Francisco Vera, el niño activista que se aferra a la 'ecoesperanza' para luchar por el clima
Este precoz concienciador sobre el cambio climático apuesta por actuar, sabiendo que el margen se estrecha. Recuerda que las acciones individuales son potentes, pero los Gobiernos tienen más responsabilidad. Y que nos va la vida en ello.
Francisco Javier Vera Manzanares (Colombia, 2009) es, en la miniatura de sus 14 años recién cumplidos, lo que cualquier ciudadano desearía como presidente del Gobierno: comprometido con sus metas, sólido en sus conocimientos y argumentarios y con un sentido común desbordante, casi al nivel de su empatía. Desde los nueve años lleva entregado a la causa del activismo ambiental y se ha convertido en uno de esos compañeros de batalla de Greta Thunberg que están gritando al mundo los riesgos del cambio climático, desde la frescura de sus años y desde la legitimidad de ser los herederos de este mundo descompuesto que estamos dejando.
Vera, que ahora reside en Barcelona por las amenazas que recibió en su tierra como defensor de la naturaleza, se convirtió en el primer Campeón Juvenil de UNICEF para la acción ambiental y climática para América Latina y el Caribe, es miembro del Comité de Derechos de la Infancia de la ONU y embajador de buena voluntad de la Unión Europea, además de impulsor del movimiento Guardianes por la Vida, que reúne a 400 niños y adolescentes en América Latina. Pelea en las escuelas, en los bosques, en las redes sociales y hasta en televisión (lo puedes ver en El Intermedio) y estos días ha acudido a Bruselas para participar en la cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Atiende a El HuffPost en la Oficina de Relaciones con las Instituciones de la UE que tiene UNICEF en la capital belga, acompañado de su madre, que lo cuida, lo anima y lo admira a unos metros. Va de verde, esperanza y rama, es extremadamente educado y se las sabe todas. El tuteo es obligado.
-¿Qué sensaciones te llevas de tu presencia la Cumbre?
- Venía con expectativas de avanzar en las agendas, que las dos regiones caminaran conjuntamente en una serie de retos que estarán muy relacionados entre ellos, como el medio ambiente o la promoción de los derechos humanos. No sólo las dos regiones, en general todo el mundo, y más en este año, que tenemos una motivación extra como es el 75 aniversario de la declaración universal. Son años en los que los estados se han unido por medio de documentos legales vinculantes, luchando por los derechos humanos y por convenciones específicas, como la del Niño. Venía con esa idea, la de la inclusión de los niños y los jóvenes.
- ¿Y se ha logrado?
- Creo que se logró por una parte con el fórum que hubo la semana previa a la Cumbre, estuvimos 50 jóvenes de las dos regiones, 20 de Europa y 30 de Latinoamérica. Creo que falta en este espacio, a nivel global también, más inclusión de los niños y jóvenes, básicamente. Se ha intentado y está muy bien, hay que seguir progresando en esa inclusión. Hay niños menores de 14 años, que no son ni adolescentes ni jóvenes, niños y niñas que realmente tienen discursos potentes, voces potentes y que creo que tienen que ser escuchadas.
- ¿Salió algo concreto para vosotros del encuentro en Bruselas?
- Salieron conclusiones, recomendaciones básicamente, 12 en total. Yo me enfoqué en garantizar el derecho a la participación tanto para infancias y juventudes, sobre todo en la co-creación de políticas públicas, en la toma de decisiones. También en promover la protección y la defensa de los derechos humanos y también la protección a aquellos que defienden esos derechos humanos. Se ha hablado de más intercambios culturales, de más financiación... y la salud mental y la educación climática. Sí, salieron buenas cosas.
- Las ideas de los pequeños no son ideas pequeñas pero, ¿has sentido que se ha respetado tu voz? ¿Os escuchamos habitualmente los adultos?
- Los mayores, en general, no. No hablo de Gobiernos sólo, hablo de adultos. No, contundentemente no, yo lo puedo ver en muchas ocasiones y en muchos contextos. Se puede ver en las redes sociales, que se eso también hemos hablado aquí. Me entristece que los adultos simplemente asumen y argumentan que la voz de los niños no es una voz válida. Por una parte, tenemos cada vez más a niños hablando del clima o de cualquier otra causa de discriminación, del bullying a la justicia social, pero entonces llega un mayor a quien o le gusta e invalida no sólo la causa, sino la voz. No la reconocen. Y sí, tenemos causas y tenemos voz.
