Biden. Democracia y autoritarismo

Biden. Democracia y autoritarismo

"Las grandes democracias terminan engendrando estructuras institucionales sólidas sostenidas por toda la comunidad, de forma que ya no hay modo de quebrarlas"

Joe Biden durante su discurso de este juevesEFE

Acaba de suceder en nuestro ámbito occidental un acontecimiento extraordinario: un candidato a ser elegido presidente del país más poderoso de la tierra, los Estados Unidos, que ya ocupa el cargo y que se había prestado a la reelección, ha retirado voluntariamente su candidatura por respeto a quienes creen haber detectado síntomas de senilidad en su gestión. Sus palabras han sido bien expresivas: “defender la democracia es mas importante que cualquier cargo”. Como es sabido, Biden, que cumplirá 82 años el próximo 20 de noviembre y que está completando un mandato brillante logrado en reñidas elecciones frente a Trump hace cuatro años, tuvo recientemente serios lapsus de coordinación y de memoria en un debate y en otras comparecencias públicas, lo que suscitó el temor de que no fuese capaz de afrontar la responsabilidad que le hubiera supuesto gobernar un nuevo cuatrienio más, que completaría con 86 años, probablemente una edad demasiado avanzada para una tarea de tanta envergadura.

Nina N. Krushcheva, nieta de Nikita Jrushchov, presidente de la URSS entre 1958 y 1964, que vive y trabaja en los Estados Unidos, donde es profesora universitaria de Asuntos Internacionales y reputada columnista, acaba de publicar un análisis de la deserción de Biden, que constituye una valiente y plausible decisión, toda vez que el hombre más poderoso de la tierra —y no es hipérbole— ha antepuesto el interés general de su partido y de su país a su evidente vocación de servicio y a su deseo de continuar a frente del Estado norteamericano. Han sido suficientes las reflexiones en voz alta de sus allegados políticos y familiares para que este ciudadano ejemplar cediera a la sugerencia de marcharse, y ahora todo su afán se centra en potenciar a su epígono, Kamela Harris, quien es aún su vicepresidenta.

Krushcheva establece una remota analogía entre su abuelo y Biden. Jrushchov creía al parecer en la rotación de cargos y en otros posibles avances aperturistas del régimen soviético, como el fin de la guerra fría, pero las gentes de su entorno de poder no le permitieron consolidar dicho modelo ni tampoco retirarse él mismo porque por esa vía hubieran podido perder ellos también su posición y su influencia. Por eso, para que el dictador heterodoxo no siguiera por aquel camino peligroso, hicieron lo que se hace en estos casos en las dictaduras; echarle de la cúspide mediante un golpe palaciego y situar a Brézhnev en su lugar, consiguiendo así la esclerosis del sistema y por tanto la permanencia de la nomenklatura en el Kremlin.

Pero si esto ocurrió en la URSS, en USA ha sucedido lo contrario: determinados valores bien arraigados en la mentalidad americana han hecho posible que un jefe de Estado se retire del escenario por prudencia, para evitar que una simple falta de reflejos pueda perjudicar al gran país. Muchos pensamos que, desde el asalto al Capitolio, la democracia USA se ha deteriorado peligrosamente, pero si se escarba un poco más en la realidad de las cosas se verá que, pese a las disfuncionalidades y al populismo, la democracia sigue siendo un valor consagrado e irreversible que ningún iluminado como Trump podrá deteriorar realmente. Las grandes democracias terminan engendrando estructuras institucionales sólidas sostenidas por toda la comunidad, de forma que ya no hay modo de quebrarlas. Por eso pierden el tiempo en Europa y en Estados Unidos quienes, amparándose en las crisis que inevitablemente nos aquejan cada cierto tiempo, tratan de subvertir los grandes equilibrios y/o de deteriorar los valores esenciales.

Titania
Titania
Santander

En España, la contigüidad de esta democracia pletórica con la dictadura anterior nos ha permitido observar la diferencia entre aquel oscurantismo y esta claridad. Es bien cierto que nuestro sistema, como todos los de alrededor, tiene también sus defectos, pero muchos queremos pensar que quienes intenten hurgar en ellos para debilitar el sistema saldrán finalmente trasquilados. Las elecciones generales de julio de 2023 pusieron de manifiesto, contra la opinión de todos los encuestadores, la firmeza con que el electorado rechaza la entrada de los ultras en el gobierno. Eso significa que este país, pese a los obstáculos, ha llegado a un grado satisfactorio de madurez. Sigamos esa senda.