'Batman v. Superman' en Semana Santa
Una película como esta sirve para recordar cómo la lucha entre el alienígena virtualmente divino Superman y el mortal Batman no se entiende iconográficamente sin la asombrosa pelea entre el ángel de Dios y Jacob (Génesis 32, 23-32), en la que se miden las fuerzas celestiales con las terrenales.
Hace tres años, en El hombre de acero (Man of Steel), el director Zack Snyder ofreció un Superman que conjugaba la iconicidad del pop con la del mesías salvador. En el 2013 veíamos al último hijo del planeta Krypton flotar en el agua, el aire o el vacío espacial en poses sospechosamente parecidas a las de un Cristo crucificado, o le escuchábamos hablar sobre la salvación en un plano en el que, no casualmente, compartía protagonismo con un Jesús de Nazaret retratado en la vidriera de una iglesia. Lo que entonces se insinuaba, ahora, en Batman v. Superman: El amanecer de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice) vuelve corregido y aumentado. Se anticipaba en los tráilers, donde el superhombre -interpretado de nuevo por Henry Cavill- ya era adorado por una multitud deseosa de tocar a la divinidad.
Arriba: El hombre de acero (Zack Snyder, 2013), © Warner Bros. Entertainment Inc. Abajo: Batman v. Superman: El amanecer de la justicia (Zack Snyder, 2016), © Warner Bros. Entertainment Inc.
Zack Snyder regresa en Batman v. Superman con sus habituales luchas interminables, efectos especiales grandilocuentes, la poderosa banda sonorosa de Hans Zimmer -acompañado en esta ocasión de Junkie XL- y un sentido del ritmo desasosegante. En esta nueva entrega de las aventuras del hombre de acero, que ahora se las tiene que ver con el hombre murciélago, el atormentado y justiciero Batman, la puesta en escena se sofistica en cuanto a referentes visuales de carácter religioso. Si podemos decir que Peter Jackson en las películas de El señor de los anillos (2001-2003) fue barroco y en su contraataque con las de El Hobbit (2012-2013), rococó -en tanto de una trilogía a otra pasa de la exuberancia a la exageración, o de la desmesura al paroxismo-, Snyder evoluciona de forma parecida, pero no tanto en la concepción visual general, sino con las referencias al cristianismo.
Mediante una esteticista escena protagonizada por las perlas de un collar que, al romperse, rebotan por el suelo -como en uno de los momentos más emotivos de El último emperador (Bernardo Bertolucci, 1987)- hasta caer a una alcantarilla, Batman v. Superman abre con el asesinato de un matrimonio ante la horrorizada mirada de su hijo -la identidad de los personajes es archiconocida, pero preferimos no desvelarla aquí-. Todo sucede en 1981, a la salida de un cine en el que se proyecta Excalibur. El film de John Boorman es la adaptación cinematográfica de La muerte de Arturo (Le Morte Darthur), texto escrito o compilado por Thomas Malory en el siglo XV a partir de la denominada Materia de Bretaña sobre el mítico rey de Camelot, los caballeros de la Tabla Redonda y la búsqueda del Santo Grial de la Última Cena. No es extraño que, entre todas las tribulaciones de los protagonistas de Batman v. Superman por llegar a ser defensores de la justicia apropiados, como sucede con los guerreros de Arturo, el objeto clave sea precisamente una lanza con la hoja tallada en kryptonita, el mineral radioactivo de inquietante color verde -el mismo, por cierto, que el de la representación de la magia en Excalibur-, arma que remite a la Lanza Vengadora de la mitología artúrica. Como explica Carlos Alvar en su imprescindible diccionario El Rey Arturo y su mundo (1991), es conocida también como la Lanza que sangra, forma parte del cortejo que acompaña el Grial y se identifica con la Lanza de Longino, usada por el soldado romano que hiere a Cristo en la cruz. Además de considerarse una reliquia de gran poder -en la realidad incluso Hitler destaca su valor como talismán en Mein Kampf (1925), y en la ficción guionistas de DC Comics como Steve Englehart o Roy Thomas la vinculan con el nombre de Lanza del Destino a las historietas de Superman-, también tiene una dimensión simbólica relacionada con la importancia del sacrificio; así lo destaca Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos (primera edición de 1958). De este modo, la espectacular arma de kryptonita, en tanto lanza sacrificial con la que se prueba la mortalidad del ser considerado divino, ya nos suena de las Sagradas Escrituras y del heroísmo cristiano de las historias medievales sobre el Rey Arturo -incluida la versión operísticas de Wagner, el Parsifal (1882)-.
