Cómo la guerra de Ucrania le ha dado la vuelta a la legislatura: de la inflación al gasto en Defensa
El conflicto ha cambiado el mundo y, también, nuestro mundo. Despertábamos de la pandemia y caímos en la invasión de seguido, frenando la recuperación prevista. Una crisis múltiple afrontada desde el esfuerzo y la solidaridad con Kiev.
"¿Se dan cuenta de que el señor Feijóo no habla nunca de Ucrania? (...). ¡Pero en qué mundo vive usted!", reprochaba Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijóo la pasada semana, en el único cara a cara televisado de cara al 23-J. Ucrania, se nombre o no, está en el centro de esta campaña porque está en el centro de la realidad, de la vida diaria de los españoles, desde que Rusia invadió el país el 24 de febrero de 2022. Año y medio casi de "operación militar especial" que le ha dado la vuelta al mundo y a nuestro mundo.
Sus consecuencias han acabado afectando a una legislatura ya de por sí insólita, durísima, marcada de inicio por la pandemia del coronavirus. Cuando el socialista ganó las elecciones en noviembre de 2019 no podía ni imaginar la que se le venía encima y sin solución de continuidad. Cuando nuestro país, como el resto del mundo desarrollado, parecía sacar la cabeza, llegó la contienda, retrasando procesos, alterando agendas y cotidianeidades, de la cesta de la compra a luz, de la gasolina a la logística.
La invasión, por más que esté a 3.000 kilómetros de territorio español, no deja de ocurrir en el corazón de una Europa desacostumbrada a estos zarandeos desde la Segunda Guerra Mundial, y por eso lo ha marcado todo desde entonces. En Europa, desató una crisis energética sin precedentes, en un continente dependiente del petróleo y el gas ruso, encareciendo la energía, y cereales como el trigo, el maíz o la cebada empezaron a no salir de Ucrania, llamado siempre el "granero del mundo", ni a comprarse a Rusia, como parte de las sanciones. Lo mismo pasó con los fertilizantes. Una reacción en cadena.
Tras los récords alcanzados por el gas y el petróleo en los mercados internacionales, la inflación emprendió en España una escalada hasta marcar en julio un 10,8 %, récord en 38 años, por ese mayor impacto del coste de la energía -que se ha ido moderando-, y de los bienes esenciales -con precios aún desbocados-. Daños que el Gobierno ha tratado de mitigar con ayudas por un valor total de 45.000 millones de euros sólo en el primer año de combates, en un país que ya arrastra una elevada deuda pública.
Todo eso hace que ahora los precios, el poder adquisitivo o los fondos sean un arma arrojadiza entre partidos, con más o menos pedagogía. Estos son, a grandes rasgos, los cambios generados por la guerra en nuestro país, que aún nadie sabe cuán transitorios serán.
Lo más sensible: la cesta de la compra
Aunque los precios ahora se están estabilizando, venimos de peses en los que la cesta de la compra ha sido un elemento central en el debate y en la acción política de este país. Según los datos recopilados por la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), la inflación se agudizó en 2022 escalando al 8,4 % de media tras el pico brutal del verano, manteniendo la energía como el bien más afectado por este "intenso fenómeno inflacionista". La electricidad moderó su crecimiento al 26,8 %, el gas natural aumentó del 4,9 % al 19,2 % y los combustibles líquidos crecieron un 72,5 %.
Asimismo, el precio de los carburantes creció un 22,4 % seguido del 11,6 % de los alimentos, del 7,2 % de la compra y mantenimiento de motos y turismos y del 6,4 % en hostelería y restauración. Una mención especial merece el crecimiento de los precios de los alimentos a lo largo de 2022. De las 55 rúbricas de precios de alimentos calculados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), un 17 % creció entre el 20 % y el 30 % -por ejemplo, leche, huevos, o aceite de oliva-, un 41 % lo hizo entre el 10 % y el 20 % -carnes, pan, legumbres, patatas y frutas frescas-, en tanto que el 42 % restante creció por debajo del 10 %.
