Feminismo para vivir
El 8 de marzo no es celebración, sino lucha y rebelión. El 8 de marzo es esperanza en un mundo mejor.
Simone de Beauvoir afirmaba que no se nace mujer, sino que se llega a serlo. Se refería la filósofa francesa a los roles de género que determinan cómo debe ser una mujer. Y es precisamente en contra de esa construcción del “ser mujer”, contra la que nos rebelamos las feministas.
Las niñas no nacen feministas, pero, sin duda, la mayoría de ellas llegarán a serlo. Como llegamos a serlo muchas de nosotras para las que el feminismo se ha convertido en la respuesta, en la estrategia para vivir, pero también, y sobre todo, para sobrevivir a las discriminaciones estructurales que sufrimos nosotras, las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres. Unas discriminaciones que se basan en los roles de género y en la división sexual del trabajo y que se mantienen bajo la amenaza perpetua de la violencia machista.
Efectivamente, la violencia es el instrumento que el sistema patriarcal ofrece a los hombres para perpetuar su poder sobre las mujeres. Afortunadamente no todos deciden ejercerla. Desgraciadamente demasiados la utilizan. Pero las 1.192 asesinadas desde 2003 o las agresiones sexuales cada cuatro horas son sólo la punta del iceberg. La vida cotidiana de las mujeres está repleta de injusticias, desigualdades, micromachismos y violencia silenciada.
La brecha salarial del 21%, así como la de las pensiones que alcanza el 37%; las 15 horas semanales que las mujeres dedican de más que los hombres al trabajo reproductivo, la falta de mujeres en los espacios de decisión, el techo de cristal, los suelos pegajosos que nos impiden despegar, la esclavitud sexual, los vientres de alquiler… son sólo algunos de los retos de la agenda feminista.
Retos a los que está tratando de dar respuesta el Gobierno de España con la reforma laboral, el incremento de las pensiones y del Salario Mínimo Interprofesional; la equiparación de los permisos de maternidad y paternidad o la norma aprobada ayer por el Consejo de Ministros, la Ley de Representación Paritaria de Mujeres y Hombres en órganos de decisión que pretende acabar de una vez por todas con la segregación vertical tanto en el espacio público como privado.
Retos que reivindicamos un 8 de marzo más. Porque el 8 de marzo no es celebración, sino lucha y rebelión. El 8 de marzo es esperanza en un mundo mejor. Pero esa esperanza no se hará realidad mientras que la mayoría masculina no se sienta interpelada por todos y cada uno de los retos de la agenda feminista.
Los hombres deben entender que la igualdad pasa porque ellos renuncien a sus privilegios de género, sólo así la opresión de las mujeres llegará a su fin. Ese es el reto. Deconstruir el “llegar a ser mujer” (y hombre) de Beauvoir; y que la agenda feminista sea asumida vitalmente por todos y todas las demócratas. Para sobrevivir al machismo. Para vivir.