El PSOE refuerza sus fundamentos
Ante la tendencia 'derechista' que reina a nivel mundial, el PSOE español se presenta como una de las últimas esperanzas para la socialdemocracia en Europa.
Salvo en el Reino Unido, la socialdemocracia no está en un buen momento en los grandes países occidentales. En Italia, Francia y Alemania se encuentra en horas bajas, lo que está causando situaciones inquietantes: la extrema derecha ya gobierna en Italia, y en Francia está recibiendo la vergonzante legitimación del supuestamente centrista Macron; y en Alemania, la crisis de la coalición encabezada por el SPD dará inexorablemente paso a un gobierno conservador que actuará bajo la presión creciente de los neonazis. Y en los Estados Unidos, acaba de producirse la catástrofe del Partido Demócrata, arruinado frente al ímpetu de los republicanos de Trump.
En Norteamérica, el análisis es relativamente simple. Con independencia de la falta de sentido que mostró el partido que ostenta la bandera socialdemócrata al mantener hasta el último momento la candidatura de Biden, un personaje en edad demasiado provecta, es evidente que su sucesora Kamala Harris cometió el error de hacer excesivo hincapié en los asuntos de la política «woke» —temas considerados elitistas por gran parte del electorado, en especial el aborto—, olvidando al mismo tiempo que en la mayoría de los casos es el estómago y no el corazón el que determina la dirección del voto. Muchos norteamericanos se dejaron arrastrar por las promesas del ultraliberal Trump que proponía bajadas de impuestos, control de la inflación, mejoras del nivel de vida, más atención a las oportunidades que a los subsidios, etc… Lo que demuestra que la izquierda, para triunfar, tiene que ser también eficaz y pragmática, capaz de conseguir una economía equilibrada y en progreso, una estabilidad de los precios y una tendencia al alza de los salarios, una situación de pleno empleo y unas ciertas concesiones al proteccionismo que beneficien a sectores específicos… Solo a partir de esta base sólida, tienen todo el sentido las apelaciones a la defensa de los grandes derechos civiles en relación a la raza, a la orientación sexual o a las creencias religiosas…
El PSOE, en su última etapa, tan denostada por la derecha, ha sabido compaginar ambas misiones: por una parte, ha reforzado los grandes derechos cívicos, incluidos el derecho olvidado a una vivienda digna y el empeño de construir una sociedad igualitaria, beneficiaria de unos servicios públicos universales y gratuitos, protegida por el esfuerzo público para que nadie decaiga por debajo de determinado umbral. Por otra parte, el gobierno de coalición encabezada por el PSOE, ha conseguido un crecimiento económico constante y ordenado, muy superior al de los países de nuestro contexto, que la sociedad aprecia en sus justos términos. La maestría de Nadia Calviño, que trajo la sólida experiencia europea al gobierno español, hizo posible una obra de gobierno que, como acaba de editorializar el principal periódico español, “incluye 17 trimestres consecutivos de crecimiento, un aumento del PIB cuatro veces mayor que la media europea, más de 21 millones de afiliados a la Seguridad Social y la menor tasa de desempleo en 17 años”.
En este ámbito de ideas, es justo reconocer que, al contrario de otros gobiernos europeos y americanos de centro izquierda, el gobierno español encabezada por Sánchez ha digerido con provecho las legítimas presiones ejercidas por sus socios de una izquierda más radical, que no solo ha mantenido intactas las conquistas sociales de los últimos tiempos sino que las han incrementado. La tarea no está ni mucho menos concluida pero es justo reconocer que en este país se han cumplido los objetivos gracias a políticas socialdemócratas que los neoliberales consideraban imposibles: se ha incrementado el bienestar social al mismo tiempo que se mantenía una economía saneada, equilibrada y con relevantes expectativas de futuro.
El 41º Congreso ha partido de un extenso documento marco que proyecta hacia adelante esta doble lealtad a los valores y al bienestar material. El amplio capítulo “Diez metas para 2030”, incluye desde “Una economía más competitiva justa y sostenible” hasta el refuerzo de los derechos sociales, el logro de la cohesión en la diversidad y la lucha contra la desinformación, entre otros muchos objetivos y matices. Es un temario amplio, imposible de resumir aquí y que ni siquiera se ha podido debatir a fondo en el escueto margen de un congreso, pero que desprende el olor inconfundible y reconfortante de la lucha perpetua contra la pobreza y contra la discriminación.