Los precios se desbocaron como consecuencia del incremento de los costes de producción, tanto luz como agua, cereales o gasóleo, a causa de la guerra, a lo que se añadió de la escasez de algunas materias primas por la sequía. Los desajustes fueron a escala internacional. No podían seguir igual las cosas cuando se dejaba de comprar gas o petróleo a Rusia, cuando había que buscar otros mercados, cuando los costes de traslado podrían subir, cuando hay que buscar grano en otros lugares más lejanos o más costosos de obtener...
¿Cómo están ahora las cosas? Mejor. La inflación se moderó en junio al 1,9%, su nivel más bajo desde abril de 2021. La nuestra es la primera gran economía de la Eurozona en colocarse por debajo del 2% de subida, que es el objetivo de precios del Banco Central Europeo (BCE) para no seguir subiendo los tipos de interés.
El Ejecutivo central, a finales de diciembre, introdujo medidas para reducir el coste la cesta de la compra de los productos básicos, como la bajada del 4% al 0% del IVA de los alimentos de primera necesidad, que el PP señala como "improductivas" y que el Ejecutivo socialista defiende si los precios se encuentran "por encima de lo razonable".
También se han entregado cheques de 200 euros para las familias con rentas de hasta 27.000 euros, hubo una reducción del IVA a la electricidad y al gas, que pasó del 21% al 5%, o complementos del 15% a los beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital (IMV). Poco ambicioso, según la parte del Consejo de Ministros de Unidas Podemos.
Capítulo especial de subidas: combustible y luz
El precio del kilovatio hora o del litro de gasoil, mirados y remirados al día. Las búsquedas de Google de estos meses dan cuenta del interés de los ciudadanos en buscar cómo pagar menos por luz y combustible, que han sido los que, comida aparte, han subido tanto las facturas en estos 16 meses de guerra.
Con el caso de las gasolinas, se vivió una tormenta perfecta: estábamos en plena recuperación de los mercados, con las vacunas contra la covid-19 funcionando, y empezaron a subir los precios porque había de nuevo más demanda, más mercado, más normalidad. Lo que no había aún era una total libertad, se mantenían algunas medidas preventivas, por lo que había que pagar más, porque la disponibilidad era menor y las exigencias, altas. En esa coyuntura, llega la invasión ucraniana. Europa deja de comprar petróleo a Moscú y, encima, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se negó a subir su producción.
Resultado: los precios subieron a niveles de 2014. El verano de 2022 fue especialmente duro, enlazando récords, llegando a los 2,141 euros el litro de gasolina, con 9, 10, 12 céntimos más semana tras semana. Tampoco hay que olvidar que veníamos de precios muy bajos, desde menos de un euro en pleno confinamiento.
El Gobierno, ante el descontento popular y la certeza de que los españoles menos adinerados no podían acabar el mes en estas circunstancias, aprobó un descuento de 20 céntimos por litro a gasolina y diésel. Cuando entró en vigor la bonificación, el 1 de abril del pasado año, el precio medio de la gasolina 95 era de 1,819 euros; el gasóleo A costaba 1,854 euros. Nueve meses después, las tarifas estaban 25 y 20 céntimos más bajas, respectivamente, sin tener en cuenta la subvención. Ahora mismo, están en 1,753 y 1,558 euros. El Boletín Petrolero de la Unión Europea indica que el precio medio de la gasolina está un 16,85% por debajo del que tenía hace un año. El precio de la sin plomo 95 se mantiene por debajo de la media de la Unión Europea, situada en 1,724 euros el litro.
En el caso de la electricidad, también desgastamos la palabra "récord" de tanto repetirla. 250, 545, 700 euros/MWh... Parecía imparable. En todo 2022, el precio de la electricidad en España aumentó un 57,93%. La factura media de un hogar está en los 54,97 euros, con oscilaciones de un euro aproximadamente entre meses. No obstante, durante la primera mitad de junio, el incremento del precio del gas en los mercados mayoristas está empezando a afectar también el mercado eléctrico, con subidas de precios, por lo que se esperan subidas este verano.