- "Que te calles, que no sabes de lo que hablas"
- Eso es. Hay adultos que literalmente llegan y dicen: "Tú te debías callar porque simplemente eres un niño y como niños debéis estar jugando y estudiando". Y yo eso no lo niego, la niñez en gran parte es también jugar, estudiar, disfrutar el hecho de ser niño, pero por supuesto jamás olvidar que los niños también tenemos una voz que debe ser reconocida y es muy importante.
- Pero es que tú haces las tres cosas: jugar, estudiar y protestar.
- Sí, sí, sí. Voy al instituto, juego, tengo mis amigos y mi preocupación por los derechos humanos, pero todo es compatible. Yo lo puedo decir. Una cosa no tiene que limitar la otra, lo hacen otros muchos niños que alzan la voz.
- ¿Nos falla la mentalidad, la toma de conciencia de lo que aportáis?
- Creo que sí, es muy cultural. Es como decir que las mujeres deben estar en la cocina. Pues ¿dónde deben estar los niños? En el colegio y en el parque, jugando. ¿Y dónde están los adultos y los hombres? Pues tomando las decisiones, haciendo los derechos. Que es un poco la manera en que se ha desarrollado la sociedad. También por una cuestión histórica, como que no ha habido un proceso de transición en el que a los niños se les haya reconocido. Podemos discutir de todo pero a los niños no se les ha incluido de ninguna manera. Por ejemplo, en los parlamentos, ¿a quienes se les consultaba? Pues por supuesto a los adultos, por una parte, pero también si hablamos de género, a los hombres, y si hablamos de clases, a quienes tenían el acceso a las tierras, ¿no? Falta eso, como una transición entre ese modelo histórico que no incluye a los niños y una distinta, que no debería ser una cosa novedosa, eh, porque es sencillamente un derecho. Crear espacios de participación no es lo más exacto, sino garantizar lo que ya de por sí es un derecho, es un artículo de la Convención de los Derechos del Niño.
- En el caso del activismo ambiental, tu activismo es distinto al que más ruido ha hecho estos años, es más optimista. Los informes no son buenos, la realidad de nuestro planeta no lo es, pero optas por enfrentar la batalla en positivo, que hay margen para hacer cosas. ¿No te cala el ecopesimismo?
- La verdad es que creo podemos estar tristes o afligidos, que toda emoción es válida; hay quien dice que estar triste es estar mal, que llorar está mal, y yo creo que esa ansiedad es eso, una emoción, sentir no está mal. Pero creo también que la mejor de todas las vías para actuar, por supuesto, es la esperanza. Si nos quedamos un poco en lo negativo pues vamos a dejar de actuar, a quedarnos inactivos. Si no somos capaces de revertir ese sumidero de esa esperanza, vamos a caer en la inacción, sobre todo los jóvenes.
- Hay quien piensa que ya no hay nada que hacer.
- Claro, si nos quedamos en eso... La esperanza no es una manera de dejar de reconocer la gravedad del asunto, porque lo es, es sumamente serio y es sumamente grave tanto para los derechos humanos como simplemente para la supervivencia o la economía, muchos campos. Hay una frase que dice que no se puede tapar el sol con un dedo y es lo que yo trato de transmitir cuando hablo de la ecoesperanza. El último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, por sus siglas en inglés) utiliza la metáfora de la oportunidad como una ventana o como una puerta que aún están abiertas, pero que se van cerrando. Hay que entender eso, agarrarnos a esa meta de mantener la temperatura bajo los dos grados, por ejemplo, cosas que aún podemos hacer.
- ¿Hay margen, para los agoreros?
- Sí, pero se nos está yendo esa posibilidad y eso es grave, porque si la perdemos el futuro ya como que no es muy viable. Pero de todas maneras hay que sentir la ecoesperanza para saber que sí es posible aún, que toda acción vale, pero que no hay que ser conformistas, que hay que tener ecoesperanza pero una esperanza llena de acciones, con compromisos reales, serios, tanto como ciudadanía, tanto como Gobiernos o tanto como empresas, desde el rol que nos toca.
