Los imperios, imperios siempre son. Pero algún trecho hay, por ejemplo, entre la cota cultural del emperador Marco Aurelio y la del presidente de los Estados Unidos: si Obama se hubiera leído el Quijote, de ninguna manera habría visto ofensa en el sutil y donoso "hijo de puta" que le dedicó Duterte, el nuevo presidente de Filipinas.
Su afición por el lenguaje soez y por no callarse las cosas casi acabó con su campaña. Se hizo viral un vídeo en el que bromeaba a costa de una australiana que había muerto tras haber sido brutalmente violada: "Era tan guapa...". Sin embargo, parece que los votantes filipinos no sólo le han perdonado; le han llevado a la presidencia con un entusiasmo indiscutible.