Desde el inicio de la crisis energética son varias las medidas emprendidas para rebajar la factura de la electricidad. "No han bastado para evitar la fuerte subida de precios, pero sin ellas, el impacto de esta crisis hubiera sido muy superior", reconoce la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Destacan entre ellas la rebaja del IVA en la factura eléctrica al 5%, la rebaja del Impuesto de la Electricidad al 0,5%, la suspensión temporal del impuesto a la producción de la energía eléctrica o descuentos del bono social y prohibición de corte de suministro de gas, luz y agua a los beneficiarios del bono social eléctrico.
También ayudó, igualmente, el establecimiento del mecanismo del tope del gas, que consistió en establecer un precio límite de referencia, que se inició en 40 euros el megavatio hora de gas, bajando hasta los 130 euros el MWh. La guerra ha llevado también a que Bruselas escuche de una vez a Madrid y a Lisboa y acepte la llamada excepción ibérica, que en sólo tres meses ya ahorró 2.300 millones de euros. Se trata de un mecanismo que impone un límite al precio de gas que se utiliza para producir electricidad para bajar el precio final de la luz, una intervención limitada del Estado con el fin de rebajar el precio del mercado mayorista que estaba endiablado, tan exitosa que la UE ha ido aprobando prórrogas y que parte de los Veintisiete pide extender a todos.
Sueldos e hipotecas, ajustada combinación
Las subidas de los precios y el estancamiento del mercado laboral han agravado el problema del poder adquisitivo en España. En un año de guerra, el constante aumento de la inflación mermó los ahorros y los salarios de la occidental, provocando que en muchos países se desplomara el poder adquisitivo. Así se entienden protestas como las de Reino Unido o Francia.
Hasta el primer trimestre de este año, el salario real de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) había caído de media un 3,8% interanual. Sin embargo, el daño en España ha sido inferior al del resto de economías del continente. En concreto, la pérdida de poder adquisitivo es tres veces menor, toda vez que ha reducido un 1,2% gracias a la moderación de la inflación.
Aunque la subida nominal de los salarios españoles se encuentra por debajo del 5,6% -que es la que de media han registrado los países de la OCDE-, la moderada subida de los precios -que sí está entre los mejores datos de Europa, hasta tres puntos por debajo-, ha sido suficiente para que los hogares soporten mejor los golpes económicos derivados de la guerra. Pero por mucho que la cifra se haya amortiguado, sigue siendo grave que la inflación reduzca hoy un 1,2% los salarios reales en España.
El pasado mayo, las patronales CEOE y CEPYME y los sindicatos UGT y CCOO ratificaron un nuevo acuerdo para el empleo y la negociación colectiva (AENC), que establece una subida de salarios del 4% en 2023 y del 3% en 2024 y 2025. Además de un alza salarial del 10% hasta 2025, también se han aprobado otras cuestiones relacionadas con la contratación, los procesos de incapacidad temporal, la jubilación parcial, formación e igualdad, entre otras claves del acuerdo. Ha sido una pelea dura. Donde el Gobierno sí tenía margen para actuar, en el salario mínimo interprofesional, ha actuado. Se ha subido el SMI un 8%, hasta los 1.080 euros, gracias a una decisión del pasado febrero.
De la mano de los salarios va el empleo. En junio, el número de desempleados en España bajó hasta los 2,69 millones de personas, al caer en 50.268 personas respecto a mayo, según los datos del Ministerio de Trabajo y Economía Social. Entre los jóvenes menores de 25 años se ha dado un segundo mínimo histórico, al bajar hasta los 184.491 solicitantes. Pese a ello, Eurostat sigue colocando a España como el Estado miembro de la Unión Europea con mayor tasa de paro (12,7%) y de paro juvenil (28,4%) en mayo, que es de cuando datan las últimas referencias. España cerró el año 2022 con una tasa de desempleo del 12,92%.
