No tenía la brutalidad de Marlon Brando, ni el toque canalla de John Cassavetes o Steve McQueen, ni -aún siendo un hombre muy guapo- la deslumbrante belleza de Paul Newman. Robert Redford es un actor siempre correcto y elegante, un tipo tranquilo y ecologista, un director comprometido con las circunstancias de su tiempo.