Al Presidente sin mácula y lleno de inocencia le esperaba un Rolls-Royce negro. El viaje hasta la suite de un hotel de las afueras de la ciudad transcurrió en silencio, pues los anfitriones no se habían molestado en proporcionarle un traductor y él apenas sabía balbucear cuatro frases en inglés.
Exigimos una moratoria para pagar la deuda, auditar su legitimidad y dedicar recursos al crecimiento económico. Dar ese paso será importante y valiente, porque después de ese punto de partida es cuando se podrá negociar con los tenedores de la deuda un tipo de interés y un plazo de amortización sostenible.
Tres años después, Rajoy, ya como presidente del Gobierno, se agarra al mismo argumento que usó Zapatero para abandonar su programa: Evitar el rescate. La intervención sirve en ambos casos para justificarlo todo.
Las noticias sobre el rescate sí, rescate no y los movimientos en torno al mismo que se registran todos los días, están tapando una realidad que avanza a velocidad de crucero y debería ser una de las principales preocupaciones de los dirigentes europeos: la creciente desafección de los trabajadores respecto a la UE.