El Gobierno aprobó la reforma laboral en diciembre de 2021, dos meses antes de la invasión, y eso al menos ha conseguido dar estabilidad, sobre todo a los más jóvenes. Se han creadio2,2 millones de indefinidos y se han destruído más de 1,8 millones de contratos temporales desde entonces.
Más dinero hace falta llegar a fin de mes, entre otras cosas, porque las hipotecas no lo ponen nada fácil. El euríbor a un año, el tipo de interés más usado para calcular las hipotecas, se ha disparado. En febrero de 2016, por primera vez en la historia, se situó en negativo. Y durante más de 6 años, este índice de referencia permaneció siempre en tasas negativas, alcanzado su mínimo histórico de -0,504% en enero de 2021. Sin embargo, un año después, en enero de 2022, inició un ascenso imparable que aún continúa, pues ha cerrado mayo de 2023 en el 3,862%. En enero estábamos a las puertas de la invasión de Vladimir Putin y los tambores de guerra se escuchaban en todo el planeta.
La subida actual ya supera todas las anteriores y ya son más de cuatro puntos desde los mínimos, "una pesada carga para los hipotecados a tipo variable", en palabras de la OCU. El índice hipotecario más común ha seguido subiendo en mayo respecto al mes anterior, fijándose en el 3,862%. Es un aumento de poco más de una décima respecto a abril.
A pesar de ello, todo apunta a que el fin de las subidas está un poco más cerca. Aunque es posible que el Banco Central Europeo suba aún un poco más los tipos de interés, los efectos de las anteriores subidas ya se están empezando a notar en la economía, que muestra signos de enfriamiento con una importante reducción de la concesión de crédito por parte de los bancos y una moderación de los precios, en general.
En términos interanuales, la subida del euríbor es de 3,575 puntos, pues el pasado mes de mayo de 2022 el índice se situó en el 0,395%. Esta subida se dejará sentir entre quienes deban revisar sus cuotas con ese índice, la cuota mensual de la hipoteca subirá en torno a unos 175 euros por cada 100.000 euros de capital pendiente, lo que supone pagar unos 2.100 euros más al año por cada 100.000 euros. Es muy complicado hacer previsiones y saber cómo irá en los meses por venir, pero es un lastre importante para las familias.
Se han hecho cosas para aminorar el golpe, como una reducción del tipo aplicable dando cinco años de carencia para familias con rentas inferiores a 25.200 euros al año, la congelación de la cuota durante un año donde el esfuerzo relativo fuera más elevado (aquellas familias que han sufrido un incremento del esfuerzo hipotecario del 50%, con viviendas de hasta 300.000 euros), la posibilidad de que las familias soliciten una segunda reestructuración de la deuda, una ampliación a dos años del plazo para solicitar la dación en pago de la vivienda habitual y un aumento del plazo de 6 a 12 meses para pedir el alquiler social en la propia vivienda a la entidad financiera, por un importe máximo del 3% de su valor.
Crecer cuesta
El coronavirus había hecho un tremendo daño, pero los fondos Next Generation de la UE estaban llegando. De hecho, España fue el primer país en tener el visto bueno de Bruselas y en recibir el dinero del Fondo de Recuperación. Se esperaba volver pronto a los datos de crecimiento económico prepandemia, pero el mazazo de la guerra ha revertido el proceso.
