Sería lógico que, ya que muchos de los bancos existen porque recibieron dinero público, no sólo devuelvan el dinero que se les prestó, sino que también paguen la recuperación de derechos perdidos y de recortes aplicados como consecuencias de ese rescate.
Ni la morosidad de los deudores ni el valor de los activos que actúan como garantía van a evolucionar favorablemente en los próximos meses si no hay reanimación de la demanda en Europa.
Europa nos ha otorgado una especie de línea de crédito para sanear los bancos en apuros. Y también nos transmite un mensaje muy claro: ahora nos toca poner nuestra casa en orden. Para ello hacen falta más ajustes, más reformas y más sacrificios.