La universidad y la reputación
La verdad es que pocas voces, algunas habrá, defienden en la universidad pública esta LOSU ‘malparida’.
Lo más grave de la universidad pública española ha sido, y es, su mayoritario desprecio a la importancia de la reputación. Quizás por primera vez en España la Conferencia de Consejos Sociales celebró en noviembre de 2018 en Maspalomas (Gran Canaria) unas jornadas que incluían el factor reputacional para explicar muchas cosas, malas, que están pasando. Intervinieron representantes y ejecutivos de prestigiosos centros internacionales.
En una de las ponencias uno de los oradores empezó aclarando, con un argumento vitriólico, que reputación no significaba ir de putas repetidas veces; tal era, y sigue siendo, el profundo despiste sobre esta cuestión clave. Con algunas excepciones, casi siempre motivo de envidia y maledicencias, como cuando un raro ejemplar de rector hace lo que en conciencia cree que tiene que hacer, la mayor parte de la universidad pública española tiene mala imagen, no solo fuera, en la UE y más allá, sino dentro mismo del país.
Y el problema no consiste solamente en inversión; siendo cierto que España ha despreciado la investigación, y que dedicarse a esta actividad es vivir en el purgatorio, además del dinero hay otros aspectos: la ineficiencia, la incompetencia en la gestión, el derroche ‘a troche y moche’ con irresponsables ‘rebajas’ en docencia, el endiosamiento…. Y una opinión pública que ha perdido interés por lo que pasa en los campus.
Fuentes creíbles cuentan que Feijóo, cuando era presidente de la Xunta, pedía que no se cabreara a los rectores, que no quería líos con ellos y los alumnos en la calles; en cambio, sí los quiere con el Gobierno de la nación; con el CGPJ, al que el PP mantiene secuestrado con una mayoría ilegítima desde hace cuatro años; también alancea a los nacionalistas, etcétera, mientras él y los suyos privilegian a las enseñanzas privadas o concertadas en detrimento de la pública.
Pero a la CRUE la realidad no le importa. Por lo general las universidades del montón emplean más la poesía que la estadística; y estos, no nos olvidemos, son malos tiempos para la lírica, aunque para distraernos de la verdad las redes sociales abusen de una palabra que creen con poderes mágicos: hoy lo ‘épico’ se ha multiplicado. Todo es ‘épico’, hasta lo esperpéntico.
Hace unos días, en el sprint final para la aprobación de la Ley Orgánica del Sistema Universitario, 1.046 profesores, a los que se han ido sumando otros cientos, de palabra, obra o pensamiento, exigían al ministro Subirats en una carta colectiva que la LOSU “proteja explícitamente la neutralidad política de los campus”. Este pedido es consecuencia de una enmienda en el artículo 45.2g “orientada a favorecer los pronunciamientos partidistas”. “La función de los órganos universitarios de gobierno y representación, no puede ser la de definir y promover una determinada línea ideológica y la de establecer un pensamiento oficial o institucional de la universidad, sino la de garantizar el libre debate de las ideas entre todos los asistentes…”.
Porque puestos en lo más probable, que es lo peor en las asambleas y en las ‘conjuras de los necios’, con perdón por la alusión literaria, vale la pena recordar que en 1936 un centenar de preclaras mentes del Ateneo de Madrid sometieron a votación la existencia de Dios: el Creador perdió por un solo voto, una decisión democrática que no produjo, sin embargo, ningún efecto ni terrenal ni celestial. Al menos, que se sepa.
Esto que se plantea en la ‘carta de los 1.046’ no tiene sesgo partidista, ni mucho menos. Es puro jugo constitucionalista. La enmienda es jurídicamente una burla al núcleo duro de la CE78 que son los ‘derechos fundamentales’. Veamos, pues: Título I. De los derechos y deberes fundamentales. Capítulo Segundo. Artículo 20: “Se reconocen y protegen los derechos:
a) A expresar y difundir libremente , los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica.
c) A la libertad de Cátedra.
d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión .
A continuación se expresa que “el ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa”.