La economía española avanzó un 0,5% en el primer trimestre de este año, lo que supone un tímido crecimiento que, sumado a una importante revisión de la contabilidad nacional de todo 2022, sitúa el nivel de producción de la economía española prácticamente al mismo nivel que antes de la pandemia. Ahora sí, pero ha costado un año rozar la recuperación. Se eludió la crisis, la recesión, pero se postergó esa remontada.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) revisó al alza en primavera el crecimiento de España para 2023 en cuatro décimas. De este modo, cree que el PIB aumentará un 1,5% este año y un 2% en 2024 (en este caso, sí baja del 2,4% que había previsto a inicios del año). España queda como líder absoluto entre los grandes países del euro en lo que a crecimiento del PIB se refiere. Según los datos de la oficina estadística europea, la economía de España fue la séptima que más creció en 2022 respecto al año anterior: un 5,5%. Se encuentra por delante de las grandes economías europeas: Países Bajos (4,3%), Italia (3,7%), Francia (2,5%) y Alemania (1,8%).
Sin embargo, antes ha habido que pasar por meses de travesía del desierto y eso sirvió para que Alberto Núñez Feijóo, el candidato del PP a la presidencia, cargara contra el socialista Pedro Sánchez en su cara a cara en Mediaset. España registró un PIB per cápita de 24.580 euros en 2022, mientras que en 2019, primer año completo de Sánchez en el poder, se encontraba en 25.180 euros, el que más ha caído junto a Alemania y Francia. España perdió un 2,38% de PIB per cápita entre 2019 y 2022, el país europeo que más cayó, seguido de Alemania (-0,22%) y Francia (-0,21). La República Checa está en cuarto lugar con mayor caída.
Una nueva política exterior y de defensa
La legislatura que ahora acaba ha visto un verdadero vuelco en política exterior y de defensa. La certeza de la amenaza rusa ha llevado a que España tome una posición más activa fuera de sus fronteras y que acelere compromisos militares largamente reclamados por la OTAN. El extremismo ruso era ya una tendencia geopolítica clara, pero aún había fotos y negocios con Putin apenas semanas antes de la invasión. Tocó entender que la dinámica era otra y había que ser claro.
El Real Instituto Elcano, un tanque de pensamiento de Madrid, hizo un informe al año del inicio de la guerra en el que destacaba que, desde el principio, España mostró una "posición de liderazgo" que no es muy habitual, siempre más resguardada en su política doméstica. Ucrania no era a priori una prioridad para los españoles, pero Sánchez la situó como tal.
La distancia geográfica y la menor dependencia energética de Moscú ayudaban, cuando para otros países era un lastre. "La relación de España con la Rusia postsoviética se basó en lazos bastante débiles. La falta de intereses políticos o sociales compartidos se reflejó también en una dimensión económica poco desarrollada. Por ejemplo, en 2020, España era solo el 35º cliente y el 19º proveedor de Rusia, mientras que Rusia era el 26º mercado y el 24º proveedor de España", indica.
El apoyo a esta postura fue "muy masivo", especialmente en cuanto a la acogida de refugiados. Según Cruz Roja, 161.037 personas procedentes de Ucrania obtuvieron protección temporal inmediata en nuestro país, en un procedimiento acordado por la Unión Europea, insólito, por el que se abrieron las fronteras de los Veintisiete sin dilación. España ha creado también una red llamada CREADE (Centros de Recepción, Atención y Derivación) en Alicante, Málaga, Barcelona y Pozuelo de Alarcón (Madrid), que han agilizado notablemente todo el proceso, aunque nada es perfecto.
Mientras se tendía esta mano, que hizo de España el quinto país europeo con más ucranianos alojados, se apoyaban las políticas de la mayoría tanto en Europa como en la OTAN. Elcano destaca que desde La Moncloa se planteó "la voluntad de jugar sin cautelas ni dobleces, mostrándose fiable y coherente" y eso ha hecho que se ganen puntos en el tablero internacional, por más que estar ahí también sea "más incómodo" y "entrañe riesgos".
España ha destacado en estos meses no sólo por esa nueva visibilidad, con Sánchez siendo uno de los primeros líderes en visitar Kiev, sino que sobre todo ha tenido una voz potente en la defensa de la llamada autonomía estratégica abierta, la "capacidad para actuar de manera autónoma cuando y donde sea necesario y, en la medida de lo posible, con los países asociados". La respuesta política ha sido de "inequívoco rechazo" a las maniobras de Putin, lo que ha cuajado en el apoyo a los 11 paquetes de sanciones impuestos ya desde Bruselas contra sus intereses. Madrid no ha sido voz disonante (del tipo Hungría o Polonia) a la hora de asentar mayorías.
