio plazo. La mayoría sigue apostando por una Cataluña independiente, pero no lo ven como una posibilidad real", esgrime.

  Un manifestante porta un símbolo que recuerda las protestas del 1-OGetty Images

Luis Barroso, consultor de comunicación política y estrategia, también cree que las diferentes acciones llevadas a cabo por el gobierno de Pedro Sánchez - como los indultos, la amnistía o la derogación del delito de sedición - han ayudado a lograr la "normalización en Cataluña" y a "neutralizar" la fuerza del independentismo. "Han provocado un cambio drástico que ha hecho que disminuya la polarización y se agrave esa frustración que tiene el sector independentista por las expectativas que no se trnadormaron en realidad", asegura. 

En todo caso, Barroso no cree ni que el independentismo esté muerto ni que vaya a morir. De hecho, atisba un "invierno bastante movido" una vez que las diferentes formaciones se rearmen tras sus respectivos congresos. "Ahora van como pollo sin cabeza, pero después de su reestructuración van a endurecer su discurso y a plantear nuevos problemas al Gobierno central. Y creo que una de las figuras que va a seguir destacando es la de Puigdemont, porque ya no tiene nada que perder", añade. 

Ambos expertos coinciden en señalar que la fuerza futura que pueda recobrar el independentismo dependerá de "factores externos" y, más concretamente, de la realidad política que se plantee a nivel estatal. "La actución del gobierno central y de las instituciones de poder centrales son las que determinarán si una parte de la población catalana vuelva de nuevo a movilizarse por el independentismo y salgan a la calle. Y la clave para ello sería la conformación de un gobierno de PP y Vox. Si esto no ocurre, será difícil que el independentismo se reactive", asegura Bartomeus. "Un gobierno de Feijóo con Abascal sería gasolina. Y todos los mensajes que llegan desde Madrid pueden ayudar a inflamar de nuevo la situación. Como, por ejemplo, las recientes declaraciones de Ayuso en las que acusaba al nacionalismo catalán de querer que el resto de España sea su mano de obra. Por eso es tan importante que un personaje tan templado como es Salvador Illa sea en estos momentos presidente de la Generalitat, porque es garantía para reforzar esa normalidad institucional", añade Barroso. 

"Las tietas se volvieron independentistas"

  Dos manifestantes en la Diada de este añoEFE

El futuro del independentismo también dependerá de la movilización de una población joven cada vez más desconectada. "Desde el año 2019 y, sobre todo, después de la pandemia, la movilización independentista ha sido mayoritariamente de jubilados", analiza Bartomeus. De hecho, según el experto, el boom del independentismo llegó cuando el tradicional votante de Convergència rompió con la lógica tradicional y se volcaron a favor del secesionismo. "De repente, las tietas se volvieron independentistas", asegura.

Un cambio determinante en la estrategia de la derecha catalana que, según Bartomeus, no debe vincularse necesariamente a la controvertida sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. "La crisis económica y la del propio sistema político fueron fundamentales para entender el auge del independentismo. Eos hizo que los partidos 'del sistema' retrocedieran en favor de nuevas formaciones con soluciones más rompedoras. Y dentro de ese contexto, Convergència armó una estrategia y se sacó el conejo de la chistera", narra Bartomeus.

Según su análisis, Artur Mas vio "un filón" tras la Diada de 2012 y decidió convocar elecciones para tener mayoría absoluta y no depender del PP. "Es entonces cuando se inicia el procés y el movimiento empieza a coger vida propia. Pero no hay que entenderlo meramente como una jugada estratégica de Convergència, puesto que después ha ido pasando por mil circunstancias hasta su actual situación", añade.

Desplazados ahora del poder, Barroso cree que el mayor reto que ahora afronta el independentismo es de "índole económica". "Necesitan gobernar para tener dinero y regar a sus entidades", asegura. Sin embargo, subraya que, pase lo que pase, el secesionismo seguirá presente en las calles de Cataluña: "No podemos olvidar que es un sentimento, no una opción política".

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Licenciado en periodismo por la Universidad Carlos III. Actualmente, es jefe de política en El Huffington Post, tras nueve años como coordinador en ABC, cuatro como director digital en el grupo COPE y seis meses en Mediaset. Puedes contactar con él en javier.escartin@huffpost.es