historia de los sentimientos
10. Lágrimas estancadas (Novela)
Cuando Regina y yo salimos de allí tampoco había nadie, pero la vergüenza me encendió el rostro como si hubiera quedado desnudo en medio de la asamblea de mis vecinos. Me noté una llaga indefinida, pequeños golpes de sangre, una agitación en el corazón y en otros músculos, una especie de insurrección y desmembramiento de mi cuerpo abatido en lucha contra sí mismo.
8. Una teoría del desconsuelo (Novela)
Cuando el bioquímico William H. Frey comenzó a interesarse por las lágrimas, él mismo llevaba sin llorar desde los 12 años. Tenía por delante muchas preguntas que responderse y a una ayudante en su investigación, la señora Langseth, que lloraba con infrecuente periodicidad lágrimas patológicas.
7. Cambiar de vida es cambiar de muerte (Novela)
Regina dormía, su bulto cubierto hasta la nuca; destapado, solo un trapecio del cabello. El sudor me empapó la ropa. También los marcos de las ventanas chorreaban, y en el techo comenzaban a formarse gotas semiesféricas, transparentes como el día. Regina dormía sin echar las cortinas ni bajar las persianas, de manera que la claridad vienesa era dueña diaria de nuestras mañanas.
6 bis. Acariciar, llorar, tal vez matar (Novela)
El mismo día en que mi padre moría en Madrid, mi mujer, Regina, me engañaba con un gitano bosnio en Viena. De regreso a la ciudad imperial, decidí separarme de ella. Pasamos la noche llorando, y antes de que amaneciera, salí de nuestra casa. En el American Bar, encontré a Petra Marjak.
Llorando contra el odio (Novela)
El sentimiento es uno y es múltiple, la mayoría de las veces es, por suerte, un agregado. Si se presenta puro, uno casi no lo aguanta. La noche en que decidí acabar con nuestro matrimonio odié a mi mujer de esa manera en que el odio puede llevar al asesinato.
Las lágrimas de la separación (Novela)
Quiero que nos separemos -dije como si abriera la escotilla de un avión a diez mil metros de altura. Los objetos se pegaron entonces a las paredes, que se estrecharon en torno a nosotros como si fueran de plástico. En un momento la habitación se quedó sin aire.
Lágrimas de hombre, llanto de mujer (Novela)
El daño que me causaba su declaración, sumado al daño que tenía por la muerte de mi padre, daba el resultado de una laceración suprema que estaba a punto de hacerme desaparecer como un fluido que se desagua en una conciencia rota. La cólera y la próxima locura dieron paso, sin embargo, a las lágrimas.
¿Por qué lloramos? ¿Por quién lloramos? (Novela)
Para tener una mayor libertad a la hora de hablar con mi mujer desde mi móvil y respirar un poco de aire fresco, había salido de casa. No bien atendió a mi llamada y nos saludamos, ella respondió con sollozos. Por un momento pensé que se encontraba afectada por la muerte de mi padre.