- Si hay alguien que te lee ahora quiere emprender tus pasos, ¿qué le dices, por dónde empieza? Tú a los nueve años le pediste a tu madre hacer unas pancartas con tus amigos por el Amazonas, te dijo que hiciera lo que quisieras porque estaba muy ocupada... y hasta hoy.
- Ja, ja, ja. Sí, bueno, yo diría que en el activismo lo primero es informarse, es el primer paso, buscar información. En 0,59 segundos Google ahí nos lo pone todo, lo que le pidamos. Ahora es más sencillo. Hay que buscar lo que más nos interesa, un porqué para luchar, porque no sólo el clima es un reto. Dentro de Guardianes por la Vida, por ejemplo, hay chicos que son más animalistas y trabajan con refugios en animales o los acogen y otros más centrados en el transporte verde. Depende de nuestro contexto y de lo que más nos interese. Hace poco estuve en la Casa Mundial del Medio Ambiente y me sorprendió la especificidad que tiene cada cosa en nuestro mundo, porque cada producto, todo, está regulado por leyes internacionales. Eso permite leer y saber. Hay que investigar sobre lo que más nos interesa.
- ¿Y para actuar?
- Cuando uno sabe puede actuar de manera individual, con concienciación o acciones como el reciclaje, pero ahí yo sí quiero dejar un mensaje y es que el cambio debe trascender a lo colectivo. Muchos piensan que basta con acciones individuales, que son estupendas, pero a mí me parece que todos podemos aportar, que no sean acciones digamos separadas o aisladas unas a otras, sino que estén conectadas. De ahí mi invitación a unirse a una organización, crear una propia organización, movilizarse por una cosa, identificar quienes pueden cambiar ese problema y hacer algo con ellos.
- Por ejemplo, ¿por dónde empezar para compensar la huella de carbono?
- Pues creo que un hábito importante es dejar el plástico de un lado. Podemos empezar por llevar una bolsa de tela al supermercado o también los botilitos -botellas de agua-, dejar de utilizar cubiertos desechables y cambiarlos por los de madera, reutilizables... Son cosas de gran importancia. Luego también hace falta más movilización, por eso hablo de unirnos. La gente cree que eso es improductivo, que hacer una manifestación no sirve de nada, que es mejor reciclar y ya. Yo creo que movilizares válido, es legítimo y es muy importante porque yo creo que por medio de la movilización se han conseguido grandes logros en el mundo.
- Más cosas para avanzar.
- Hay que revisar bien todo el consumo. Procurar consumir productos de cooperativas o de kilómetro cero, tener un panadero que sepas en tu barrio que hace el pan sin hacer daño, identificar marcas en tu entorno o en el supermercado, revisar de dónde vienen las cosas. Es algo que parece una tarea tediosa, puede ser, pero es información, ahora la tenemos y es una ventaja. Lo mismo con la ropa, por ejemplo, eso es importante. Hay muchas marcas de fast fashion. Ahí el mensaje no sólo es para la gente en su día a día, sino para los políticos, porque la verdad es que no es tan fácil para todo el mundo decir: "Ay, mira pues tal vez no te vayas al Primark sino vete a otra marca que no tenga ropa de fast fashion". No, si pero es lo más barato y no se puede permitir otra cosa hay que ver. No todo el mundo puede comprar determinadas cosas, así que deberían decir en los Gobiernos: "vamos a revisar de dónde viene esta tela, el queso, la carne...". Igual la justicia social debe ir con la justicia climática y creo que eso también tiene que ver más con la responsabilidad de los Gobiernos de garantizar una vida digna en general a las personas. Si la gente no tiene, a duras penas llega fin de mes, hay que tenerlo en cuenta. Y tampoco hay que asociar, por ejemplo, la ropa de segunda mano a la pobreza, sino a un gesto que puede aportar también al medio ambiente.
- Las acciones individuales cuentan, pero los poderes más.
