Carta abierta a mis futuros suegros, que no vendrán a nuestra boda
Espero que demostréis que me equivoco y que podéis amar a vuestro hijo sin reservas, como yo lo hago, tanto como para aceptar los límites de vuestra fe. Pero el hecho es que ahora habéis dado prioridad a las palabras de un libro antiquísimo y al veneno que escupen los predicadores por encima del amor por vuestro propio hijo.