9-J: las opciones en juego

9-J: las opciones en juego

"No podemos caer en la trampa que nos tienden quienes, con falsos argumentos de regeneración, quieren sumergirnos en esta balsa de odio e intransigencia".

Vox, este viernes en el acto de cierre de campaña de las elecciones europeasEuropa Press via Getty Images

Las elecciones europeas son débiles y blandas, en el sentido de que el parlamento resultante no encarna propiamente la soberanía de la colectividad sobre la que se extiende, ni posee por tanto la plena potestad legislativa, que tiene que compartir con otra cámara, esta de segundo grado, el Consejo Europeo. Por esta razón seguramente el entusiasmo de los electores es perfectamente descriptible y -y esto es más grave- el objetivo de la consulta queda desdibujado. En España, en concreto, la campaña electoral que toca a su fin ha sido un encarnizado combate entre el PP y el PSOE, que ha girado en torno a temas como la amnistía y el comportamiento profesional de la esposa del presidente del Gobierno. Estas cuestiones centran los debates y acabarán determinando el sentido del voto de casi todos.

La realidad es sin embargo tozuda, y el futuro de Europa depende de la distribución de fuerzas en las urnas. Europa ha ido avanzando lentamente de la mano de un consenso entre las fuerzas de la derecha moderada y la izquierda socialdemócrata, con un elemento intermedio representado por los liberales. La extrema derecha, presente en dos de los siete grupos parlamentarios de la Eurocámara, ha sido marginal hasta ahora. Y la gran cuestión estriba en si el ascenso de la extrema derecha, que se da por seguro, va a permitirle influir en este equilibrio.

La elección binaria entre las formaciones del Partido Popular Europeo (PPE) y de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas marcará una senda más o menos partidaria del intervencionismo de Bruselas, del fortalecimiento o no de las instituciones comunitarias, del opinable avance del modelo hacia el federalismo. Si en la crisis de 2008 se aplicaron criterios ultraliberales que causaron mucho dolor, en la sanitaria de 2020 se hizo lo contrario, se recurrió al sector público para que financiara el sostenimiento de la actividad y el coste real de la pandemia. En nuestras manos está, relativamente, hacer de la UE el motor del estado de bienestar o favorecer la fría insensibilidad de la competencia y el mercado para enriquecer a las grandes corporaciones.

Pero, además, esta vez nos estamos jugando cuestiones más arduas y profundas. La extrema derecha llega para imponer un mensaje nacionalista que se opone a la federalización de Europa; que quiere erigir elevados muros en las fronteras exteriores para recuperar la idea de la “fortaleza europea”, inaccesible para los flujos migratorios que tratan de redimirse en el mundo desarrollado; que aspira a imponer normas pacatas de vida, en contradicción con al emancipación plena que hemos conseguido los europeos y que han proporcionado una libertad insólita y magnífica a las diversas minorías (religiosas, sexuales, ideológicas, etc.); que niega la violencia de género y en el fondo se opone a la plena autodeterminación de la mujer; que ve con recelo el “estado de Partidos” y sugiere otras fórmulas como las que utilizó la dictadura; que se declara nostálgico del franquismo; que tiene una concepción plana y unitaria de España y se opone por tanto al Estado de las Autonomías…

En España, VOX representa a esta extrema derecha que trata de ser significativa en el Parlamento Europeo y de condicionar nuestras vidas. Con la particularidad de que, en tanto en Francia y en Alemania las formaciones democráticas han establecido un cordón sanitario que aísla a estos grupos, nostálgicos de las fuerzas del Eje -nazis y fascistas- que perdieron la Segunda Guerra Mundial, en España VOX ha sido naturalizado por el Partido Popular, que gobierna con él en comunidades autónomas y ayuntamientos y que, sin duda, estaría dispuesto a pactar un gobierno estatal. No podemos caer, pues, en la trampa que nos tienden quienes, con falsos argumentos de regeneración, quieren sumergirnos en esta balsa de odio e intransigencia.

La culpa de que la sustancia de las elecciones no sea realmente europea no es de la ciudadanía sino de los propios partidos, que no son capaces de dominar sus ansias de poder y anteponen las estrategias a los principios. Por ello, los ciudadanos conscientes tenemos que hacer un esfuerzo para elevar la vista y mirar de frente a la Europa del día de mañana.