‘Arder y no quemarse’, lo contemporáneo celebra el 440 cumpleaños del Teatro Español

‘Arder y no quemarse’, lo contemporáneo celebra el 440 cumpleaños del Teatro Español

¿Es posible trasladar los lenguajes más contemporáneos y alternativos a los teatros tradicionales?

El cartel 'Arder y no quemarse'Esmeralda Martín

La pregunta que surge viendo Arder y no quemarse que se ha estrenado en el Teatro Español para celebrar sus cuatrocientos cuarenta años de existencia es: ¿es posible trasladar los lenguajes más contemporáneos y alternativos a los teatros tradicionales?

Esta obra muestra la dificultad de ser alternativo y contemporáneo en un teatro a la italiana, como es este. Un teatro que como institución establecida a lo largo de los años se impone. Entre otras cosas por la costumbre enseñada y aprehendida por las personas que asisten a un teatro de las características del Teatro Español, donde se va a mirar y oír lo que sucede en escena. Sentado, a cubierto, y resguardado en la oscuridad de la sala.

Una imposición y una costumbre que el equipo artístico entiende bien. Baste la escena con forillos de ejemplo de que saben de que teatro se trata. Una tradición que está obra pone en cuestión. Pues los actores no dejan de entrar y salir del escenario a través del patio de butacas que se ilumina con luz de sala y alternando con la oscuridad habitual en un teatro. Lo que llega a resultar cansino. Y a quien está en la butaca le lleva a preguntarse si es necesario.

Aunque con esa insistencia, ese probar a hacer con formas nuevas en un teatro tradicional, logran crear belleza. Como cuando Carlota Gaviño hace vibrar el telón como si fuera la superficie del agua de un lago o un río con solo tocarlo con un dedo. O como esa imagen de los fantasmas que ocupan este coso madrileño. Y es que este centro está lleno de fantasmas porque por allí ha pasado todo el que ha sido alguien en el teatro en España. Desde Lope y Calderón a Buero Vallejo. Pasando por Zorrilla, Moratín, Benavente, Valle Inclán, y Lorca.

La lista es larga y extensa, que cuatrocientos cuarenta años dan para mucho. Y, es verdad, faltan mujeres en ese listado. Lo que se compensa con las actrices que actuaron sobre su escenario, muchas de las cuales también fueron productoras de las obras que representaban. Sobre todo, se citan a dos que fueron claves para el teatro español actual como son María Guerrero y Margarita Xirgu, que hicieron carrera aquí.

  Elenco de 'Arder y no quemarse'Esmeralda Martín

Quizás sea ese acúmulo de nombres, de fechas y otros datos lo que dificulta entrar en la obra, empatizar con ella. Demasiada información que se administra de forma confusa al jugar con el tiempo. Por ejemplo, se empieza con el incendio de los años setenta del siglo XX para irse a los corrales de comedia y al Barroco del siglo XVII. Para luego pasar al XIX y al XX, alternando en la escena.

En esta confusión no ayuda que lo que está pasando en escena se ruede y se proyecte en directo en una gran pantalla. Al estilo de las últimas tendencias que se han visto en Madrid, con la de la influyente Christiane Jatahy a la cabeza. Un estímulo más que encima tiene un lenguaje propio, distinto del teatral. Y que es probable que haga que la audiencia se pregunte a dónde mirar. ¿Al escenario o a la pantalla? ¿Dónde está lo relevante para comprender la propuesta, para disfrutarla?

Confusión que se nota más en la primera parte. La dedicada a contar que el teatro era un corral con su cazuela para las damas y las dinámicas que se sucedían en ellos. Que si ahora Lope. Que si ahora una representación. Que si ahora dos damas animándose a ir al corral. Algo que como estrategia para despertar a aquel público que va al teatro a ser un actor pasivo está bien. Pero que al alargarse en demasía, no consigue despertar a estos, y pierde a los que suelen ir al teatro, con una actitud y posición más activas.

Por eso, se agradece que después de un largo período de ruido y confusión barrocos, llegue la calma. Algo que sucede con la Ilustración y ese interés por poner a España, en general, y a Madrid, en particular, a la altura de la escena europea. Demoler el viejo corral de comedias, donde el escenario y lo que en el pasaba se iluminaba con la luz del día y el olor lo ponían los orines de los asistentes que se aliviaban en cualquier parte. Esta transición se da en una escena que pivota sobre Pablo Chaves, un actor nacido para la comedia al que el público quiere. 

A partir de ese momento, Íñigo Rodríguez Claro, el director de la obra, adquiere seguridad y empieza a mostrar el conocimiento que tiene de la escena adquirido como actor en grandes escenarios y como director en escenarios más alternativos. El baile de tiempos que se adelantan y atrasan sigue igual, pero con otro ritmo, aprovechando que el espectador ya conoce el juego.

  Escena de 'Arder y no quemarse'Esmeralda Martín

Incluso hace coincidir escenas de distintas épocas de forma clara y precisa. En las que, salvo la distancia temporal, se mantienen discusiones parecidas sobre las obras que deben ser programadas en dicho teatro de acuerdo a los límites burocráticos existentes. O se muestra cómo la injerencia política condiciona la vida artística, imponiendo con todo su poder lo que puede ser representado y quién puede hacerlo.

Es esa inteligencia escénica puede permitir ir mejorando esta interesante obra a medida que se represente. Pues la ventaja del teatro es que es presente y evoluciona la experiencia que se va adquiriendo a medida que se suceden las representaciones.

Entonces, tal vez, se encaje mejor la escena en la que arquitectos, concejales y secretarios del ayuntamiento se cartean para decidir el cierre y demolición de un teatro con mala cimentación. O la escena de la gran Antoñita viuda de Ruíz, la reconocida peluquera de dicho teatro, todo un personaje, que Mikele Uroz caricaturiza más que interpreta o convoca.

Lo que es importante puesto que lo que tiene que contar esta historia es interesante: la biografía del Teatro Español y, por ende, de gran parte del teatro en España. Desde el comienzo de las representaciones teatrales por cofradías religiosas para conseguir fondos para los pobres de sus parroquias, hasta la profesionalización de los equipos artísticos, técnicos y de gestión de los teatros.

Desde la representación hecha donde se podía, en un corral, hasta hacerlo en edificios específicos para ver un espectáculo tan complejo y arriesgado como Arder y no quemarse. Lugares donde las formas contemporáneas se puedan convertir en clásicas incorporándose a la tradición.

Para eso hace falta dejar que lo nuevo, sobre todo si se produce con amor por lo que se hace como en este caso, llegue a los teatros de mayor proyección y más asentados. Convertirlo en parte de la costumbre del espectador, de una tradición que permita recordar lo que se ve y oye en un teatro. Como cuando durante esta obra se invita al público a recordar en voz alta aquellos momentos que disfrutaron en el Teatro Español. Una interpelación directa a la que el público le cuesta responder, ya que no está acostumbrado a que lo hagan de forma tan directa. Al menos no en este teatro.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.

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