Cuanto más pienso en cuál podría ser la razón de las diferencias entre la calidad de vida en unos países y otros, después de descartar la riqueza en recursos naturales, lo trabajadores que puedan ser los ciudadanos y otros factores que sin duda influyen, creo que el factor diferencial es la honestidad de sus dirigentes, además de la honestidad del sistema.
Me puse a pensar qué desearía la noche mágica, cuando sonaran las campanadas que marcan un nuevo tiempo, ése que soñamos lleno de posibilidades y de cambios a mejor. Y vino a mi mente una imagen de hacía sólo unos días.
En sus tiempos de estudiante solía tomar el metro para ir la Universidad. Muy temprano. A esas horas furtivas en las que los noctámbulos te dicen buenas noches y los madrugadores buenos días. El billete sólo costaba una moneda y se conseguía en una máquina que nadie vigilaba.
Hay personas a las que da gusto escuchar y a las que crees a pies juntillas. Las oyes y te motivan, incluso te genera que te plantees tu creencias y cuestiones que creías tener completamente seguras. ¿Por qué? Por su nivel de credibilidad. Son personas que impactan.
Son perfectamente conscientes de lo que hacen y saben diferenciar entre el bien y el mal. Pero antes de reconocer que mienten, revientan. No se trata de una enfermedad, sino de una fea costumbre que juega con la ética y la falta de respeto hacia los demás.