Ensalada subcomandante Marcos
En la Taberna Garibaldi podrá usted degustar un excelente salmorejo partisano, unas enchiladas viva zapata o un gramsci negroni.
Desayunan de izquierdas. Se duchan de izquierdas. Han estudiado carreras de izquierdas en donde han hecho amigos de izquierdas, incluso han compartido cañas con profesores de izquierdas. Cuando hacen la compra de la semana, la hacen de izquierdas. Cuando conducen, conducen de izquierdas. Tienen ese andar… no sé cómo explicarlo… de izquierdas. Les gusta la música electrónica, pero no toda, solamente la de izquierdas. Cuando se pajean, se pajean de izquierdas. Tienen una magnífica colección de comics de izquierdas. Cuando cruzan los semáforos, son de izquierdas. Cuando les duele la cabeza, les duele la cabeza de izquierdas. Si a sus perros les ponen nombres de izquierdas, ¿a quién le puede extrañar que cuando abren un bar, abran un bar de izquierdas?
Lo acaba de hacer Pablo Iglesias. En la Taberna Garibaldi podrá usted degustar un excelente salmorejo partisano, unas enchiladas viva zapata o un gramsci negroni. Es inevitable que la curiosidad nos lleve a preguntarnos cómo habrían sido los destornilladores tercera república, las alcayatas las trece rosas o las pistolas de silicona sandinistas en caso de que el comercio elegido por el cofundador de Podemos hubiera sido una ferretería. Un bar de izquierdas es… es… como una correduría de seguros vegana. Nadie dice “mi hija está encantada, le va muy bien en su farmacia culé”. Pero bueno, si hay bares de rock and roll y restaurantes chill out, ¿por qué no una taberna de izquierdas? ¿O es que acaso la izquierda no es, por encima de cualquier otra consideración, cultura pop?
Su mapa del mundo tiene un bit de información. Y con él se conducen con eficacia por la vida. Tampoco está claro que fueran capaces de manejar más variables que un interruptor. No se sabe si es su simpleza cognitiva la que les hace incapaces de mayores complejidades, o si es la potencia del dogma único lo que convertiría a cualquier sofisticación mental en un lujo innecesario. Si un guitarrista es de izquierdas, entonces toca bien la guitarra. En este mundo líquido pocas certezas nos arropan, pero que una ensalada que se llame “Subcomandante Marcos” ha de estar más rica que otra que se llame “de primavera” es una de ellas. Y seguro que es más sana. Y al comerla en fraternal comunión con tus compañer@s de mesa te vuelves, sin recargo en el precio, un poquito más progresista.
Lloran y ríen de izquierdas. Se tiñen el pelo de izquierdas. En el extravagante caso de que alguien abriera una Taberna Margaret Thatcher en donde se sirvieran croquetas Ronald Reagan y patatas a la sanidad privada, serían los primeros en defender que, al margen de que el liberalismo sea mejor o peor teoría política que el socialismo, hay que estar muy perjudicado para llevar a la sección de entrantes de la carta de un restaurante tus análisis económicos. Y lo harían entre risotadas, sólo interrumpidas por el gesto con el que pedirían al camarero de izquierdas otro dry zapata. “¿Cómo no tenéis unos chorizos Bárcenas o un secreto M. Rajoy?”. Ser bueno abarca todas las áreas de la vida; ser malo, no. Toman antidepresivos de izquierdas. Apagan la luz a altas horas de la noche de izquierdas.