Aquella España en blanco y negro
Impresiona realmente contemplar de cerca estas fotografías de grupo Afal de la España que fuimos y que hoy se exhiben en el Museo Reina Sofía. Hay algo en todo ello que asusta, que impresiona y que atemoriza. Imaginar las vidas de las personas que hay en esas fotografías. Sus anhelos, sus miedos, sus desvelos, sus sueños, sus frustraciones. Los corazones helados. La pobreza, el cansancio, la lucha, la esperanza
Paraguas negros colgados sobre sábanas blancas al sol, mujeres jóvenes enlutadas de los pies a la cabeza, ancianas con gorras diminutas para protegerse del solazo y una muleta de cada lado, niñas a las puertas de sus casas con sus caras de inocencia y de cierta tristeza, niñas sonrientes (se adivina la travesura detrás de esas sonrisas) con sus vestidos de Primera Comunión y sus velas en las manos, viudas de rostros arrugados en los cementerios del norte, sotanas, boinas (sotanas y boinas de un negro tétrico, casi terrorífico), cruces con sus Cristos clavados y desvencijados (la polilla en la madera, carcomiendo), toreros disimulando el miedo, señoronas vestidas y pintarrajeadas como travestis o como rameras antiguas, pobreza, miseria, sequedad, otras mujeres enlutadas y muy parecidas a las anteriores rodeando a una chica vestida de novia...
La niña blanca/Carlos Pérez Siquier
El apoderao/Leonardo Cantero
Son algunos de los personajes y reflejos de aquella España de los años cincuenta y sesenta. La España en blanco y negro. La España del miedo y del silencio. De la miseria y del luto. De las ventanas cerradas y los fantasmas que se resistían a desaparecer. De las sombras demasiado alargadas de una guerra brutal y sus consecuencias. Sí, la España de la posguerra y el aislamiento. La España enlutada, en pueblos y ciudades, como aquellas jóvenes y aquellas otras, también jóvenes y enlutadas, que rodeaban a una novia que sonreía por inercia, por nerviosismo, un tanto forzada, con su vestido blanco, de tela sencilla y excesivo en encajes y rococós. Aquella España atrapada ahí, en esas instantáneas realizadas por el grupo fotográfico Afal (compuesto por diferentes fotógrafos de distintas procedencias que publicaban sus trabajos en una revista cuya existencia duró desde 1956 hasta 1963) y que pueden verse estos días (y hasta el 7 de noviembre) en dos de las salas del Museo Reina Sofía. También se puede encontrar alguna imagen de París, como la que sigue a continuación.
Bicicleta en atrio de iglesia de París/F.G.Martinez
Lo cierto es que impresiona realmente contemplar de cerca estas fotografías de la España que fuimos. Hay algo en todo ello que asusta, que impresiona y que atemoriza. Imaginar las vidas de las personas que hay en esas fotografías. Sus anhelos, sus miedos, sus desvelos, sus sueños, sus frustraciones. Los corazones helados. La pobreza, el cansancio, la lucha, la esperanza (a ratos) y su ausencia... Y las ilusiones, claro, que también asoman, tímidamente, cuando las observamos por segunda o tercera vez. Y la picardía.
Semana Santa/Ricard Terré
Esa picardía que se impone cuando todo es difícil y oscuro y nada parece tener salida ni demasiado sentido. Detrás de cada mirada, una historia que, junto a todas las demás historias, componen el puzle de aquellos años sombríos que no terminan de desvanecerse del todo. Pervive ahí, en esa esquina del tiempo tan magníficamente retratada por aquel puñado de profesionales con ilusiones, con inquietudes, renovadores, siempre exigentes.