Ahora que mejora la demanda, prestemos atención a la oferta
La dinámica que se perfilaba cuando publicamos la edición de octubre de 2013 de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO, por sus siglas en inglés) es cada vez más patente. En otras palabras, la recuperación se está afianzando.
En la última edición del informe WEO, pronosticamos que el crecimiento mundial ascenderá a 3,6% este año y 3,9% el próximo año, frente a 3,0% el año pasado.
En las economías avanzadas, prevemos que el crecimiento alcanzará 2,2% en 2014, comparado con 1,3% en 2013.
La recuperación que estaba comenzando a echar raíces en octubre está cobrando no solo ímpetu, sino también alcance. Los diversos factores que mantenían frenado el crecimiento se están atenuando lentamente. La consolidación fiscal avanza a menor ritmo y los inversionistas ya no están tan preocupados por la sostenibilidad de la deuda. Poco a poco, los bancos se están fortaleciendo. Aunque estamos muy lejos de una recuperación plena, el tema de la normalización de la política monetaria --convencional o no-- ya está en el tapete.
Sin embargo, no todos los obstáculos se están disolviendo al mismo ritmo, y la recuperación aún es despareja.
El mayor ímpetu se registra en Estados Unidos, que, según las proyecciones, crecerá 2,8% en 2014.
También es vigorosa en el Reino Unido y Alemania, donde persisten algunos desequilibrios, pero para los cuales pronosticamos un crecimiento de 2,9% y 1,7% respectivamente.
En Japón, que crecería 1,4% en 2014, el estímulo fiscal ha desempeñado un papel importante, y la solidez de la recuperación depende de que la demanda privada tome el relevo.
Volviendo a la zona del euro, lo alentador es que por primera vez en dos años los países periféricos del sur registrarían una tasa de crecimiento positiva, pero innegablemente baja. Aunque sus exportaciones en general son dinámicas, la demanda interna aún es débil y tiene que aumentar para que la recuperación conserve el ímpetu.
Las economías emergentes y en desarrollo continúan gozando de un crecimiento vigoroso, menor que antes de la crisis, pero aun así elevado. Prevemos que crecerán 4,9% este año, ligeramente por encima del 4,7% del año pasado. En particular, pronosticamos un crecimiento de 7,5% para China y de 5,4% para India. Particularmente destacado es el dato de África subsahariana, que crecería 5,4%.
Sin embargo, estas economías emergentes y en desarrollo deben operar en un entorno mundial cambiante; el mayor crecimiento de las economías avanzadas implica una mayor demanda de los productos de exportación de aquellas. Sin embargo, la normalización de la política monetaria en Estados Unidos implica condiciones financieras más duras y un entorno financiero menos propicio. Los inversionistas extranjeros no son tan indulgentes. Las debilidades macroeconómicas son más costosas. Y los sobresaltos financieros, como los que vivimos el verano pasado y este año, bien podrían repetirse.
Los riesgos agudos han disminuido, pero los riesgos persisten
Japón necesitará las tres flechas, sin excepción, para poder sustentar el crecimiento y mantener la sostenibilidad fiscal. No podemos dar por descontados el ajuste y la recuperación de los países del sur de la zona del euro, especialmente si a nivel de toda la zona la inflación sigue siendo muy baja o, lo que sería peor, se convierte en deflación, con lo cual le resultaría aún más difícil a estos países recuperar la competitividad. Como se explica en el Informe sobre la estabilidad financiera mundial (Global Financial Stability Report, o informe GFSR), la reforma financiera es incompleta, y el sistema financiero sigue corriendo peligro. Han surgido riesgos geopolíticos, aunque aún sin repercusiones macroeconómicas internacionales.
De cara al futuro, tenemos que centrarnos en la oferta, y quiero hacer tres reflexiones:
Primero, el crecimiento potencial de muchas economías avanzadas es muy bajo. Esto es malo de por sí, pero también dificulta el ajuste fiscal. En este contexto, están adquiriendo renovada importancia las medidas encaminadas a estimular el crecimiento potencial, desde replantear la forma que revisten algunas instituciones del mercado de trabajo hasta promover la competencia y la productividad de una serie de sectores de bienes no transables, repensar el tamaño del gobierno y reexaminar el papel de la inversión pública.
Segundo, aunque los indicios todavía no son claros, el crecimiento potencial de muchas economías de mercados emergentes también parece haber disminuido. En algunos países, como China, un crecimiento más bajo podría ser en parte el sano resultado de un crecimiento más equilibrado. En otros, obviamente hay margen para hacer reformas estructurales que mejoren los resultados.
Por último, a medida que los efectos de la crisis financiera se desvanecen lentamente, es posible que se imponga otra tendencia: una desigualdad creciente. Aunque la desigualdad siempre ha sido considerada un tema candente, hasta hace poco no se pensaba que tuviera implicaciones profundas para la evolución macroeconómica. Pero cada vez más voces dicen lo contrario. La influencia de la desigualdad tanto en la macroeconomía como en el diseño de la política macroeconómica probablemente sea un tema cada vez más importante en nuestra agenda durante mucho tiempo.