No me maltrate. Respéteme y dígame 'señora'

No me maltrate. Respéteme y dígame 'señora'

Nombrar a las mujeres por el nombre, esconder su apellido, es una forma estudiada y denunciada desde hace ya tiempo de minimizarlas y quitarles importancia.

Diana Morant, ministra de Ciencia.C. Ortiz/Europa Press via Getty Images

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Cuando días antes de las elecciones del 23 de julio vi que los insultos y descalificaciones machistas contra la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, arreciaban, pensé que íbamos bien, que cada vez les daba más miedo. Lo muestra la «crítica» patética y ridícula de Alberto Núñez Feijóo contra Díaz en un mitin el pasado 20 de julio.

"Efectivamente, diciendo que la verdad no es el fijo discontinuo que está en su casa buscando un empleo, aunque figure como empleado, sino que la verdad son los datos maquillados de empleo. Ahora, viendo la vicepresidenta que lleva el empleo; de maquillaje sabe mucho, no hay ninguna duda. Mucho. Más que nunca".

A la que la vicepresidenta respondió de inmediato con elegancia y educación en un tuit en el que sutilmente hacía mención de la espantá del candidato del PP en el debate electoral.

"Sr Feijóo, me alegra que se sienta mejor. Con mucho gusto debatiré con usted mañana mismo de los datos del empleo y su proyecto económico para España. Donde y cuando usted quiera".

Evidentemente, el candidato no recogió el guante. A esta supuesta crítica sobre el sombra aquí, sombra allá, se sumó la de Isabel Díaz Ayuso reprochando a Yolanda Díaz la afición de planchar porque la relaja.

"¿No es inquietante también que una mujer que vive en una casa de 443 metros cuadrados pagada por todos los españoles tenga que planchar? Muy inquietante".

¿Inquietante? Creo que sería un sueño dorado convivir con alguien a quien puedes hacer el gran favor de irle dando ropa para planchar porque le gusta. A mí, más bien me inquietaría que se relajara cazando, por ejemplo, o toreando. O cancelando suscripciones de revistas culturales en lenguas que el Estado tiene la obligación de proteger. Inquietante es que PP y Vox se apresuren a crear consejerías de caza y taurinas en cuanto pueden (mientras hacen todo lo posible para desproteger a las mujeres).

El día antes a quien agredieron e insultaron intentando ridiculizarla fue a la ministra Diana Morant, cuando educadamente en el transcurso de un debate electoral pidió al candidato del PP, Esteban González Pons, que no se dirigiera a ella ni a la candidata Àgueda Micó por el nombre de pila sino por el apellido, tal y como hacía ella. Aquí va una transcripción tan fiel como he sabido y he podido hacer, pero merece la pena mirar el vídeo para ver la cara y los gestos que hace González cuando no tiene más remedio que escucharla; un lenguaje corporal que exuda nervios, bajeza y vileza.

[Diana Morant] Cada vez que se refiere a la señora Micó o a mí, se refiere con nuestro nombre de pila, y a mí me gustaría que el tratamiento que me hiciera a mí [‘ministra’, interrumpe González Pons] fuera el mismo que el que yo le hago a usted, que es ‘señor Pons’, y se dirigiera a mí como ‘señora Morant’, por lo menos... [perdóneme ‘señora ministra’, corta González Pons], no, no, [no, no perdóneme ‘señora ministra’, vuelve a González Pons] ‘señora Morant’ [‘señora ministra’, y dale con interrumpir, González Pons. [...] 

[Diana Morant] Mire yo se lo digo, y le dará mucha risa, pero se lo digo con total humildad. Soy hija de trabajadores, soy ingeniera gracias a la educación que implantó el sistema de Felipe González y creo que merezco todos los respetos, igual que yo le respeto a usted. [González Pons] ‘Señora ministra’ y me voy a dirigir a usted como ‘señora ministra’ para no apearle el tratamiento y no ofenderla. ‘Señora ministra. Usted, ‘señora ministra’. [...]

Se le sumó con fruición (como quien se apunta a un bombardeo) el condenado en firme por maltrato, Carlos Flores de Vox.

[Irrumpe Carlos Flores] Excelencia, si tenemos muchos más debates esta semana, voy a acabar sabiendo más de la vida de su Excelencia mucho más de que lo que sé del resto de mis compañeros. En un primer debate nos habló de sus abuelos, en este nos ha hablado de su padre. No sé en el próximo lo que nos tendrá reservado.

Diana Morant dejó muy claro que sólo quería un trato igualitario que en el contexto de un debate se concretaba por llamarla «señora Morant». Fácil de entender y de hacer. ¡Felicidades por la sangre fría, el temple y el coraje señora Morant! Es un triunfo que la denuncia de este denigrante uso de la lengua se vaya normalizando y que mujeres públicas le planten cara pese al coste que ello les supone. 