- Es que hay como una instrumentalización de las acciones individuales, la verdad es que son muy importantes pero en el fondo lo que yo aporto, lo que aquí todos aportamos, no es nada en comparación a la aportación que hacen los millonarios que en una hora de vuelo queman más combustible que todos en nuestra vida. Eso es algo innegable. Por eso entra aquí el cuestionamiento a los Gobiernos, que se hace en las COP, por ejemplo, donde se está proponiendo crear un fondo de compensación por las emisiones de esos jets privados. Hay un gran cuestionamiento de parte de las clases más populares, porque tú me vienes a decir qué hacer, aquí, desde Bruselas, mientras tú contaminas. Al menos ya empieza a aparecer la preocupación en la agenda.
- Y sembremos un árbol, ¿no?
- Sí, también sembrar un árbol, cuidarlo, ver cómo crece. Eso beneficia y conciencia. Aunque sea una flor. Lo que nuestra economía y espacio nos permite. Nosotros empujando, pero con los Gobiernos en el fondo jugando un rol protagonista.
-Defiendes que conocer es querer. ¿Hemos desconectado de la naturaleza y por eso no la hemos querido y ciudado?
-Sí, rotundo.
- En tu caso, te fuiste de una capital, Bogotá, a un pueblo, Villeta, y descubriste otro mundo.
- Estamos en una sociedad cada vez más urbana y vivimos muy de lado de la naturaleza. Sí creo que más conoces, más aprecias. Eso nos falta. Hay que acercarse más a ella. "Amamos lo que conocemos y defendemos lo que amamos" es una frase que uso siempre. Si un niño no es consciente de dónde viene la leche, porque hay algunos que creen que viene en la cajita de cartón del súper, ¿cómo lo valorará? El desinterés viene de ahí, aunque hay veces que también, como pasa en algunas partes de Colombia, es por falta de educación. Otra vez, los Gobiernos tienen que actuar ahí, generando espacios verdes incluso en las ciudades, hablando en los colegios, si no tienes la selva en la puerta o no puedes viajar a África. Pero eso va a cambiar, porque yo creo que los niños y confío mucho en su capacidad. Hay que potenciarlas, sea en el pantano del pueblo, yendo al Delta del Ebro o a la Amazonia. Hay que empezar por ahí, por generar un arraigo con tu lugar de origen; si no tienes ni idea de que hay algo más allá de las cuatro calles de tu ciudad, difícil. Aprovechemos la digitalización, que nos abre el mundo.
- Y luego están todas estas grandes organizaciones con las que colaboras. En el día a día, ¿ves que sirvan realmente en la pelea?
Parecen como gigantes, es verdad, pero yo sí creo que hay manera de aterrizar las políticas a los territorios gracias a ellas, es lo que deben hacer las organizaciones que trabajan en cooperación, multilateralismo, derechos, convenciones. Para mí, la mejor manera para que todo lo que ellas hacen llegue es trabajando con las organizaciones que hay en los territorios, básicamente, trabajando de manera igual. En Guardianes lo vemos, con bibliotecas comunitarias, cooperación con las autoridades indígenas, proyectos de educación ambiental, charlas, un semillero virtual... Es llevar los conceptos y la teoría al territorio, que es lo importante.
- Estamos en un momento en el que la corriente negacionista de la emergencia climática es muy fuerte. ¿Asustan? ¿Qué le dices a quien tenga dudas aún?
- Sí, es un movimiento muy fuerte, muy potente, muy bien financiado, muy bien organizado y que cala muchísimo la ciudadanía. A las personas que todavía tengan dudas de que este es un problema grave y que hay que asumir y atajar les contestaré con el mensaje de los negacionistas: voten lo que importa, y el clima y los derechos, y por supuesto la Agenda 2030 y la transición energética, importan básicamente. Ahora quizá nos preocupan cosas más puntuales, pero es que el medio ambiente toca todos los aspectos de la vida, básicamente. Así que el clima importa y los derechos humanos importan. No son cosas apartadas de la realidad, si hay agendas y convenciones y tratados y organizaciones como la Unión Europea o como la ONU peleando por ello es porque es necesario. Esto de venir así como así, sin ningún argumento, a decir que la Agenda 2030 nos la va a imponer el Estado global de la ONU y cosas así, sin tanto sentido, es algo legítimo, pero hay que defender que es una agenda positiva. Cuestionarse las cosas es bueno, pero mi invitación es a informarse. La justicia climática va con justicia social, va con los derechos y esto se traduce en que la gente pueda llegar a final de mes, pueda tener empleo, en condiciones dignas. A todos nos interesa, la verdad.