El bluf de buscarse a uno mismo
Buscarse a sí mismo. Es quizás de las actividades autoeróticas que más nos excitan. Ya sea en versiones cursis, capitalistas zen o de barroquismos intelectuales, amamos la idea de que exista un saber sobre nosotros mismos, uno que, con ilusión, presuponemos de alto interés para la humanidad. Tanto así que estamos dispuestos a pagar por ello: los más perezosos, para que alguien les dé una respuesta envuelta; otros, más temerarios, invierten su dinero en las tecnologías que prometan llegar a esa iluminación.