Para toda mujer, tenga la edad que tenga, ir al ginecólogo es un auténtico coñazo (nunca mejor dicho), pero es señal de que estamos en este mundo; en otro dudo que lo haya. Pero para una que tiene movilidad reducida física (silla de ruedas), lo es todavía más. Por eso hay realidades que producen verdadera rabia e impotencia.