"¡Es que no puedo invitar a nadie!", exclama otra madre más. "La casa está hecha un desastre", advierte antes de que las visitas entren por la puerta. E incluso antes de saludar: "En serio, está de pena. No miréis mucho. Qué vergüenza". Pero ante eso yo digo: mentira, mentira y más mentira.