En los días siguientes al golpe fallido, cuando comenzó la represión del Gobierno y se anunció el estado de excepción, el miedo no desapareció; seguía ahí, transformado. Ya que no se hace distinción entre ser golpista y ser simpatizante de Fethullah Gülen, el clérigo acusado de haber orquestado el golpe. La definición de "traidor" de las autoridades podría ampliarse aún más.
No lo considero una hipótesis sino la constatación de una de las primeras leyes sociales que la combinación entre tecnología y política nos permite enunciar: toda tecnología de control social implantada desde una democracia acaba sirviendo a sus enemigos e imponiéndose a ella. El terrorismo, el crimen organizado y toda la irracional potencia de las amenazas de la "sociedad del riesgo" han servido para que las democracias desarrolladas comenzaran a servirse de enormes cantidades de tecnologías capaces de identificar y anticipar "riesgos sociales".