En efecto, histéricos e indignados porque una mujer osa decidir cómo quiere ser denominada, los dos políticos no pueden consentirlo. «¿Pero qué se ha pensado ésta?». Y en el intento de ridiculizarla hacen el ridículo más espantoso, más machista, más rancio y casposo. En vez de hacer lo que ella gentilmente les pide, optan por escarnecerla por elevación: «señora ministra», «excelencia»; tratamientos que Morant ni pidió ni quería.

Inciso. Tiene relación con el odio y la rabia que han despertado entre algunos hombres que Cristina Pedroche y su marido decidieran poner a su hija primero el apellido de ella. En otro orden de cosas, con la violencia contra las árbitras: ¡mandan, silban, sancionan e incluso enseñan tarjetas a hombres!

Nombrar a las mujeres por el nombre, esconder su apellido, es una forma estudiada y denunciada desde hace ya tiempo de minimizarlas y quitarles importancia (bien que lo sabe y aplica el tándem González-Flores).

A continuación hay un ejemplo aparentemente neutro y aséptico en el que están implicadas otras políticas. No se dice nada malo de ellas, simplemente (contraviniendo el lenguaje periodístico) se las trata con menos respeto y más proximidad que a los compañeros con los que comparten noticia. 

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Pondré un ejemplo más reciente y no de un diario de derechas.

Como tantos otros, yo no daba un céntimo por la posibilidad de que Pedro Sánchez resistiera el embate de la derecha este domingo. Curiosamente, lo único que me ofrecía alguna esperanza era la unanimidad de las encuestas (excepto la del cocinero Tezanos) a la hora de presentar la catástrofe de la izquierda en las urnas. Nunca me he creído las encuestas, especialmente en los momentos decisivos, y en los últimos años el desastre del Brexit o la victoria de Trump han sido ejemplos suficientes de que la demoscopia es una ciencia muy poco exacta [... ] Un minuto después de cerrarse los colegios electorales se publicaba una encuesta a pie de urna de GAD3 que daba a Feijóo vencedor absoluto de los comicios con el apoyo de Vox [...] Lo habían defenestrado [a Pedro Sánchez] en las radios, en las televisiones, en los periódicos, en las tabernas, [...] en las tertulias de Susanna y de Ana Rosa, en la casa de Bertín Osborne [...]. Mientras tanto, entre Feijóo y Abascal, se repartían unos ministerios y desmenuzaban otros.

Sin embargo, habían olvidado que ‘Perro Sanxe’ [...] ya había sobrevivido a varios intentos de asesinato e incluso a un atentado felipista, cuando 17 barones socialistas entraron en la sede de Ferraz a tiro limpio y Sánchez se atrincheró detrás de unos estatutos. [...]

Parecía que estaba difunto después del primer debate con Feijóo [...] Nunca sabremos cuántos votos de podemitas cabreados con Yolanda y sus correligionarios de Sumar han ido a parar a las arcas del PSOE, pero parece que han sido suficientes.

Ninguna mujer nombrada por su apellido; ningún hombre, por su nombre de pila. Este trocito es especialmente revelador y discriminatorio: «en las tertulias de Susana y Ana Rosa, en la casa de Bertín Osborne». Es evidente que Osborne no se podría confundir con nadie aunque se le llamara (no lo estoy proponiendo) por su nombre de pila. Es evidente que es mucho más ambiguo el uso del nombre de pila para referirse a Grisó y a Quintana.

La mala noticia es que esa pésima práctica llega incluso a la prensa escrita. La buena es que es perfecta y elegantemente (muchas veces incluso bien económicamente) evitable.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Nací en Barcelona en 1952 y soy doctora en filología románica por la UB. Soy profesora de secundaria jubilada y escritora. Me dedico desde hace ya mucho tiempo a la investigación de los sesgos sexistas y androcéntricos de la literatura y de la lengua, y también a su repercusión en la enseñanza, claro está. Respecto a la literatura, además de leer, hago crítica literaria, doy conferencias, ponencias, escribo artículos y reseñas sobre diferentes aspectos de la literatura, principalmente sobre las escrituras femeninas. En cuanto a la lengua, me dedico a investigar sesgos ideológicos en diferentes ámbitos: diccionarios; noticias de prensa (especialmente las de maltratos y violencia); denominaciones de oficios, cargos y profesiones. También he elaborado varias guías y manuales de recomendaciones para evitar los usos sexistas y androcéntricos. Asimismo, he analizado algún otro sesgo ideológico, por ejemplo, el racismo. Todas estas actividades me dan pie a impartir conferencias, ponencias, charlas, cursos y a realizar asesoramientos. Formé parte del grupo Nombra desde su fundación, en 1994. También trabajo por una enseñanza coeducativa. Lo que me ha llevado a implicarme en distintos y variados grupos y seminarios de coeducación, a colaborar con ICEs de distintas universidades y a escribir distintos tipos de libros y documentos. A veces escribo dietarios o sobre viajes y aún de otros temas.