No son políticas. Ni mucho menos. Aquí ya no hay izquierdas ni derechas. Hace tiempo que la política se transformó en economía y hoy la única diferencia estriba entre los representantes que se empeñan en dedicar los beneficios a mejoras sociales y los que optan por llevárselos a casa.
Fueron el rostro luminoso de un país filtrado en una televisión color blanco y negro. Y comprada a plazos. Un país que se homogeneizaba con el mapa meteorológico y el toque de queda de La Familia Telerín.
Serrat y Sabina se han encontrado cuando, cada uno por su lado, sin necesidad de morir jóvenes, ya habían entrado en la leyenda. Ahora se han entregado al puro disfrute, sin la presión de alcanzar retos que parecían sobradamente cumplidos.