Al PP se le cuela el aire caliente por todos los remiendos del financismo púnico: autosaqueado por unos miembros que se dan entre sí el sigiloso beso de la muerte, ha dejado de ser excluyente y pijoaparte para convertirse en el rompeolas de todas las corrupciones. Ni Urdangarín en sus mejores tiempos delincuenciales metió tanto la mano en el banasto público.