Nos las prometíamos muy felices toda la familia yendo a visitar la nueva y única librería que Amazon tiene en todo el mundo. Situada en el distrito universitario de Seattle, la ciudad en la que la compañía tiene su sede. Casi como si se tratara de una atracción de feria.
Amazon recibe palos por todos los sitios, a pesar de que cada vez tiene más fieles. O quizás por eso. Se le acusa de prácticas laborales seudoesclavistas, de no pagar impuestos y de haber pulverizado las librerías. Sin embargo, la mayoría de los que la critican son los mismos que compran en Amazon hasta maquinillas de afeitar.
Si uno no se mete con Amazon parece que no es un amante de los libros, que no le gusta que haya librerías en las ciudades, que los autores reciban una justa compensación, que se trate bien a los empleados que trabajan en los almacenes o que haya una sana competencia.
Me puse en el lugar del autor de cualquiera de esas novelas que se venden al peso, para imaginar qué podría sentir si llegara a enterarse. Tendría que ser una experiencia muy deprimente.