Este es uno de los mantras más repetidos por el cuñadismo vinícola, especialmente en domingos y fiestas de guardar. Aunque se trata de una horterada que ni siquiera merecería ser contestada, la realidad es que aún hay mucha gente que suelta esto y se queda tan a gusto sin verse obligado, como nos gustaría a muchos, a someterse a un juicio sumarísimo. Daremos algunas razones para desterrar esta estupidez, pero antes conviene analizar qué nos ha llevado a esta situación.