Arriba: el malvado, histriónico e imprevisible Lex Luthor (Jesse Eisenberg) observa el resplandor de la kryptonita en Batman v. Superman: El amanecer de la justicia (Zack Snyder, 2016), © Warner Bros. Entertainment Inc. Abajo: San Longino (Gian Lorenzo Bernini, 1639), © Basilica di San Pietro in Vaticano.
Por otro lado, las escenas más intensas de Batman v. Superman se relacionan con imágenes de la Biblia. Dicho de otro modo, pueden leerse en clave iconográfica -recordemos que la iconografía es la ciencia auxiliar de la Historia del Arte que permite identificar los personajes y las escenas a partir de los objetos que los acompañan y de las acciones que realizan-. Por economía y ante la inconveniencia de hacer spoilers, no nos extendemos en cada uno de los ejemplos, pero podemos citarlos. Superman, además de aparecer identificado nuevamente y sin ninguna sutileza con la imagen del ángel y del Cristo crucificado, en su enfrentamiento con Batman -interpretado por Ben Affleck, injustamente vilipendiado y cuya mirada fría y oscura se acomoda bien a la máscara de murciélago- se asimila a otro espectacular momento bíblico. La lucha entre el alienígena virtualmente divino Superman y el mortal Batman no se entiende iconográficamente sin la asombrosa pelea entre el ángel de Dios y Jacob (Génesis 32, 23-32), en la que se miden las fuerzas celestiales con las terrenales. Y por si todo esto fuera poco, incluso asistimos a la versión con héroes de cómic de escenas típicas del arte religioso como la Crucifixión -en la que suelen aparecen dos mujeres y dos hombres, María, María Magdalena, Juan y el propio Jesús, aunque en la película, obviamente tengan otros nombres-, el patético Descendimiento de la cruz, la triste Pietà -la Virgen sosteniendo el Cristo muerto- y, ¿cómo no?, la Resurrección y el posterior ejercicio apostólico. Con todos estos elementos resulta apropiado que Batman v. Superman se estrene entre las procesiones y ceremonias de la Semana Santa.
Arriba: dos héroes enfrentados en Batman v. Superman: El amanecer de la justicia (Zack Snyder, 2016), © Warner Bros. Entertainment Inc. Abajo: Jacob luchando con el ángel (Alexander Louis Leloir, 1865), © Musée d'art Roger-Quilliot à Clermont-Ferrand.
Por supuesto, no podemos esperar en Batman v. Superman un desarrollo profundo de ninguna de estas asociaciones; se trata de una película de superhéroes, no de una tesis doctoral de Joseph Campbell sobre arquetipos religiosos. De hecho, las concomitancias iconográficas se exponen durante el generoso metraje del film casi como una secuencia de tableaux vivants -reproducciones de escenas pictóricas mediante actores-, apenas trabajadas argumentalmente pero sí estéticamente reconocibles. De este modo, un blockbuster basado en los cómics de DC sirve para recordar hasta qué punto, e independientemente de las creencias del público, la iconografía religiosa forma parte de un acervo cultural todavía poderoso en cuanto a su capacidad simbólica. Y apropiado para una nueva mitología tan ecléctica y sincrética como la de los superhéroes.