Agua limpia e instituciones fuertes para Haití
Junto al agua y saneamiento, el otro gran reto es fortalecer las instituciones haitianas. Las actuales fórmulas de distribución de la ayuda internacional relegan al Gobierno de Haití a un papel secundario frente a organismos internacionales, ONG y contratistas extranjeros.
La epidemia de cólera en Haití ha puesto en evidencia la histórica falta de atención que han recibido sus sistemas de agua y saneamiento por la cooperación internacional. La cobertura hídrica y sanitaria en Haití lleva estancada desde hace décadas y es la más baja de todo el hemisferio occidental, a enorme distancia del promedio en América Latina y el Caribe. Una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable y apenas una de cada cuatro dispone de letrinas privadas. Esta carencia de servicios mínimos permitió que el brote de cólera en octubre de 2010 se extendiera de forma dramática, produciendo hasta la fecha más de 719.000 casos y 8.700 muertes.
No se trata de un problema de solidaridad. La comunidad internacional ha sido muy generosa con Haití en los últimos diez años, particularmente después del terremoto de 2010. Según Global Humanitarian Assistance, el país recibió más de 10.500 millones de dólares en ayuda al desarrollo y ayuda humanitaria entre 2003 y 2012. Tras el seísmo se movilizaron miles de millones de dólares para alimentos, atención médica, alojo de desplazados y reconstrucción.
Este respaldo ha permitido a Haití avanzar en la reducción de la pobreza extrema, educación primaria, nutrición en niños o prevalencia del VIH/SIDA. Sin embargo, dos pilares fundamentales para el desarrollo, agua y saneamiento, han sido continuamente desatendidos por los programas de cooperación como áreas prioritarias.
Paradójicamente, la emergencia del cólera ha logrado por fin centrar la atención en la importancia de planificar soluciones duraderas. La aprobación a fines de 2012 del Plan Nacional para la Eliminación del Cólera, presupuestado en 2.200 millones de dólares a diez años, dedica más del 90% a fortalecer los sistemas de agua y saneamiento. La inversión en estas áreas permitirá eliminar el cólera y combatir otras enfermedades graves como la diarrea aguda, principal causa de muerte de niños menores de cinco años en Haití.
Y los beneficios podrán ser aún mayores. Cuando América Latina enfrentó la última gran pandemia de cólera en la década de 1990, los países dedicaron fuertes inversiones en agua y saneamiento. Diez años después, no solo habían erradicado la enfermedad, sino que registraron aumentos notables en reducción de la mortalidad infantil, malnutrición, escolarización y productividad económica.
Naciones Unidas contribuye activamente a la movilización de fondos para el Plan Nacional. Hasta la fecha se han recaudado más de 407 millones de dólares, una cantidad aún insuficiente aunque similar al total de recursos movilizados para el Fondo de Reconstrucción de Haití. Se trata de un buen comienzo para animarnos a seguir en esta línea redoblando esfuerzos.
Junto al agua y saneamiento, el otro gran reto es fortalecer las instituciones haitianas. Las actuales fórmulas de distribución de la ayuda internacional relegan al Gobierno de Haití a un papel secundario frente a organismos internacionales, ONG y contratistas extranjeros. Por ejemplo, entre 2010 y 2012 se enviaron 6.000 millones de dólares para ayuda humanitaria y reconstrucción; apenas el 9% se canalizó a través del Gobierno. Como dijo recientemente el Primer Ministro, Evans Paul: "Nos dais comida, pero no el derecho a decidir qué queremos comer".
La Dirección Nacional de Agua y Saneamiento (DINEPA) se ha visto afectada por los escasos recursos financieros y humanos, limitando su capacidad de gestión y ejecución. Pero no debe ser un pretexto para frenar las inversiones en Haití. Al contrario, la Comunidad Internacional, especialmente los socios regionales, deben asumir también este desafío y alinear prioridades con las instituciones nacionales para aumentar su capacidad, a través de líneas de asistencia técnica y cooperación Sur-Sur.
La consolidación del estado, el respaldo al liderazgo del país y el fortalecimiento y uso de los recursos nacionales forman parte del 'Nuevo Acuerdo para el Compromiso en Estados Frágiles', que ha acogido Haití. Estos valores y principios deberán inspirar la cooperación internacional hacia el país en los próximos años.