No es muy habitual, al menos en nuestro país, que los hombres hagamos pública confesión de nuestras debilidades, de nuestras luchas internas y de esos procesos que nos llevan finalmente a algunos a perder el miedo a mirarnos en el espejo. Por eso me ha sorprendido tanto el libro que acaba de publicar Fernando Grande-Marlaska y que he terminado casi con lágrimas en los ojos.