BADA, una boutique de para democratizar el arte
En BADA, el contacto con los artistas es auténtico y descontracturado. Una forma de quitar la etiqueta de exclusividad para las minorías que aún encierra el arte y el coleccionismo. Caminé por BADA y observé que la suntuosidad del arte y del artista quedó atrás.
Imagen de la feria de arte/BADA
Buenos Aires, septiembre- El arte, que es el lenguaje explosivo del alma, intenta ser para todo los públicos en BADA, Boutique de Arte Directo de Artista. Esta feria de arte contemporáneo apunta al público que no necesita tener profundos conocimientos de arte.
La 5ª edición de la Boutique tuvo lugar a principios de septiembre y contó con la participación de 250 artistas consagrados y emergentes y, por primera vez, se realizó en la ciudad de Buenos Aires -en la Rural de Palermo-. En BADA, el contacto con los artistas es auténtico y descontracturado. Una forma de quitar la etiqueta de exclusividad para las minorías que aún encierra el arte y el coleccionismo. Caminé por BADA y observé que la suntuosidad del arte y del artista quedó atrás.
La inauguración contó con las palabras de su impulsora, Ana Spinetto, que se refirió a BADA como una forma de "democratizar el arte", porque es una manera de iniciarse en el coleccionismo.
"El formato de venta directa estimula la compra de obras de arte originales, brindando un canal de comercialización más accesible para el público y más conveniente para el artista. Asimismo, promueve la compra de obra original y el coleccionismo en un contexto fresco y actual en el que artistas y compradores de arte se sienten cómodos. BADA propicia una relación diferente entre el artista y público", destacó Spinetto.
En esta edición de BADA, el público inició su recorrido con la bienvenida de una experiencia artística denominada 7 sentidos, Serendib, una performance lumínica de Cía. Garbach que consistió en un túnel donde el caminar de cada concurrente fuera intervenido por la presencia lumínica de un ángel, una pitonisa. Esta bienvenida provocó un entusiasmo que luego animaba a seguir caminando hacía los stands de los artistas.
Finalmente, la boutique estaba allí donde cada artista exponía algunas sus obras. Lugares fundidos en la bellezas conjugadas de las formas y de los colores, donde se expusieron las expresiones entre lo figurativo y lo abstracto, como Carlos de Viró, el artista de la ciudad de Tigre. En el stand, Viró impactaba con una tremenda obra sobre las inundaciones que hace pocos años azotaron a Buenos Aires. "La ciudad puede ser cualquiera, los rostros son la desesperación de saber que el agua se lleva todo", comentó Viró a esta periodista.
Obra de Claudio Baldrich/BADA
En otro espacio exponía Nico de Rocha, con su imaginería que invita a cada uno a volver a la fuente de todo: la niñez. También estuvo, Daniel Genovesi, el artista del Palermo Hollywood. Dicen sus seguidores que cuando se concibieron los colores, los inventaron pensando en sus pinceladas, en sus combinaciones, en esos grandes ojos que ilustran muchas de sus expresiones. Y también estaba el arte decorativo que explota en color hasta lo más intenso como Clara Sochin.
Caminar y entender el espíritu de BADA me llevó a recordar aquello que Adorno sentenció: "La praxis de la industria cultural transfiere, sin más, la motivación de lucro a las creaciones espirituales". Pensé cuán equivocado estaba el intelectual, porque sólo si las creaciones espirituales de los artistas llegan al público, pueden perdurar.
El arte de BADA no sólo estuvo en el pabellón de La Rural, sino que la ciudad de Buenos Aires quedó intervenida con murales en varios puentes. Días antes, los porteños pudieron observar cómo trabajaban los muralistas: un trabajo que los artistas lo hacen de noche, esta vez pudo ser un momento captado por muchos en la claridad del día.
Sin dudas, BADA ya tiene un lugar más que importante en la agenda de la movida del arte en Argentina. El solo hecho de romper con el manto selectivo que lleva el arte ya lo hace merecedor de reconocimiento. Por más BADA, por más arte para todos y para que se siga robusteciendo el concepto inequívoco de Ana Spintto de que el arte debe democratizarse.