Del andamio de la calle Bambú al banco de Sevilla: Abascal se enfrenta a su propia regresión

Del andamio de la calle Bambú al banco de Sevilla: Abascal se enfrenta a su propia regresión

El líder de Vox se asoma al abismo mientras el partido se desangra. Algunos veteranos ya le avisan: "Así empezó Ciudadanos"

Santiago Abascal, presidente de VoxEuropa Press via Getty Images

El 16 de marzo de 2015, en la calle Asunción de Sevilla, Santiago Abascal se subió a un banco megáfono en mano para hacer campaña por su candidato, Francisco Serrano, en las autonómicas andaluzas que iban a tener lugar aquel año. En dicha imagen, inmortalizada a través de una fotografía, el presidente de Vox aparece notablemente más joven, vistiendo vaqueros y una barba negra algo desaliñada. Los transeúntes ignoran sus palabras y ni siquiera le miran pese a que Abascal se acompaña de una tarima de madera y de un gran logo de Vox a sus pies hecho con espuma y poliespán. Nadie se detiene a escucharle, a nadie le importa lo que dice, salvo los diez figurantes a los que el 'jefe' había convencido para simular su atención. "Quieren más a las mascotas que a nosotros", habría llegado a decir a sus próximos al ver, días después, que su formación se había quedado en aquellos comicios en casi la mitad de votos que el PACMA. 

Ocho años después, en la sede central de la ya tercera fuerza política de España, Abascal rehúye salir a celebrar con sus seguidores los resultados obtenidos en las elecciones generales del 23 de julio. El presidente de Vox no cree que haya mucho que festejar: acaba de perder 19 escaños y más de 600.000 votos. También se esfuma su sueño de ser vicepresidente del gobierno en una hipotética alianza con el PP. "Yo no iba a subir... esto no estaba decidido", se le escucha decir a sus asesores sin percatarse de que un periodista de COPE, Álvaro García, estaba grabando el bochornoso momento para después hacerlo público. 

Del banco de Sevilla al andamio de la madrileña calle Bambú hay un largo recorrido, en buena parte exitoso, pero quizá el Abascal que no mostró vergüenza para improvisar aquel mitin en el barrio sevillano de Los Remedios no entendería la postura irritante del líder que ni siquiera quiere compartir con los suyos los momentos posteriores a una cita electoral.

Sería necesario que el Santiago Abascal de ahora, el que luce una barba más perfilada que en 2015 - pero también más canosa - y el que vive junto a su esposa y sus hijos en un chalé valorado en más de un millón de euros, le contara a su 'yo' del pasado todos los azotes recibidos en este último año y, sobre todo, el difícil diagnóstico de una hemorragia interna que amenaza al partido con su desaparición justo en el momento en el que Vox ha conseguido su gran sueño de gobernar en hasta cuatro Comunidades Autónomas y más de un centenar de importantes municipios. 

Fue precisamente en Andalucía donde Vox prendió la mecha de la ilusión al obtener 12 escaños en las andaluzas celebradas en diciembre de 2018. Pasaron de 10.000 votos tras la campaña del banco a casi 400.000, sin necesidad de tarima ni logo en poliespán. El 'efecto contagio' hizo que, meses después, Vox llegara a alcanzar los 52 diputados en el Congreso de los Diputados. Un éxito inimaginable que cambió por completo el tablero de juego político en España: mientras Vox subía con una fuerza imparable, partidos como Ciudadanos y Podemos comenzaban su declive. 

En febrero de 2022, Vox alcanza un nuevo hito: entrar en el primer gobierno autonómico. Después de verse relegado a comparsa en multitud de regiones y grandes capitales como Madrid por el miedo de PP y Cs a los pactos con la ultraderecha, los de Abascal suben el precio de sus acuerdos. El presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, es el primero en tragar aceptando la cesión de la vicepresidencia de la Junta para Juan García-Gallardo y tres consejerías más. 

Y justo en el momento más dulce, cuando el denominado 'sanchismo' comienza a perder fuerza y Vox se ve imprescindible para la gobernabilidad en diferentes parlamentos, la herida mortal comienza a abrirse. Cuatro meses después del éxito en Castilla y León, Vox aspira a reeditar el mismo pacto con el PP en Andalucía. Pero Juanma Moreno consigue 'lo imposible' y obtiene una mayoría absoluta histórica para su partido. Macarena Olona, la candidata de Vox en dichos comicios, queda relegada a la irrelevancia. 

  Olona y Abascal conversan en secreto durante un acto de VoxEuropa Press News via Getty Images

Vox fuerza a Olona a quedarse en el parlamento andaluz pese a su vulnerable posición y ella, alegando motivos médicos, abandona la política. Meses después, ya recuperada, Olona fuerza su regreso, pero es entonces Vox quien le cierra la puerta en las narices. La exportavoz en el Congreso, uno de los rostros más mediáticos de la formación ultra, inicia entonces su propia batalla contra los de Abascal. En diversas entrevistas, detalla que compañeros del partido inventaban "bulos" para atacarla y denunció incluso a un asesor por denigrarla a través de un canal de Telegram. No contenta con eso, también dejó caer la sospecha de una supuesta financiación irregular y admitió que dentro de Vox había personas muy próximas al fascismo. "Vox no es un partido nazi, pero sí me he encontrado con personas del entorno de Vox que hacen loas a Hitler", aseguró ante Jordi Évole.