Pregunto: ¿no es una modalidad de censura previa en lo concerniente en concreto a la libertad de cátedra un acuerdo por mayoría, sea obesa mórbida o escuálida, de cualquier cuestión política, ideológica, partidista, religiosa, físico química o sobre el big bang...? O sobre el separatismo catalán, vasco, no sé en que parará el caldo navarro, gallego o, llevados por la euforia localista, sobre la independencia de La Graciosa, que ya ha alcanzado la consideración de Isla por número de habitantes aunque no tiene Cabildo (equivalente a diputación insular) y sigue dependiendo del ayuntamiento de Teguise.
¿Acaso un acuerdo del claustro no puede condicionar y recortar por la línea de puntos la ‘libertad de cátedra’ y de pensamiento de los profesores que no estén de acuerdo con el sentir coyunturalmente mayoritario? ¿No hay datos suficientes que demuestran que sectores separatistas en su variante talibánica han denigrado y amenazado a los constitucionalistas que no pasan porque se exilie al idioma español, y que se atente regularmente contra los símbolos del Estado democrático, que consideran una solución histórica a un conflicto histórico la España de las autonomías, con una monarquía parlamentaria federal y laica….y que defiendan la Constitución ‘de la concordia’ de 1978 desde el preámbulo a la disposición final?
Parece obvio que esta previsión de ‘dictadura claustral’ constituiría un grave atentado a un derecho fundamental que por su propia condición es intocable. Por mucho que se invoque tramposamente la libertad de expresión. Dice el mismo artículo 20 que “estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este título…”. O sea, no se admiten trucos.
Los antecedentes son claros: en universidades catalanas, por citar un caso relativamente reciente, se han adoptado posturas que no son unánimemente compartidas por toda la comunidad académica, y que, encima, hay tarados que denigran y hasta provocan persecución y represalias contra los que no comulgan con las ruedas de molino prefabricadas en las urnas.
La ‘libertad de cátedra’ o de pensamiento no es un derecho fundamental colectivo sino igualmente personal. Individual. Si se socava con trampas y trapisondas la libertad de cátedra, se socava la autonomía de las universidades, que nace precisamente del afluente del artículo 20 que prefigura el 27.10.
Es tema da para una interesante controversia constitucional. ¿Puede interpretarse como la prohibida ‘censura previa’ una presión de este calibre?, ¿puede un claustro limitar un derecho fundamental?, ¿puede la soberbia de unos sectarios cegados introducir un elemento de ‘enfrentamiento civil’ dentro del ámbito universitario, donde todas las ideas valen lo mismo y tienen idéntica protección?
Mientras los padres de la Iglesia discutían apasionadamente en Bizancio sobre el sexo de los ángeles y la de Dios es Cristo, los otomanos rompieron las murallas a cañonazo limpio y aprovecharon una rendija en la mole, la kelkaporta para tomar la Ciudad. Y así, señorías, acabó el Imperio Romano que resistía en Oriente.
Por cierto, a estas alturas de la histeria nacional seguimos con el sexo y el género, en varias variantes y algunas excentricidades, que, como entonces, preocupaban a obispos y élites. Y a personas que cada vez que piensan la joden.
La verdad es que pocas voces, algunas habrá, defienden en la universidad pública esta LOSU ‘malparida’. Mientras el ego y la memez desborda los más grandes paraninfos, fuera de los solemnes muros se van imponiendo otras realidades. La universidad privada está empezando a desfondar a las públicas, que se han convertido en la mejor publicidad para sus competidoras. No solamente por la fuerza de los apoyos de la derecha, sea en Madrid o ahora en Andalucía, sino porque la pública no ha reaccionado y respondido a las nuevas exigencias sociales, de la ciencia y la técnica, y de la empresa. Caminar de la manada de elefantes de El libro de la selva.
En Canarias los corsés y la comodidad de la ‘zona de confort’ de la pública han permitido que la privada inicie Medicina.
¿Cuál va a ser el legado del ensimismado Subirats y sus efectos? Otra trampa del oso de los aliados circunstanciales de Sánchez que, como se preveía, está contra las cuerdas por la tenaza de los populismos de la izquierda y la derecha justo en la cuenta atrás electoral, y una ley que fortalece la endogamia, va en contra del modelo de éxito en Europa y es un pasaporte hacia el fracaso sistémico. Que Dios o quien corresponda las coja confesadas.