Los llamamientos a la unidad europea en este momento han sido constantes, en un momento complicado, con la recuperación en ciernes y el Brexit en plena aplicación. Según datos públicos del Consejo europeo, desde el inicio de la "guerra de agresión" de Rusia, la UE y sus Estados miembros han puesto a disposición de Ucrania más de 77.000 millones de euros en apoyo a Ucrania y a su población: 38.300 millones de euros en ayuda económica, 17.000 en ayuda a refugiados en la UE, 21.160 en ayuda militar y 670 millones de euros en el Mecanismo de Protección Civil de la Unión.
En el caso defensivo, España ha ido de la mano de la OTAN, con entregas de armamento y material coordinada con sus aliados pero no en nombre de ellos, sino a título individual. El Rastreador de Apoyo a Ucrania (Ukraine Support Tracker), desarrollado por el Instituto Kiel para la Economía Mundial, sostiene que España, entre el 24 de enero de 2022 y el 24 de febrero de 2023, ayudó con 320 millones de euros a Ucrania en materia militar, 350 millones en ayuda financiera y 50 millones en humanitaria.
España ha enviado 700.000 cartuchos de fusil y ametralladora, 1.370 lanzagranadas, cuatro lanzadores de misiles Hawk del Ejército de Tierra y el sistema antiaéreo de misiles Aspide del Ejército del Aire y del Espacio, según los balances hechos por Juan Carlos Rois, militante antimilitarista y colaborador de Grup Antimilitarista Tortuga, Alternativas Noviolentas o En Pie de Paz citado por La Marea. No hay nada tan completo ofrecido por el Ministerio de Defensa.
De aquí también han salido 77.000 equipos de invierno, 2.000 toneladas de combustible diésel, 5.000 cascos de protección antibalas, 1.500 chaquetones de invierno, 1.764 chalecos antibalas, 1.300 batas, 800 trajes y detectores NBQ y un centro de control desplegable para la ciberdefensa. España ha aportado 20 blindados conocidos como Transporte Oruga Acorazados (TOA), ocho obuses remolcados, cuatro ambulancias ligeras, una blindada, 10 vehículos ligeros y otra decena de pesados. Próximamente, se entregarán 10 tanques Leopard 2 A4. A eso hay que sumar un número indeterminado de munición para artillería y carros de 105 y 155 milímetros, misiles antiaéreos Mistral y misiles antibuque.
Y está el dinero. España, hoy, es el segundo país de la OTAN que menos porcentaje del PIB dedica a Defensa. Su 1,04 % queda lejos del 2% que la Alianza lleva reclamando a sus miembros desde 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea; sólo la invasión total de Ucrania ha empujado a que este horizonte se cumpla, a que los países más rezagados se comprometan, que es lo que Estados Unidos quiere desde hace eones. A Sánchez este compromiso le ha costado fuertes enfrentamientos en su Consejo de Ministros, con los representantes de Unidas Podemos, contrarias al aumento del gasto militar. Promete seguir siendo un dolor de cabeza si la suma se mantiene.
España también se ha mostrado a favor de la ampliación de la OTAN con dos países nórdicos de larga tradición neutral como son Finlandia y Suecia, el primero ingresado en el club atlantista en primavera y el segundo, en trámites de hacerlo este otoño. Justo el impulso a estos dos procesos de dio en la Cumbre de Madrid de la OTAN, en 2022, primera tras la invasión, decisiva porque hizo cristalizar el nuevo concepto estratégico de la organización. Un evento del que la imagen de España y del propio Sánchez salió tremendamente reforzada, un "socio indispensable", como lo llamó el presidente de EEUU, Joe Biden.