En paralelo, son cada vez más las voces que hablan de Vox como una formación sin democracia interna y de débil estructura. "Vox no es un partido, es un negocio", señalaba a El HuffPost Andrés Santo, uno de los muchos desencantados que empiezan a fundar formaciones con exmiembros del partido. No son pocos: casi la mitad de los concejales que el partido obtuvo en las municipales de 2019 acabaron fuera del partido entre denuncias de falta de transparencia, control férreo e incluso financiación oculta.

Abascal intentó entonces cortar la hemorragia sacrificando a Javier Ortega Smith como secretario general y sustituyéndolo por Ignacio Garriga. Buscaba así frenar una ola de descontento generada dentro del partido que también empezaba a verse reflejada en las encuestas: Vox cedía terreno en favor de un Alberto Núñez Feijóo, recién elegido presidente del PP, en auge. 

Presionado por las encuestas, Abascal se saca de la manga en marzo de este año una extravagante moción de censura con Ramón Tamames, un intelectual de 89 años exmiembro del Partido Comunista, como candidato. El vapuleo en la tribuna de oradores de Congreso ante la peregrina idea es antológica y no hay editorial en prensa que defienda dicha pantomima. Por supuesto, la moción de censura no sale adelante.

Con esta estrategia, el partido entra en un descrédito que espanta al votante más moderado. Sus primeras decisiones tras auparse a los gobiernos de algunas CC.AA. y ayuntamientos tampoco ayudan: potencia su mensaje antifeminista poniendo en cuestión la violencia machista y eliminando las consejerías de Igualdad, retira las banderas LGTBI y hasta censura espectáculos culturales como una obra de teatro de Virginia Woolf o una película de Disney por cuestiones meramente ideológicas. Iniciativas que despiertan al electorado progresista y que provocan un vuelco en las expectativas generadas sobre las generales del 23-J: Abascal se queda sin la preciada vicepresidencia del gobierno porque la suma de PP y Vox no alcanza la mayoría absoluta. Y no sólo eso, la formación ultra pierde 600.000 votos y el 40% de su representación. 

Fruto del férreo control interno, Abascal logra contener las críticas internas por el resultado obtenido. Nadie pone el foco en él, sino en el vicepresidente de Acción política, Jorge Buxadé, quien ha marcado la estrategia político de Vox en este último año. El parlamentario europeo, que ha alcanzado cotas de protagonismo ciertamente sorprendentes, también fue el encargado de confeccionar las listas para el 23-J, dejando fuera de ellas a miembros de perfil liberal afines a Iván Espinosa de los Monteros como Rubén Manso o Víctor Sánchez del Real.

Dicha maniobra lleva al propio Espinosa de los Monteros, fundador del partido, a dejar el pasado martes sus cargos en Vox y abandonar la primera línea política. Aunque aduce "motivos personales y profesionales", su distanciamiento claro con Abascal - llevaba prácticamente dos meses sin hablar con él -, la purga de sus más afines y el miedo a verse despojado de la portavocía, le llevan a dar el paso.

Con su salida, la sangre de la herida abierta en Vox vuelve a salir a borbotones. Por si fuera poco, el reputado médico Juan Luis Steegmann rechaza tomar el acta de diputado que deja Espinosa de los Monteros y los 'purgados' por Buxadé comienzan a hablar alto. Rubén Manso acusaba a Vox a través de una tribuna en Vozpópuli de convertirse en su caricatura y no le auguraba futuro. Víctor Sánchez del Real, más comedido, apuntaba a los "experimentos" como causa principal de la pérdida de votos. 

Además, el fundador de Vox Alejo Vidal Quadras advierte a Abascal que debe ir "con cuidado". "Así empezó Ciudadanos con el declive. Esta percepción de que VOX es un espacio del que la gente se va, es una imagen muy negativa. Deberían procurar corregirlo", señalaba en una entrevista a El Plural. Juan Jara, exvicepresidente de Vox, señalaba horas después en el mismo medio que a Vox "le faltan fundamentos ideológicos, morales, de actitud, de trabajo, de esfuerzo, de dedicación".  Y añadía: "Abascal tiene un cementerio de cadáveres políticos tan grande que posiblemente le estamos preparando un sitio en este cementerio de gente válida". 

Este viernes, tres días tarde, la cúpula de Vox reaccionaba a la dimisión de Espinosa de los Monteros. Pero, como ya es costumbre en el partido, lejos de hacer autocrítica, el secretario general, Ignacio Garriga, echó la culpa a la prensa "por sus campañas de manipulación" y auguró que Vox tiene mucho futuro por delante. "Estamos más fuertes que nunca", defendía el dirigente en una entrevista en RNE.

Y mientras el partido arde, Abascal disfruta de sus vacaciones de verano en Sotogrande (Cádiz) intentando mantenerse ajeno a ese olor a descomposición que atenaza al partido. Poco o nada queda ya de aquel hombre armado de valor que se subió a un banco de Sevilla para que alguien le prestara atención. Quizá, ahora, empieza a ser consciente de que duele incluso más cuando la gente deje de escucharte. "Quieren más a las mascotas que a nosotros".

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Licenciado en periodismo por la Universidad Carlos III. Actualmente, es jefe de política en El Huffington Post, tras nueve años como coordinador en ABC, cuatro como director digital en el grupo COPE y seis meses en Mediaset. Puedes contactar con él en javier.escartin@huffpost.es